5✔️

8.5K 1.3K 346
                                    

DANIEL

Ajusté mi cinturón de seguridad por segunda vez en menos de dos minutos y miré de reojo a la rubia de senos tentativos.

Aria estaba nerviosa y estaba provocando que me sintiera igual. No se veía bien y desde que se había despertado no me había dirigido ni una sola mirada o palabra.

Algo alarmante dado que esa mujer no conocía el significado de quedarse callada.

Se había acurrucado a mi cuerpo con tal descaro que por un momento me sentí desconcertado. Sabía mucho de mujeres y esta no me había estado seduciendo en ningún momento; es más, creo que me tuvo como su payaso personal porque adoraba mofarse de mí.

Sin embargo... había algo que no podía negar y era que fue extremadamente reconfortante tenerla en mis brazos, algo extraño porque en el pasado nunca habría permitido a ninguna de mis novias abrazarme como lo hizo ella mientras dormía. Eso era... muy íntimo, pero con Aria, una loca que no tenía nada en la cabeza y se puso en mi camino para alterar mi paz en el momento menos indicado, fue diferente.

Me resultó tan cómodo que tuve que renunciar a su cercanía para volver a sentirme yo mismo.

Lo único reconfortante de todo esto era que pronto estaríamos en Miami y nunca más volvería a saber de ella.

No debería preocuparme verla tan callada, pero por alguna extraña razón lo hacía. Sentía que algo malo sucedería dentro de poco; y es que con esa mujer uno no sabía a qué atenerse.

—¿Te encuentras bien? —quise saber.

—No lo sé. —No alzó el rostro para mirarme.

¿Estaría apenada por haber babeado en mi camisa?

Esa mujer ya había arruinado dos de mis prendas de vestir favoritas y todo porque la señorita volvió a recostarse sobre mi pecho en algún determinado momento de la noche y fue cuando desperté que me percaté de ello.

El anuncio de que pronto estaríamos en tierra hizo que me distrajera y mirase a Alex Ojeda, el enemigo mortal de Andrés Rivers, mi mejor amigo. Era una coincidencia encon...

Parpadeé varias veces.

Con la extraña personalidad de Aria me había olvidado de que Andrés me dijo que su pequeña hermana estaría viajando a Miami en este vuelo.

Miré hacia atrás, encontrándome con muchas rubias jóvenes y me encogí de hombros.

Los asuntos de la hermana de Andrés no eran de mi incumbencia, a decir verdad me alegraba que la niña no hubiera aceptado mi compañía, lo menos que necesitaba era cuidar a una adolescente, pues sólo una necesitaría que Andrés le buscara una niñera de su confianza; en este caso, yo.

No sabía mucho de esa joven; a decir verdad no sabía nada de ella. Aunque Andrés la adorara, estaba claro que trataba de mantenerla alejada de nuestro mundo.

El avión empezó a descender y junté los párpados con satisfacción. Pronto estaría en mi casa, disfrutando de mi cama y luego podría trabajar un poco. No era como si tuviera algo más importante que hacer, mis vacaciones consistirían en trabajar desde mi casa lejos de Londres.

—Creo que me siento muy mal.

Al escuchar aquella vocecita abrí los ojos al instante, buscando rápidamente a Aria con la mirada. Estaba inclinada hacia adelante, abrazando su vientre con fuerza y respingué al reconocer esa pose fetal. Busqué por los alrededores en busca de ayuda.

—Espera un poco, sólo un poco —le pedí mientras buscaba la bolsa de emergencias, ella la necesitaba con urgencia y yo también porque nada bueno podría salir de esto.

Tú perdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora