II

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Hoy las cosas son diferentes, nunca iguales desde aquel día hace 30 años exactos, ese día cambio a cada persona de la ciudad y más a los que vivían como vecinos de los Milán. Mi papá era muy amigo del señor Elí Milán, y él siempre me contó que era un buen hombre, incluso después de ese día, de la noche del 23 de julio de hace 30 años atrás.

La policía tenía dos patrullas frente a la casa de los Milán, la noche anterior se reportó mucho ruido y era labor de ellos efectuar el debido regaño. El funcionario Ramón Álvarez con tres oficiales más llevaban unos diez minutos tocando el timbre sin repuesta, y no la esperaban de todos modos, puesto que suponían que la ruidosa fiesta del día anterior los tenía cansados y eran apenas las siete de la mañana de aquel día, así que decidieron volver dos horas más tarde, esa mañana el clima estaba extrañamente nublado, el sol característico de la región zuliana había decidido descansar y ese ambiente refrescante y de brisa suave tenía perezosos incluso a los estrictos policías de San Rafael. Era un cuarto para las nueve cuando el funcionario Álvarez con esta vez un solo compañero, llegaron a la casa de los Milán, su visita llamo la atención de los vecinos quienes habían olvidado lo estricta que es la policía aquí antes de hacer el reclamo, el oficial verifico que la puerta del frente de la casa no tenía seguro, era grande, el pórtico tenía la puerta principal y una gran ventana a su izquierda que por el modelo de las casas suponía ser la sala, y la cual estaba tapada con grandes cortinas, a la derecha de la puerta estaba una pequeña banca, muy atractiva para dormir al aire libre en un día como aquel pero nada como la fachada de aquella casa de dos pisos, blanca, la cual lucia unas plantas trepadoras muy hermosas llamadas buganvilla, que poseían unas flores violetas y rodeaban toda la parte exterior de la casa dejando ver solo unos pocos huecos blancos y por supuesto las ventanas del piso superior. Los policías decidieron entrar silenciosamente en aquella lujosa casa.

La entrada principal daba a un largo pasillo que se extendía hasta el final de la casa, al final de este, a mano derecha se encontraba la cocina, a la izquierda de la puerta de la entrada principal se encontraba la sala, y a la derecha un gran comedor para unas diez personas, el suelo de madera pulida junto con diversos objetos de carácter rustico le daban a la casa un ambiente lujoso pero preservador; sin embargo todo esto paso de largo para los oficiales, su atención estaba en una extraña gotera del techo de madera que caía a la mitad del pasillo y ya había construido un buen charco en el suelo, era peculiar, pues su color estaba entre un marrón claro como la arcilla a un rojo carmesí como la sangre.

Muy lejos de lo confortable el lugar estaba en un silencio tenebroso, el aire acondicionado estaba encendido y el frio tenía empañados un espejo sobre la chimenea de la sala y el vidrio de la puerta al final del pasillo que daba al patio trasero.

'¡Policía municipal de San Rafael!, ¡necesitamos hablar con el dueño de la casa!,' grito el funcionario Álvarez.

Sin respuesta, ambos policías dieron tres pasos al frente e inmediatamente apuntaron su mirada al sofá de la sala, un oso de peluche rosado los observaba con una sonrisa, le faltaba un brazo, pero llamo su atención pues era lo único que estaba acomodado en la sala, en el suelo habían no menos de veinte copas rotas y los cuadros estaban descolgados.

'Hubo una pelea,' le susurro Álvarez a su compañero, dieron media vuelta para revisar el comedor, a tres sillas les faltaba una pata y estaban apiladas en una esquina. El gotero acelero su proceso de escupir líquido al suelo y el policía acercándose a él pudo afirmar.

'Es sangre.'

'¿Estás seguro?,' pregunto el compañero, 'Parece agua sucia.'

Pero no había duda, sangre era y sangre goteaba. En ese justo momento ambos funcionarios comenzaron a ver cuidadosamente cada esquina que su vista les permitía, sacaron sus armas y el clima comenzó a tensar, hace unos minutos el ambiente era bastante frio, pero Álvarez había notado que el entorno perdió unos grados más, una sensación extraña invadía a aquellos dos individuos, el oficial Álvarez miraba la pared detrás del comedor pues tenía un mal presentimiento, algo pasaba y ellos sabían que no eran bienvenidos. Con la vista aun puesta en aquella pared verde lila, el policía de mayor experiencia vio atormentado como tres balas penetraban aquel muro al que le había dedicado un minuto de su tiempo, su compañero súbitamente disparo en contra de ella rompiendo el silencio.

