Cap. 8. Encerrado.

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Mo Guan Shan llegó al trabajo como cada día, saludó con un hey! a sus compañeros y se fue a buscar al chef para que le informara de lo que había de lavar, cortar y preparar para la hora de la comida. No mantenía una relación amigable con sus compañeros de trabajo pero tampoco buscaba el enfrentamiento, ya no era un adolescente con las hormonas revolucionadas deseando aparentar ser el más gallito del corral.

Estuvo cerca de una hora pelando y cortando verduras y hortalizas cuando una fuerte explosión se oyó proveniente de la calle y después un chirrido de ruedas y un golpe seco metálico contra el asfalto. Todo el personal de cocina, compuesto por cuatro trabajadores se giraron de golpe y el chef, como figura de autoridad fue a abrir la puerta para preguntar al personal de sala qué había ocurrido.

Lo que se encontró fue que los camareros estaban tendidos en el suelo mientras un humo gris se propagaba por todo el local entrando en la cocina y haciendo caer al resto en un estado de inconsciencia. No pudieron hacer nada, el humo fue rápido y efectivo. En pocos segundos, las tiendas más cercanas al accidente y los transeúntes que desgraciadamente pasaban por allí quedaron expuestos. El humo por suerte se diluyó rápidamente en el ambiente sólo quedó un reguero de medio centenear personas tendidas en el suelo mientras la gran masa de gente que hacía vida en los pisos del vecindario o trabajaba en los bloques de oficinas salían corriendo del lugar.

Los civiles empezaron a llamar a la policía informando de una explosión y un camión cisterna con personal militar volcado en la acera, todo parecía ser un acto terrorista así que el gobierno movilizó a los militares para que declararan el estado de emergencia y de excepción para así evitar que se filtrara información no controlada por las autoridades.
El capitán Chan Mao se puso a cargo de este dispositivo. El nombramiento de este capitán se decidió por su alta trayectoria en operaciones especiales y de alta complejidad. Le dieron una única orden: Nadie debía saber qué había en el camión cisterna.

Junto con el capitán se designaron 3 tenientes, los tres muy especializados en misiones secretas y de alto rango, uno de ellos temido por todos los soldados por su lata crueldad, el teniente Li.

Llegó el destacamento militar en varios jeeps y camiones y procedieron a contar las víctimas esparcidas por las calles y los locales. Los dispusieron dentro de los camiones y abandonaron con ellos el área dejando a los soldados haciendo guardia para impedir el paso del personal no autorizado. La idea era hacer creer que se estaba trabajando en ello, para dar tiempo al gobierno a urdir un engaño que mantuviera a la población fuera del lugar durante el tiempo que consideraran oportuno.

Los soldados entraron en todos los locales y peinaron cada milímetro de la zona para asegurarse que no había nadie que quedara atrás ni consciente ni inconsciente. Realizaron el registro del medio centenar de personas a las cuales el gas les había afectado incautando la documentación, portátiles y teléfonos celulares. Además, bloquearon todas las señales de las cámaras de seguridad para que nada fuera grabado. 

EL listado final fue entregado al teniente Li, que repasó la secuencia de nombres hasta detenerse en uno en especial. No podía creer haber tenido tanta suerte, una pequeña cucaracha había sido atrapada y pensaba pasárselo muy bien a su costa. Iban a tener mucho tiempo para volver a jugar juntos.
Su boca se curvó en una sonrisa macabra que heló al sangre del soldado que de pie seguía esperando sus órdenes.

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Mo se despertó con un dolor de cabeza insoportable que le martilleaba las sienes, por suerte, la sala donde se encontraba estaba en penumbra y aunque no podía ver la totalidad del espacio, sus ojos no tardaron en adaptarse. La sala mediría unos 8 metros cuadrados a lo sumo, con una puerta en la parte más alejada de la cama donde estaba tendido. La puerta disponía de un enrejado en la parte superior y en la parte inferior que es por donde entraba la poca luz que iluminaba el habitáculo. Además, al lado de la camastro había un inodoro y un lavabo para el aseo, a buen seguro que de una celda se trataba.

Intentó levantarse pero descubrió que estaba atado de pies y manos,  su ropa de trabajo había sido retirada y llevaba puesto un conjunto compuesto de pantalón y camisa muy holgados. Miró a su alrededor pero no distinguió a nadie cerca suyo.

Poco a poco fue recuperando parte de sus recuerdos. El fuerte ruido, el humo y cómo se fundió en negro todo a su alrededor. Oyó unos pasos, pensó en gritar que le soltaran pero en el último momento se mantuvo en silencio a la espera de saber quiénes eran esas personas, amigos o enemigos. Un sonido de llaves lo alertó, estaban entrando en su celda, el chirrido de la puerta al abrirse le erizó la piel de los brazos. Se mantuvo quieto mientras dos figuras hablaban:

- Parece que aún no ha despertado.

- Deberemos espabilarlo, el resto ya despertó.

- Eh! Tu! Levántate.

Mo Guan Shan no se movió.

- Te dije que te levantaras, ¿no me has oído? – dijo el soldado mientras lo tomaba del hombro.

Shan aprovechó para darle un cabezazo y morderle en el brazo, no se dejaría dominar por nadie. Se oyó un grito que retumbó en la instalación. El otro tipo corrió a ayudar a su compañero a soltarse del mordisco. Cogió del pelo a Shan mientras le gritaba que lo soltara o le iría peor las cosas. La celda se llenó de gente que alertada fue a ver qué ocurría y alguien prendió la luz.

Entonces Guan Shan se percató que iban uniformados.

- 'Mierda' – pensó.- 'Ahora sí que la he cagado'-  y soltó al soldado al cual mordía que cayó de espaldas mientras se sujetaba el brazo teñido del color de la sangre.

- ¿Qué ocurre aquí? – se oyó desde el fondo de la celda, acababa de llegar una última persona que con voz de autoridad se dirigió al resto. – Muévanse y salgan. – y todos los soldados excepto los dos encargados de despertar al pelirrojo salieron apresuradamente – ustedes dos - se dirigió a ellos - largo también – mientras el soldado que no había salido herido salía, el segundo se levantaba del suelo – vaya a la enfermería soldado -  le dijo en cuanto vio su brazo sangrando.

En cuanto todos salieron, cerró la puerta detrás de él para que nadie entrara y se acercó a la cama donde un asustado pelirrojo lo miraba con ojos de terror.

- Vaya qué tenemos aquí, si es mi querido compañero – soltó sonriente.

- No, no puede ser ... She Li.

- No te preocupes pelirrojo a partir de ahora yo te cuidaré – dijo limpiando con el dorso de su mano las manchas de sangre que tenía el otro en la mejilla.

Y Mo Guan Shan pensó que no podría irle peor en la vida, She Li lo tenía atrapado en aquella celda.

5 AñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora