Prólogo.

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Eran quizá esos besos los que decidían sus acciones por ella. O eran tal vez sus palabras las que controlaban su sentir, sometiéndola a completa merced del mayor. Sin duda, era algo maravilloso. Sentía mariposas; esas mismas malditas mariposas eran las responsables del querer doblegarse en el piso y rogar por que jamás se termine ése manojo de emociones.

Las manos de Hyakkimaru, recorrían el costado izquierdo del rostro de la menor; la suavidad de éste se volvió reconfortante para el mayor, que no podía evitarse en tocarle y apaciguar su alma.

— Ya no finjas Aniki... Deja de mentirme...

—¿Mentirte? — Preguntó extrañado.

— ¡Deja de mentirte a ti mismo! — La voz entrecortada de Dororo, se levantaba cada vez en tono. — Deja de hacer como si nada pasara, como si las cosas no te afectaran... Siempre te dices ser el culpable de todo cuando en realidad no es así...

Los ojos de Hyakkimaru, poco a poco se abrían cada vez más. Las palabras de la adolescente, sin duda le abofetearon mentalmente.

Dororo se quebrantaba. Y se sentía basura al no poder hacer nada para ayudar a su "hermano".

— Me dices que no me rinda cuando en realidad tú lo estás haciendo... — Hyakkimaru, pudo sentir un rastro de humedad en su mano que yacía en el rostro de Dororo; ella empezó por derramar lágrimas. — Es verdad que nacimos para morir... ¡Pero no sin antes habernos encontrado a nosotros mismos!  ¡Estamos tan cegados que no vemos lo hermosa que es la vida! Desde que te conocí no estás solo... Y... Me lastimas, me lastimas cuando sigues diciendo que estás solo aún cuando me tienes al lado.

—...— El joven comenzó a sentir un nudo en su garganta que le impidió siquiera hablar.

— ¡DESDE QUE TE ENCONTRÉ NO VOLVÍ A SENTIRME SOLA! — Fue casi como si gritara. Desahogó las emociones reprimidas que le impedían ser libre anteriormente. Hizo una pequeña pausa antes de continuar. Las lágrimas se volvían abundantes. —Y en cambio... — Dororo pasó su pequeña mano sobre su ojo izquierdo, el cuál limpió de la humedad causada por el sollozo.

— Dororo... — La interrumpió. Ahora, ambas manos de Kagemitsu, se posaron sobre las mejillas de la contraria, atrayéndola hasta su rostro, para así apegarse de frente con ella, acortando la distancia entre ambos. Alcanzó a apreciarse un rubor en el rostro de la más pequeña; aquél inocente bochorno que solía aparecer cada vez que le tocaba.

Hyakkimaru estaba sonriendo.

— Es gracias a ti, que aún no me he rendido. — Susurró el mayor. — Y mientras te tenga... No lo haré jamás. Tú tienes mi corazón.

El joven acercó aún más el rostro ajeno hacia el propio. Su objetivo se volvió el moflete, para enterrar en él sus labios y dejar un pequeño ósculo. Fue rápido, diminuto, pero muy significativo en sentimientos para la menor. No comprendía. Estaba emocionalmente hecha un caos. Parpadeó un par de veces con un toque de confusión en su mueca.

Aún así... Dolía.

иαcεя ραяα мσяιя. 〘 нчαккιмαяυ χ dσяσяσ 〙 百鬼丸 ↻どろろDonde viven las historias. Descúbrelo ahora