La suela de los caros zapatitos de la delicada niña de a penas doce años, impactaban en la madera bien pulida del suelo perteneciente a la costosa casa recién comprada por su madre. El olor a nuevo en aquél lugar era profundo. La pequeña corría por el pasillo que atravesaba la sala, y luego la cocina hasta llegar al jardín; observó entusiasmada el exterior y quedó enamorada por la belleza de las flores que allí habían: hermosos rosales de todos colores; blancos, rojos, rosados y pintos con bellos botones decorándolos. Habían también, preciosas camelias blancas, que terminaban por adornar más gentilmente la naturalidad del jardín. Divisó también árboles de cerezo que aún no florecían. Y así mismo, había una pequeña fuente, con un estanque en el que habitaban algunas ranas y sapos; animales que la niña adoraba. Una sonrisa en su rostro se plasmó en seguida, pero... Le faltaba algo según la pequeña Dororo: Girasoles. Si bien le encantaban las flores, de todos, los girasoles eran sus preferidos, más que nada por el significado y sencillez de estos; siempre eran gigantescos y veían directo al sol y según se decía; representaban la esperanza. Ella se identificaba con aquellas ornamentas.
Se dio la vuelta y corrió hasta su madre quien hablaba con los hombres que ayudaban a cargar sus vienes durante la mudanza, dándoles indicaciones para que acomodasen sus pertenencias. Ella era una mujer joven, alta, hermosa, de un cabello largo azabache, rebelde pero con suavidad. Sus ocelos negruzcos eran atractivos, con pestañas frondosas y largas: Ojiya, ése es su nombre. Madre e hija eran idénticas. Ambas deslumbrantes y bellas.
—¡Mamá! — Le llamó, y la susodicha prestó atención a su hija.
—¿Si, Dororo?
—No hay girasoles en el jardín.— Encaró. —Me mentiste, dijiste que los había.
— Dije que los podría haber. Puedes plantarlos tú misma o podemos llamar a un jardinero para que lo haga si no quieres. — Reflexionó en un par de segundos. — Mmh... O podemos hacerlo las dos juntas. ¿Qué dices, Dororo?
—Lo haré yo misma. — Habló orgullosa.
— ¿Segura? Bueno, de ser así te llevaré más tarde para comprar algunas semillas entonces. — Sonrió la mujer con dulzura. — ¿Qué te pareció la nueva casa?
— ...Es muy grande para dos. — Pudo oírse melancolía en ella.
Aquello no pasó desapercibido para su madre, quién se puso en cuclillas para estar a la altura de su hija. Posó una de sus manos sobre la cabeza de la mencionada, y empezó a reconfortar con caricias maternas. — Sé que es difícil... Pero te acostumbrarás a ésta vida. Empezaremos desde cero nuevamente. Seguro en la escuela harás nuevos amigos y te irá de maravilla. Eres muy buena en eso, todos te adorarán. — Y su mamá dejó un pequeño beso en la frente de la pequeña. — Ahora, anda a desempacar y después iremos a comer algo, ¿qué dices? Te llevaré a donde quieras.
Dororo asintió un par de veces ante la propuesta de su madre, y se dirigió en seguida y sin rechistar hasta su nueva habitación, para hacer tal y como se le ordenó.
No era fácil para la niña iniciar nuevamente "una vida" ellas venían desde Osaka, para mudarse a la ciudad de Sapporo. Extrañaría su vieja ciudad, sus viejos amigos y los recuerdos que vivió ahí con su padre.***
— Dime, Dororo, ¿ya decidiste de qué color querrás que sea la pintura de tu habitación?
— Mhm... Verde. Me encanta el color verde. — Responde en seguida.
Ambas desempacan algunas maletas repletas de ropa, y demás pertenencias que empezaban por ordenar en el armario de Dororo. Su madre, sacó un encantador uniforme de marinero para niña, de un color negro, con un lazo rojo para el cuello, que estaba en un gancho y cubierto por plástico.
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иαcεя ραяα мσяιя. 〘 нчαккιмαяυ χ dσяσяσ 〙 百鬼丸 ↻どろろ
Fanfiction"Ambos sabían que amar significaba morir". La delicadeza de la vida suele pasar desaparecida a menudo ante los ojos de las personas; el significado del amor, llega tempranamente a la pequeña Dororo: quien a sus doce años, conoce a Hyakkimaru; un est...