'¡¿Pero qué mierda haces?!' Exclamo Álvarez quien casi al igual que su compañero dispara por el susto.

'¡Maldición!,' grito su compañero, '¡He visto un hombre detrás de mí en ese espejo!,' señalaba al espejo de la sala, pero Álvarez no vio nada a través de él, empezó a dudar un poco de su compañero, pues él estaba mirando justo donde él disparo, aunque ese ambiente gélido y la sensación de ser observados no había desaparecido.

'¡Te lo juro!, era más bajo que yo, ¡y no tenía ojos!,' insistió su compañero al ver que no parecía creerle mucho.

El funcionario no respondió nada y volvió a gritar esperando la presencia de alguna persona en la casa. 'Mantén la calma y sube la guardia, no sé qué hayas visto pero no dejes que tu imaginación te domine,' dijo Álvarez.

'¡Se lo juro oficial!, no he imaginado nada,' respondió.

Álvarez uso el radio y pidió dos patrullas de refuerzo, pero para contribuir a lo macabro, pasados cinco minutos nadie en comisaria respondió. "No hay buena señal", pensó, así que hizo una mueca a su compañero para que examinara la cocina al final del pasillo mientras el miraba las escaleras al segundo piso.

'Hay alguien afuera,' dijo el joven oficial mirando por el vidrio empañado de la puerta del patio, pero Álvarez miraba nervioso la pared al final del primer juego de escaleras.

'Apuntale y dile que debe venir con nosotros, espósalo y espérame,' respondió con voz susurrante el oficial, se escuchó abrir la puerta y luego cerrarse con fuerza, Álvarez pensó que su compañero estaba muy nervioso, "espero que no le dispare a nadie" pensó, pero el funcionario no lo acompaño pues miraba una larga línea roja sobre la pared de la cual gotas habían descendido hasta el suelo.

Por el relieve de la sangre, parecía una salpicadura de una herida muy grande realizada con mucha fuerza, o así lo comparo el oficial, pero eso era lo de menos, al subir y cruzar en dicha pared se encontraba lo que el oficial Álvarez más temía; lleno de moscas y con un ligero olor a podrido estaba un muchacho tirado en el otro juego de escaleras, recostado a la pared y con la cabeza colgando casi fuera del cuello gracias al enorme corte que tenía, además de estar bañado en sangre a causa de dicha herida. Aterrorizado, el oficial Álvarez quito el seguro de su arma dispuesto a subir a las habitaciones, le pedía a Dios una excusa para no hacerlo, era su deber, pero sus plegarias fueros escuchadas.

Se oyó una puerta abrir y cerrar un momento después, el oficial Álvarez bajo deprisa y apunto su arma justo al centro de la cabeza del señor Elí Milán, este, asombrado, brinco hacia atrás y dejo escapar un grito de susto.

'Está arrestado, arriba las manos,' dijo Álvarez con un tono dudoso.

'¿Qué ha pasado aquí?, ¿Por qué me arresta oficial?,' dijo Milán algo indignado, pero el oficial lo agarro con fuerza y lo esposo, el tipo tenía buena pinta, llevaba una camisa gris lisa y un pantalón del mismo color, la pinta de un empresario común. Salieron por la puerta de atrás hacia el patio, el cual tenía una hermosa vista al mar, pero la casa no debía estar a menos de 7 metros por encima del lago.

'¡Aarón!, ¡Aarón!, ¡¿Dónde coño estas?!,' grito Álvarez, pero nadie respondió, el oficial volteo hacia la casa mientras el señor Milán miraba por la baranda que daba pie al mar, y dirigiendo la vista hacia el rocoso suelo dijo tartamudeando.

'¡Ooficiaaal!, creo que veo a su compañero, ¡venga!,' pero Álvarez no podía quitar la mirada de la fachada del segundo piso de la casa, estaba petrificado y su respiración se tornaba rápida, era obvio que los muchachos con el cuello a medio cortar no deben asomarse por la ventana.

Relato de un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora