❀» ❝u n o❞

2.7K 197 23
                                    







« m i d n i g h t »


Mi vista no tarda en desviarse a un punto diferente; cansado de las luces dejándome ciego por sobre los lentes cuando el reflejo resulta demasiado; cansado de que los vasos no me duren más de diez minutos antes de verme obligado a ir por otro y de evitar a las molestas personas que se acercan con intención de echarme aunque fuese una pequeña conversación. Pero, más que nada, cansado de que el paisaje me muestre la misma escena una y otra vez, como si desease recordarme todo y a la vez ayudarme a olvidar.

Siento mi cuerpo demasiado perezoso y deseoso de apreciarse a sí mismo envuelto entre las sábanas; olvidar, aunque sea por una maldita vez, cómo la sensación extraña no deja de crearme el nudo en la garganta; de cómo mi piel se eriza por la forma en que mi corazón late como si quisiese salirse de mi pecho y echarse a correr lejos al ver que ni mis propias piernas me responden.

Supuse, cómo no, que ella estaría aquí. Aquí, con su sonrisa deslumbrante y el maldito pequeño pero leve hoyuelo adornándole el rostro, presumiéndose a sí mismo como algo tan bello digno de ser besado; apreciado de lejos para aquellos cuya cercanía le resulta molesta. Sus cabellos azabaches siguen barriéndole la mejilla cuando ríe y su rostro se ladea, divertido, a varias direcciones; mostrándose demasiado tranquila, muy diferente a lo taciturno que mi mente se encuentra todos los días desde que decidió romper conmigo e irse con un tipo que le dobla la edad pero que jura amarla como nadie.

Igualmente; ella es lo suficiente mayor como para que sus decisiones sean quienes pesen sobre sí, me digo. Yo, por mi parte, debo de tragarme el maldito lloriqueo por haberme prendado de alguien que piensa no exactamente en el amor.

Agobiado, tomo un respiro.

—No entiendo por qué diablos me invitaste —le digo con impaciencia a mi acompañante, aunque el tono destilado en mi voz es solo un pequeño gruñido sutil que, fácilmente, se confunde con un arrullo calmado. La mezcla brota perezosa de mis labios y, quizás, es la misma que insta a que su sonrisa se ensanche un poco cuando voltea; gentil—. JiMin —le llamo de nuevo, en un pequeño intento porque mis palabras capten su atención y deje de tararearse para sí mismo una pequeña canción cuyo nombre no logra caerme en la sien por muy poco que lo intente, además de que sus regordetas manos no dejan de juguetear con el cierre de mi suéter que él lleva puesto.

Le queda grande; es el primer vistazo que le hago en cuanto mis ojos se pierden en una pronunciada curvatura, cuyo dueño mueve para sí mismo en una pequeña danza sincronizada con la melodía emergente de sus gráciles labios. Se encuentran rojos y humedecidos en cuanto estira la mano y sus dedos se encargan de empinarse el último trago de su bebida alcohólica; el vaso terminando encima de la trompa del auto yaciente a nuestras espaldas. Pronto, el líquido resbala fácil por su garganta y el ritmo se corta al instante en que un ronroneo la interrumpe con libre albedrío; en ignorancia a que el sonido puede considerarse como la misma ambrosía auditiva capaz de enamorar a cualquiera con el suficiente oído y gusto como para deleitarse con ella.

En mi espera, finalmente, sus ojos claros, tan brillantes como unos bellos fanales posados bajo un manto oscuro cargado de estrellas, me dedican una pequeña mirada que permanece allí los próximos segundos, en los que sus pómulos se han encogido ante una pequeña sonrisa escondida tras su mano. Tintados de un exquisito bermellón, me quedo prendado de la vista hasta ver cómo cabecea, despacio. Su completa atención se centra en mí y una pequeña inclinación a mi oído, causado por el murmullo arrastrado de sus belfos y su siseo consiguiente, hacen que mi espalda sufra un escalofrío:

—Supongo que mi idea de hacerte sentir... "libre", pues, no funcionó —Formula una mueca—. ¿Quieres irte? —me pregunta, sin alejarse en lo más mínimo hasta que yo mismo me echo hacia atrás; azorado y un poco de sonrojo acentuado en la pálida piel de mis mejillas. El poco alcohol tomado hace menos de media hora pesa en la campanilla dentro de mi boca, y en cuestión de segundos, mi ceño se frunce casi al instante en que sus dedos me tienen ese vaso ya rechazado por más de siete veces en los últimos quince minutos, solo siendo un sutil empujón de su mano insistente en tomarlo. Las mangas de mi suéter se encogen y la tela truje, llevado ante el movimiento extendido de su delgado brazo.

Midnight ; ym | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora