Saco la llave del bolsillo, y en la penumbra, intento acertar en la cerradura de la puerta.
Giro la llave y aunque intento no hacer ruido los engranajes suenan como un trueno en medio de la noche.
Al entrar nadie saluda y cierro la puerta tras de mí.
Llego como puedo a mi habitación y me dejó caer sobre la cama, es tan agradable...
Por el contraste de temperatura parece estar caliente aunque sé que en unos minutos mi percepción cambiará. Me gustaría poder experimentar esa sensación..., pero no tengo tiempo para llegar a percibir el frió que acabara inundando mi cuerpo.
Me levanto, poco a poco y me quito la ropa, despacio. Me gusta sentir la caricia entre la prenda y mi piel.
Quiero y debo hacer tantas cosas... que al abrir el armario me tropiezo y la ropa que llevaba en mis manos cae al suelo, y yo con ella.
Quedo de rodillas y no soy capaz ni de sentarme ni de ponerme en pie. Simplemente permanezco ahí, inmóvil.
Mi cuerpo toma una bocanada de aire y finalmente desciende hasta reposar mi frente sobre mis brazos.
Cierro mis ojos y respiro, profundo, dejando que mi mente de un paso atrás y deje de juzgarme.
Como si despertara de un sueño, vuelvo a ser consciente de donde estoy, de mis pies fríos y mi cuerpo desnudo.
Poco a poco abro los ojos y veo la ropa a mi alrededor, y el armario abierto. Entumecida por el frió recojo las prendas caídas y me levanto.
De pie, cierro mis párpados y al abrirlos, ante mi, una calle bulliciosa en la que todos corren y nadie repara en la pesadez de sus pies se extiende.
Por suerte, tú, que sabes que solo necesitaba unos minutos para volver a levantarme, me das la mano y me preguntas si soy feliz, te respondo con una sonrisa y volvemos a correr entre las calles sin querer llevar un rumbo fijo.
