Capítulo I

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Capítulo I

¿La diferencia?

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El sofá de terciopelo rojo adornaba la sala de la no muy alegre casa de Samael.

Gregorio aún recordaba como que si fuese sido ayer cuando el mismo le había explicado todos los pecados que había cometido. Parecía un crío, pensó con las manos entrelazadas en el regazo, aún el corazón le carecía de malicia, por eso se comparaba con un niño, uno que apenas está conociendo el mundo, con el cual se puede utilizar ese proverbio de que: "Nadie nace como niño siendo malo"

Y llegó a la simple conclusión que de seguro así pasó con su mujer y sucedía con Samael, su corazón luchaba con apartar el mal.

Pero todos sabemos quién gana esa lucha.

-Samael ¿ya cuantos van?- preguntó ya sin piedad alguna, cansado de preguntar lo mismo cada nueve meses de gestación.

-¿Por qué simplemente no le preguntas a tu mujer?- siempre la misma respuesta.

-Pues, a eso iré- replicó algo enojado.

Lilith yacía en una cama con nuevas sabanas, el olor a óxido que era casi como su perfume, las lagrimas que nunca abandonaban su rostro. Gregori la miró con dulzura (dulzura que solo le entregaba a ella) y le limpió las mejillas enrojecidas. Para él siempre iba a ser una mujer bella, siempre iba a ser de ella una parte de su corazón. Entrelazó sus dedos los frágiles dedos de Lilith y los besó, a veces solo lo hacía por respeto, a veces era para demostrar que de algún modo él estaba allí.

Yo en lo principal veo este amor como impropio, sintiendo que a veces el Gregori no sabe la diferencia que hay en el amor, la necesidad y la lastima.

Pero lamentablemente ese había sido su primer error, o como él lo llama su primer amor y hasta su primer pecado.

-Mi reina, cómo has estado- ella soltó un pequeño sollozo entre sus labios, pero eso fue lo único, su rostro pasivo seguía de la misma forma que antes, sin decir palabras. Aún le rondaban recuerdos de cuando ella le sonreía mientras el le acariciaba como si fuera la única mujer en el mundo.

Y en su mundo eso era ella.

-Necesito que me quites esto- le miró y por primera vez Gregorio notó en su mirada deseo, deseos de poder crear, y deseos que nunca se harán realidad.

-No puedo, mi preciosa- ella le paso sus manos secas por el rostro ajeno.

-¿Por qué sigues a mi lado?- algo dentro de ella le hizo escupir tales palabras con rabia -No solo estas con una mujer que no te puede dar hijos. Ni siquiera puedo darte el placer que buscas, vigilante- ella nunca le llamo por su nombre mundano, y eso de alguna forma le hacía recordar quien era. -Eres muy ingenuo, tus ojos dicen demasiado, pequeño, apenas has cumplido los 5 años, no has pisado suelo que no ha sido tuyo- él le tembló el pecho al escuchar tal acusación, un poco lastimado, diría yo.

-Estoy muy enojado contigo, reina-

-¿Y cual es la diferencia?- se le cortó la voz al joven hombre. Mientras ella entrelazaba sus dedos uno por uno -Quédate-

-Yo solo quería preguntarte si él bebé...- ella le calló con la mirada.

-Necesito que me ayudes. Tu que eres muy observador- con esfuerzo se levantó de la cama.

Un bebé blanco como la nieve, frío de muerte, con labios azulados y pestañas cerradas.

Era hermoso, había pensado. Y proveniente de mi sangre A él no le dolía en lo absoluto eso, en realidad, ni siquiera sabía su significado, el significado de ser padre.

-¿Lo ves?- Lilith le sonrió al niño que creo como si realmente hubiera sido un logro -Miró a mujeres en la calle, con coches, paseando a esos hijos que nunca podré dar a luz- le pellizcó las mejillas -Con mejillas rozadas y labios pintados como los tuyos-

Él le miró cansado de mirar a la criatura inerte entre sábanas.

-Tu eres el indicado, tu eres mi acompañante ¿Verdad?- dijo la muy desvergonzada.

-Si, mi señora-

-Vas a hacer mis sueños realidad, vigilante- sonrió -Vas a tener a otras mujeres-

-¿Cuál es la diferencia?-

-¿La diferencia?- pensó un poco -Que ese niño será mío-

Los labios de Gregorio se volvieron una línea fina.

-Entonces vámonos-

CayendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora