Capítulo II

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Capítulo II

Capítulo II

Pequeña

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Siglos después

Roma, Italia

El vestido azulado le colgaba del cuerpo, ajustándose a partes de su cuerpo de las cuales aún se estaba acostumbrando.

Su madre le había obligado a ir a una de esas fiestas, que celebraban por el Papa, como buena hija tuvo que aceptar a las peticiones de su madre por buscar un hombre, le replicaba que no quería una hija solterona o simplemente no le iba a dar unos cuantos nietos.

"- Os sois una mujercita ya- le replico con voz tan aguda que podía quebrar cualquier cristal -Y no quiero a mujercitas sin marido, ni mucho menos viviendo en mi casa-"

Lo irónico era que apenas cruzaba los 15 años de edad y exactamente, esta no era una joven enamoradiza como lo habían sido sus hermanas.

Camino por la calle vacía, evitando a toda costa la dirección que su madre casi le había anotado en el antebrazo y siguió bajo la luna llena, pensando en lo vergonzoso que sería llegar unos años más, sin presentarle un novio a su familia.

-Pero no le creas esas patrañas a tu familia- aquel joven se cruzaba de brazos y se recostaba en la larga pared de piedras -, son solo cosas sin sentido alguno-

-¿Quien lo dice?- él ladeó la cabeza un poco

-¿Tu sombra?- ella no pudo evitar sonreír. Los rumores corrían por el lugar, hombres despiadados que tomaban las virtudes de niñas y luego eran brutalmente asesinadas, moretones y mordiscos en pieles vírgenes y embarazos de hombres que nunca llegaron al altar con tal muchacha. -¿Quieres jugar?- embozó una sonrisa al ceño fruncido de aquella muchacha. -Me han dicho que hay juegos muy divertidos, para niñas como tu- un escalofrío le bajo por la columna.

-¿Acaso te han mandado a seguirme?-

No hubo respuesta alguna.

-¿Por qué quieres jugar conmigo?- preguntó

-Issabel... ¿No te han enseñado que no se habla con extraños?-

Ella se giró extrañada, mirándole el resplandor de sus extraños ojos dorados.

-No- él volvió a soltar una melodiosa carcajada.

-¿No? Pues deberían-

...

Tic, tic, tic.

Los tacos de Lilith resonaron por todo el sitio, andaba con unos de sus tantos vestidos acompañados del ajustado corsé, de terciopelo rojo. Y el ángel movía el whisky con hielo que cargaba el pequeño vaso de vidrio. El demonio les miraba realmente preguntándose que había en la cabeza de esos dos cuando en realidad, lo único que se encontraba eran pensamientos vacios y sin sentido.

-¿Cómo pudiste hacer eso?- le preguntó Gregorio y Samael le miró con una mueca en los labios

-Solo me pareció divertido- parecía una broma y una bien pesada.

-Claro- respondió con ironía Lilith tapando al ángel -No es un juego, ya le revisé las marcas a la niña, ¿eso de estar dejando huella es cada vez mejor?- le miró asqueada -Vi los mordiscos-

-No es un juego- repitió Gregorio -Hemos sido demasiado cuidadosos con nuestras presas, los cuerpos, las señales y luego vienes tú y las maltratas-

-No les damos amor real... trató de explicarles

-No les damos amor de ningún tipo, de alguna forma lo que haces es matarlas y violarlas ¿Suena bien eso?- alzó las cejas -Ella está viva, lo sintió todo y te juro por tu mald...

-¿Padre?- el pequeño de rizos rubios asomó la cabeza por la puerta del estudio y Gregorio dio un suspiro, le abrió los brazos a la pequeña criatura y le dio un tierno beso en la mejilla. Lilith le miro molesta.

-¿Qué pasó, pequeño?- Gregorio siempre se había mostrado alegre y cariñoso hacia la pequeña criatura que había crecido en el hogar, Lilith le había dicho que quería un hijo y él lo busco en otra mujer, la cual murió por él y le cumplió a medias el sueño a la inmortal. La muy desgraciada al ver que el niño ni siquiera le buscaba lo abandonó y dejo en brazos de su hombre. La muy descarada, pensó Gregorio, cuando había descubierto el amor ella se la quito de los brazos, porque también ella era egoísta y no le gustaba compartir a nada, ni a nadie, lamentablemente, al Gregori le costaba ya entenderla, cuidarla o al menos quererla, ya había pasado esa etapa, la etapa donde era un joven demasiado ingenuo y le servía a esa "dama" como si en realidad lo que decía era cierto.

Ya todo había cambiado y Gregorio había sido como cualquier otro humano no uno muy fiel a la iglesia pero realmente en esta época todo el mundo era fiel a lo que fuese y ya según lo que había vivido, era más fácil ser fiel a una sola cosa y aunque de alguna forma se sentía traicionado, siempre confiaba en Dios como su aliado.

-Mañana la mataremos-afirmó ella mientras él niño le lanzó una mirada del mismo color que la suya. -Tienes a ese niño malcriado-

-Oh vamos, deja los celos- él le alborotó el cabello a su hijo y nunca pensó que esa iba a ser la última vez que le besaría la frente o le daría su ultima bendición, solo por costumbre, porque había aprendido en los últimos 5 años a amarlo realmente, como un padre y que le hizo hacer entrar en razón sobre la mujer que yacía a su lado.

Por eso cuando al día siguiente las mejillas de su hijo ya no eran rosadas y trato de que a su corazón no le fallaran los latidos, mientras tomaba sus cosas y corría por el largo pasillo.

-¿Issabelle?- él ni siquiera estaba seguro de su nombre pero ella alzó la mirada.

Llena de esperanza.

Él la tomo del brazo, jalándola por la puerta trasera y le cubrió los labios con una mano siseando que estaría bien, pensando que de algún modo había lastimado su frágil esencia, la niña tenía la piel tan blanca que al leve apretón ya le había dejado marcas.

Ella no las había notado.

Seguía observándole el perfil al ángel, mientras respiraba entrecortadamente, estaba obviando que tenía una marca de sangre seca en las manos y que de alguna forma no le había manchado a ella.

Era precioso, nunca había visto a un humano tan hermoso.

-Deja de pensar eso- le susurró en las penumbras -Necesitamos salir de aquí, no te pueden hacer nada-

Ella no respondió por temor más que nada.

-No quiero que hagas lo mismo que él me hizo- por un momento se sintió lastimada. Y a Gregorio se le nublaron las palabras.

-No te sucederá nada Issabelle- le tomó su nuca con su delicadeza inhumana -Yo no soy la bestia que te toco enfrentar.

Débil, vacía y sintiéndose mal consigo misma decidió asentir ligeramente y tomarle de la mano aunque aun le dolieran los maltratos.

-Confía en mí- le peino los rizos alborotados -Que prometo cuidarte y mis promesas son para siempre-

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Hola, soy su escritora.

Un gusto preciosos.

Voy a tardar un tiempo en publicar puesto que he comenzado la escuela.

Aunque son pocos, gracias por leer mi novela, estoy comenzando, no soy famosa en WP para nada.

-Se sonríe-

Me gusta amores ver los números crecer de lecturas, me hincha el corazón, los quiero mucho.

Gracias por todo.

CayendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora