Alucinaciones y Culpa

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Había estado soñando con Ace desde que le viera en aquella entrevista de televisión, pensó que podría olvidar el asunto pronto, incluso que no era necesario el buscar el programa del que era actor, pensó que era una estupidez el querer volver a verle, su corazón descansaba en cierta forma al saber que estaba bien y vivo pero otra parte de ese mismo musculo traicionero le hacía sentir la terrible culpa de no haber huido antes con él, de no buscar otra forma, de no haberle buscado antes.

Quería haberse olvidado de todo y volver a estar contento con una vida aprisionada pero sus alas habían probado la libertad antes y el pequeño soplo de aire exterior había sido suficiente para que la opresión que estuviera soportando todos aquellos años le resultara asfixiante eh imposible como nunca.

Ace quizá le odiara ahora.

Ace quizá no quisiera saber nada de él.

Ace quizá simplemente le había olvidado.

No quería enterarse y a la vez sus nervios, su mente y no sabía que tantas cosas más le impedían que lo olvidara completamente.

Se reportó enfermo una mañana y tras unos cincuenta minutos más o menos navegando en la Tablet encontró la serie televisiva que buscaba, no estaba disponible aun para renta o compra por lo que se la paso una buena cantidad de minutos más buscando links que funcionaran para verla en línea.

Después de una maratón de dieciocho horas de piratas y aventuras se sentía somnoliento y nada menos deseoso de ver al maldito pecoso que le robaba los sueños a últimas fechas.

Le buscaría, así fuera para calmar su conciencia le buscaría, levantándose de aquella cama matrimonial que hacía dos días estaba vacía salvo por Sabo se dirigió al baño, inspeccionando su apariencia en el espejo demasiado grande eh iluminado, le hubiera gustado encontrarse en un cuartucho sucio y pequeño, así al menos su ambiente reflejaría su estado de ánimo, pero no, sobre las baldosas níveas y contra el fondo lujoso de la tina y ventanal con vista a los jardines él era un maltrecho manojo de emociones contrariadas, una mancha en esa linda casa como la cicatriz manchando su lindo rostro.

¿Qué sentiría Ace al verla?

Mordió su labio inferior mientras observaba esa parte de su rostro que por lo regular intentaba ignorar, el cabello cubriría algo de ella, le había dejado crecer un poco más con ese propósito y quizá lentes obscuros... ¿Debía usar maquillaje? Esa tienda en línea que le gustaba acababa de traer algunas BB cream especiales para hombre, aunque no había forma de cubrir la textura en realidad, no, solo las gafas obscuras estarían bien, mejor que Ace le viera como era de cualquier forma.

¿Cómo era exactamente?

¿Y cómo era Ace ahora? Quizá era mejor dejar al monstruo de los sueños en los sueños después de todo... no quería acobardarse, si tenía un poco de suerte sus pesadillas no lo dejarían acobardarse.

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Quedé sin habla una vez frente a ti, Ace, la broma estúpida acerca de tu sonrojo fluyo por si sola y me arrepentí al instante ¿Qué me daba derecho a hablarte así? Me invitaste a desayunar contigo pero no sabía que decir o que hacer, tu, silencioso al otro lado de la mesa, tu mirándome de vez en cuando con los músculos de las manos tensos como si no supieras que hacer con ellos, tu ahí y yo al otro lado de la mesa, ambos en silencio.

Estúpido silencio ¿A dónde había ido a parar esa charla incesante de antaño?

–Escuche que te habías casado. – Mis ojos se abrieron como platos y por instinto cubrí la argolla de matrimonio con mi otra mano, me había quitado los guantes para beber el café, ahora me arrepentía de ello.

No era un secreto y no veía por qué tendría que serlo pero hubiera preferido que no lo supieras aun, aunque al menos eso me ahorraba ciertas explicaciones incomodas, asentí suavemente al no encontrar las palabras para admitir mi crimen. –¿Le amas? – Tu pregunta me hizo fruncir los labios ligeramente, no quería hablar del tema pero sentía como si te debiera una explicación.

–Es una buena persona. – Murmuré antes de tomar un sorbo de mi café, como si eso fuera todo lo que había que decir aun si no era exactamente verdad esperaba que fuera suficiente.

–¿Pero le amas Sabo? –

Obviamente mi respuesta no te complacía, deje la taza lentamente sobre la mesita de café. –Fue un matrimonio arreglado. –

–Sabo, no me des rodeos ¿Le amas? –

–No lo sé. –

–¡¿No lo sabes?! –

–¡¿Cómo podría saberlo?! –

–¡¿Cómo podrías NO saberlo?!

–¡Pues nunca ame a nadie además de a ti así que no lo sé! –

Ahí estaba, en un arrebato de estupidez la verdad que siempre supe y que me había hecho sentir culpable y contrariado todo ese tiempo, y tú, con tu cara de idiota al otro lado de la mesa de nuevo mirándome en silencio, como si fuera una de esas alucinaciones que a veces te asaltaban con la narcolepsia.

Quizá todo lo que siempre fuimos fue una dulce alucionación.

La alucinación del amor.

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continuara

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