Picnic

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Llevaba horas acostaba boca abajo en la orilla de un riachuelo, observando su reflejo en el agua; ya le dolía el pecho por la incómoda posición y tenía el cuello y los hombros entumecidos por la fuerza que ejercía para no bajar la cabeza hasta tocar el agua con la nariz. No es que fuese demasiado hermosa y estuviese como Narciso seducida por su propia imagen, sino que cada tanto se distorsionaba su reflejo debido a las ondulaciones propias del movimiento del agua, lo que causaba gracias: con cada distorsión su rostro adquiría formas difusas y torcidas, siendo todas las veces distinto a la que le precedió.

Sin embargo ya había pasado demasiado tiempo observándose, por lo que consideró que era el momento de colocarse de pie. Lo hizo con demasiada dificultad, lo que le hizo recordar porque dormía de costado o boca arriba y nunca boca abajo. Se estiro con pereza y se asustó ligeramente al notar que ya estaba oscureciendo, aunque no fue aquello lo que realmente hizo que se le erizara la piel, sino que fue el hecho de que sus padres, quienes siempre se habían preocupado en exceso de todo lo que hacía, dónde lo hacía, qué hacía y cuándo lo hacía, no le habían llamado, ¿se habrían ido sin avisarle? Esta sola idea hizo que su corazón diera un vuelco y el vientre se le apretará con nerviosismo. Se apresuró a regresar donde se habían instalado para hacer el picnic y se paralizó al percatarse que no había nadie, ni siquiera un auto o algún envoltorio de comida olvidado.

- Se olvidaron de mi

Solamente atinó a murmura aquello, antes de sentarse cerca de un árbol y abrazar sus piernas, con miedo por estar ahí sin nadie cerca, sobre todo teniendo en cuenta que se encontraba tan lejos de su casa que aunque intentase regresar tenía la seguridad de que no lo lograría. Observo el lugar desde su posición y frotó las manos contra sus pantorrillas al sentir un poco de frío, necesitaba encontrar donde refugiarse si no quería ser una más de aquellas personas que morían congeladas; se levantó y dejo escapar un pequeño suspiro y frotó las manos entre si al comenzar a caminar, recordaba haber visto una cabaña de informaciones cuando habían llegado por la mañana, y no se encontraba demasiado lejos del sector de picnic, tenía la seguridad de que si llegaba ahí podría llamar a sus padres y reclamarles el haberle olvidado, luego haría como si fuera la más grande de las ofensas, para finalmente declarar que les perdonaría solo si le compraban un chocolate de esos que tanto le gustan, sí, ya lo tenía todo perfectamente calculado; solo faltaba dar el primer y más importante de los pasos: llegar a la cabaña de informaciones y pedir prestado el teléfono.

Caminó por aproximadamente dos horas, más de lo que tenía planeado, y tuvo que sentarse a descansar en una roca; había seguido el camino sin tomar desviaciones tal y como recordaba que lo hicieron al llegar, pero lograba llegar a la tan ansiada cabaña y no entendía por qué; según sus cálculos y sus recuerdos, no debería haberle tomado más de media hora llegar, a lo mucho una hora si caminaba lo suficientemente lento como para dar un paso cada un minuto. Para empeorar la situación se había oscurecido casi por completo y el camino no tenía ni un solo farol, esto sin mencionar el frío que sentía cada vez más intenso sobre sí; froto sus brazos con sus propias manos al darse un auto-abrazo y se levantó para seguir su camino, tenía la seguridad de haber visto ese lugar, por lo que tendría que llegar en algún momento, y de no ser así al menos llegaría a la carretera si no se alejaba del camino.

Dejó escapar un pequeño estornudo y se estremeció en un ligero escalofrío, había caminado media hora más, de lo que tenía completa seguridad ya que había estado llevando la cuenta mentalmente mientras caminaba y ¡Era ridículo! Completamente absurdo, ya debería haber llegado a su destino y todavía no sucedía, lo que solamente hacía que el terror comenzara a apoderarse de su cuerpo más aprisa de lo que hacía con anterioridad; comenzó a respirar con dificultad a causa del miedo que sentía. Necesitaba relajarse.

- Respira... 1... 2.... 3.... 4.... 5.... 6.... 7... 8... 9...10... 9... 8... 7... 6... 5... 4... 3... 2... 1...

Empezó a contar del uno al diez, y luego del diez al uno, reiniciando la cuenta cada vez que llegaba a uno de los extremos; hacer esto siempre le había ayudado a tranquilizarse, una técnica que le había enseñado su madre y que ahora valoraba más que nunca. Dio una respiración profunda y a los cinco minutos había logrado relajarse por completo, en ese momento se percató de algo que hasta ese instante había ignorado por completo, tal vez por despiste o porque no quería admitir lo extraña de la situación. No escuchaba nada. No se sentían pájaros u otros animales hacer ruido; no podía escuchar el viento meciendo las hojas de los árboles, e incluso no lograba escuchar sus propios pasos al caminar.

Un golpe frío le recorrió la columna vertebral y aceleró el paso hasta encontrarse corriendo. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no podía escuchar?! ¡¿Qué estaba pasando?! ¡¿Dónde estaban sus padres?! ¡¿Dónde estaba?!

NO ESCUCHO

NO ESCUCHO

NO ESCUCHO

NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NO ESCUCHO NOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHONOESCUCHO

A estas alturas ya se encontraba llorando a mares en completa desesperación, la poca calma que había ganado con su ejercicio de respiración se había esfumado por completo. Se detuvo con la respiración agitada y mira en rededor sin lograr encontrar lo que tanto había estado buscando; se arrodilló en el suelo y comenzó a jalarse el cabello entre gritos que solamente en su cabeza podía oír, arrancándose mechones de cabellos, para luego dejarlos caer al suelo, ensangrentando sus manos y su cabeza palpitante por el daño que se infringía. Por más que gritaba nada ni nadie respondía, no importaba que tanto se desgarrase la garganta, las cosas no cambiaban y probablemente no cambiarían.

Resulta ser que aquel día de picnic había sido su último día bajo los rayos cálidos del sol. Cuando se recostó a ver su reflejo en el agua estuvo así por el tiempo suficiente hasta que su cuerpo y su mente se relajaron por el completo; al poco rato había caído en profundo sueño hundiendo la cara en el agua, lo cual devino en su propia muerte producto del ahogamiento.

Sus padres cuando fueron a buscarle para que fuera a comer se encontraron con su cuerpo frío tirado junto al pequeño riachuelo, sin vida, sin sonido, silencioso. Ambos progenitores habían gritado y llorado sin descanso hasta llegar a quedar sin voz. Llegaron los equipos de urgencias y se llevaron el cadáver sin demasiados rodeos, finalizando aquel picnic que iba a ser hermoso de la forma más abrupta, inesperada y ridícula que cualquiera pudiese imaginar.

Todo quedó en silencio, todo quedo oscuro, todo quedó muerto. Sus padres no volverían nunca y ya nunca nadie le escucharía. Su grito eterno y melancólico.

Aunque

Puede que si pongas atención, por las noches cuando escuches el silencio con tal de dormirte, puede que escuches algo más. Un grito fuerte e inaudible que clama por atención. 

Cuentos cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora