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Ya 9 de Agosto, mi cumpleaños, y era difícil comprender todo esto. De pequeño miraba a mi alrededor y podía ver muchas familias que por desgracia estaban separadas, pero en cuanto a la mía yo la admiraba y decía: "Amo que mi familia esté unida". Ahora después de todo esto lloraba, lloraba de una manera que hasta los días de lluvia me envidian del agua que brotaba y caía de mis ojos.

Volviendo con la historia, mas triste me ponía saber que no podía ver a mi abuelo en mi día especial y que para verme tenía que asomar su cabeza por el vidrio polarizado del auto y mirarme soplando las velitas.

Esto ya se ponía cada vez mas tenso para mí y no soportaba tanta tristeza en mi vida, asi que dejé enfriar las cosas y me aparté del tema.

Yo por mi parte seguía con mi vida, como podía,  pero la seguía. En cuanto al colegio me iba pésimo y las notas iban cayendo como hojas en otoño y mis padres lo único que hacían era hacerme sufrir verbalmente.

La depresión volvía y sabía que nada podría volver como era antes. Estaba desganado de todo, hasta de respirar.

Una noche colapsé cuando llegó una llamada, atendió mi padre y noté su cara pálida, sin alma, sin nada. Me fui corriendo y agarré el teléfono para escuchar lo que estaba sucediendo:  -Usted es el señor Ezequiel ?- dijo esa persona desconocida.  

-Si, que pasó? -respondió

-Le informamos que su padre sufrió un paro emocional debido a demasiado estrés. -

Cuando oí esas ultimas palabras largué a llorar sin que nadie lo supiera y mi padre,  por su parte, no respondió y estreyó el teléfono contra la pared.

Lo mas feo fué que nadie lo iba a ir a visitar al hospital salvo su novia y nadie mas.

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