Parte 2. ¿Dulces recuerdos?

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Julia abrió los ojos, había dormido bien pero estaba un poco confundida, su sueño parecía tan real; salió sobresaltada de la cama al ver que sus muñecas tenían las marcas de los grilletes.
¡Fue real! - pensó horrorizada - Estuve encadenada, fue hacia el espejo para revisar su cuello y justo después de ver los moretones desvió la mirada, la taza de té humeante en el buró se reflejaba en el espejo y la maraña de recuerdos comenzó a tomar forma.

Estaba sentada en la cocina observando como su abuela preparaba un té.
Es bastante fuerte, recuerda no beberlo hasta que en verdad estés lista para volver, es muy efectivo, te quedarás dormida y justo en ese momento te encontrarán, una vez que lo bebas no habrá vuelta atrás y entonces, tendrás que regresar ¡Julia! ¿Me estás escuchando? ¿Entiendes lo que te digo? - dijo con un susurro duro. La joven asintió al mismo tiempo que tomaba la taza de té con ambas manos y la llevaba a sus labios carmesí, no sabía con exactitud lo que le esperaba después de beber el té pero seguro cualquier cosa era mejor que estar en esa prisión con ese hombre que en realidad era un monstruo.
Cuando vio a ese joven por primera vez pensó que no sería tan malo casarse con alguien mayor y a quien no conocía, imaginó que su vida sería perfecta como hasta el momento. Julia era la favorita de su padre, su rebeldía la hacia diferente a sus 4 hermanas sin embargo, su futuro esposo no pensaba lo mismo.
Cerró los ojos mientras bebía, con la mano izquierda tomó la tela suave de su vestido, recordó el olor de las flores en el jardín, amaba el olor del jardín cuando llovía, ese era su lugar de escape después de tener cualquier encuentro con ese monstruo, era tan guapo por fuera pero, por dentro su alma estaba putrefacta. Dejó la taza de té y bajó las manos para levantar el faldón y sentir las cicatrices de sus piernas. ¿Las marcas van a ir conmigo? - preguntó con tono triste - Claro que no mi niña, ninguna cicatriz irá contigo; ven vamos a tu habitación.
Comenzaron a caminar cuando sus ojos eran cada vez más pesados, hierros en las pestañas, respiración tranquila.

- Vamos mi niña, tenemos que llegar a tu habitación
- No puedo hacerlo, el sueño me vence
¿Qué están haciendo? ¿Qué le diste de beber? ¡Julia que hiciste!
¡Ella me pertenece! - Sus ojos parecían encenderse como el fuego, miel ardiente.

Una bofetada en la mejilla izquierda fue lo último que Julia sintió.

Tal vez en otra vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora