La bailarina y su autora

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¿Crees en la libertad?, ¿si estás fisicamente atrapado puedes ser libre?, claro que puedes, ¡es una pregunta estúpida! ¿el amor te hace fuerte o débil?, ¿por qué el odio se siente tan bien?, ¿cómo se sentía caminar sin zapatos por el pasto?, ¿está bien extrañar más la lluvia que el sol?, querer más a los animales que a las personas... pensar en él, pensar en ella.

Aunque el tiempo no tenía significado para ella de todas maneras parecía sentirlo pasar en su ser. Otro efecto secundario de estar encerrada por quién sabe cuánto tiempo, no es como si ella intentara llevar la cuenta.

Había cosas que extrañaba contra su voluntad y cosas que se negaba a admitir que necesitaba, pero arrepentirse era inútil y de todas maneras ella no creía en el arrepentimiento, ni en el miedo, ni en el olvido.

No se arrepentía de las decisiones que la llevaron hasta ahí, a vivir confinada a una habitación sin ventanas con una sola salida imposible de alcanzar. A veces miraba el espacio abierto del techo con deseo, a veces lo miraba llena de odio y a veces se burlaba de él como si fuera un ente con vida y no un hoyo demasiado alto para servir de salida.

Cada cierto tiempo escuchaba voces pero nunca lo suficientemente cerca como entender lo que decían así que prefería pensar que era el murmullo de la lluvia, porque ese sí era un sonido que anhelaba escuchar.

Nunca veía a nadie. Nadie se asomaba y era lo mejor, porque podría matar a quien se acercara lo suficiente.

Se había acostumbrado a estar sola y odiaba las costumbres. En ese momento odiaba todo... o eso quería creer.

No sabe si era noche o día cuando la escuchó, pero reconocería esa voz en cualquier lugar, en cualquier tiempo, dormida o despierta, en medio de una tortura o mezclada con música. Se le atrancó la respiración y se odió por eso, por el deseo de lo que no podía tener, se odió por lo mucho que quería que fuese ella y soltó un grito que rasgó el silencio pero no la hizo sentir mejor y lo odió también.

Lo peor fue que esa no fue la ultima vez que la escuchó. Nunca había sido particularmente buena para diferenciar la realidad de su mundo pero sentía que desde que volvió a escuchar su voz ya no quería saber la diferencia, así que cuando la vio, por un momento o dos pensó que la estaba imaginando.

-Hola- Dijo desde arriba, con una voz más tímida que la usaba en sus sueños, se había asomado por el hueco del techo y la miraba con fascinación, como si nunca antes la hubiera visto, como si no conociera su alma.

La prisionera le devolvió la mirada fijamente, estudiándola. Ella había cambiado, su cabello estaba mucho más largo de lo que recordaba, caía en hondas hasta casi llegar a su cintura y recordó vagamente que Ella había dicho que nunca lo iba a dejar crecer tanto otra vez, llevaba un vestido amarillo aunque Ella odiaba el amarillo, pero sobre todo, la miraba como si no la conociera y eso es lo que más extraño se sentía, lo que sobre todo estaba fuera de lugar.

Si la estaba imaginando no se la iba a imaginar mal.

Pero no podía ser, Ella no podía estar ahí, ¿o sí?

-¿Luna?- Preguntó y le sorprendió lo ahogada que sonó su propia voz, Ella frunció el ceño, confundida y era una expresión tan suya que su corazón dolió
-¿Luna?, eh, sí, hoy salió la luna, siento mucho que no puedas verla pero está enorme, me encanta cuando está así. Eres muy bonita-

Ella se veía tan suave y por primera vez en mucho tiempo se preguntó cómo se vería, se preguntó qué había cambiado en su apariencia, se preguntó que es lo que reflejaría.

-¿Te gusta la luna?- Preguntó Ella desde arriba sin saber todo lo que había causado, sin recordarla
-Sí- Respondió la prisionera desde abajo ocasionando que Ella sonría y odiando lo que esa sonrisa la hizo sentir
-A mí también, pero lo que más amo es el sol, los días azules donde el sol brilla y casi puedes saborearlo en el aire. Me gustan tus ojos, son muy grandes, ¿tienes un nombre?-
-No- Dijo pero realmente quería gritar que sí, que Ella lo sabía como la prisionera sabía el de Ella
-Oh- Respondió pensativa y algo entristecida- Yo tampoco tengo uno pero me dicen Emily, ¿te gustaría llamarme así?-
-No- Volvió a decir, ese no era su nombre y se negaba a llamarla de una forma que no la definiera
-Esta bien, ya me tengo que ir pero regresaré a verte mañana. Chau-
-No digas chau, di adiós-
-No me gusta decir adiós- Dijo Ella y le hizo soltar una risa desesperada porque la prisionera ya lo sabía pero no se lo quiso decir, simplemente la dejo ir.

Mentiría si dijera que no esperó su regreso y por primera vez, intentó contar el tiempo. Contra todo pronóstico, Ella regresó.

-Sí que pareces una muñeca- Fue lo primero que le dijo, mirándola con dulzura y aunque era una linda forma de ver a alguien así no era como Ella solía mirarla
-¿Sabes quién soy?- Preguntó sin poder contenerse
-Eres la prisionera- Respondió Ella sin rastro duda y algo dentro de la prisionera se rompió
-No, yo estoy prisionera pero eso no es quien soy- Respondió porque a Ella le gustaban las respuestas y la prisionera no la había olvidado
-Entonces ¿quién eres?- Ella no debería tener que preguntar, pensó con amargura y no respondió- Baila para mí

El pedido la tomó por sorpresa y buscó en sus ojos un signo de reconocimiento pero no lo encontró

-Ya no bailo- Respondió enojada
-¡Sí que bailas!, siempre bailas, se nota cada vez que te mueves. Baila para mí- Volvió a pedir

Se miraron a los ojos un momento y entonces, bailó.

Bailó lo que no podía decir, bailó los recuerdos y las memorias perfectas, bailó los toques furtivos y las sonrisas escondidas, bailó las carcajadas y los secretos compartidos, bailó las lágrimas de felicidad y el amor del alma.

Bailó la libertad. 

Y luego se quedó en silencio, mirándola.

-Me recuerdas a alguien- dijo Ella maravillada- Pero ojalá supiera a quién-

Ninguna dijo nada más esa noche. Las palabras sobraban, pero desde ahí, Ella la visitó todos los días, siempre con el mismo pedido.

-Puedes ser la Bailarina- Dijo Ella una noche - Ahora sé que no eres la prisionera pero puedes ser la Bailarina, si quieres-
-Sí quiero- respondió - y tú puedes ser la Autora, si quieres también-
-Sí quiero, porque al verte bailar siento que no necesito un nombre para ser alguien y porque aunque no puedes salir yo puedo contarte historias de lo que pasa en el exterior y como no sabes si miento o digo la verdad, puedes elegir creer en mí- 

Entonces la Bailarina bailó mientras la Autora la miraba como si casi pudiera recordarla y todo lo que eran juntas.

A veces la Autora la miraba como si quisiera descifrar lo que bailaba, como si quisiera alcanzar algo que estaba cerca pero no lo suficiente, como si sus pasos escondieran un tesoro.

Cuando la bailarina terminó su danza de esa noche no resistió la tentación y dijo

-Si es contigo que salte...-
-...No tengo miedo a caer - Completó la Autora y sus ojos se llenaron de lágrimas de repente-¿Por qué sé eso?- Preguntó con la voz rota. Porque eres mi Luna y yo soy tu sol, quizo responder. Pero en vez de eso dijo
-Baila conmigo-
-Yo no sé bailar- Respondió la Autora confundida, todavía con los ojos llenos de lágrimas
-Sí sabes, baila conmigo- al ver la Autora no se movía, preguntó -¿Confías en mí?
-Sí, Bailarina-
-Entonces baila conmigo-

Y así la Bailarina se puso de pie y bailó su alma para la Autora para que ella sepa que era suya, y que podía bailar su alma también, no intentó mirarla bailar encima de ella, simplemente la sintió como podía sentirla solo a ella, ¿ves que eres mi luna? Le dijo sin palabras y sintió cómo en ese momento, mientras bailaban, era su sol.

Y hasta que la una pudiera ser libre de su prisión física y la otra libre de su presión mental, la Autora seguiría visitando a su Bailarina, y se llenarían de historias y de danza y se amarían a pesar de sus prisiones.

Mientras el tiempo y el olvido sin significado seguían pasando inexorables, la Autora seguía visitando a la Bailarina y esas noches en las que bailaban juntas; ambas eran libres.

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⏰ Última actualización: Apr 22, 2019 ⏰

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