One-Shot. Censura

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Bloqueó el celular después de haber twitteado sobre el capítulo del día, lo dejó en su cama y miro al techo. Estaba en casa por unos cuantos días antes de volver a la habitación de hotel en Oaxaca para seguir con las grabaciones de la novela producida por su padre. Pasó su mano por los rizos en su cabeza, pronto le cortarían un poco de su melena y no podría hacerlo más. Eran tan diferente todo.

Pensamientos volaron por su cabeza, dando vueltas sin ningún orden alguno. La novela, los avances, el beso con Joaquín, su novia que se encontraba lejos, los ensayos del susodicho beso. Una y otra vez pasaba esa escena, Joaquín separándose de él, con los labios hinchados y rojos, después de un par de veces de practicar el beso. Sus mejillas se habían teñido en color carmesí desde la segunda vez que sus labios se habían tocado.

—¿Estás bien? —le había preguntado al castaño.

—¿Por qué lo dices? ¿Lo estoy haciendo mal? —se apresuró en preguntar.

—¡No es eso! Es, simplemente, que estás poniéndote como un tomate —Emilio buscó la mirada de su coprotagonista, quien, a su vez estaba evitando su mirada a toda costa—. ¿Quieres parar de ensayarlo?

Y aunque su mente le estaba rogando que dijera que no, sabía que él no debía seguir haciéndolo si le incomodaba. No sabía qué pensaba en ese momento, pero su corazón le seguía diciendo que prosiguiera, que continuara besándolo. Como si hubiera una pista que él no haya percibido, una luz en el final, algo que esté por descubrir, había algo que no notaba conscientemente.

—No.

Su mente y corazón fueron a niveles de velocidad que no conocía antes, ni su novia lo hacía pensar así.

—Es, se siente raro. Tú tienes novia —Joaquín habló otra vez. Su corazón se sintió pesado en su pecho.

—Pero aquí somos personajes, tú eres Cuauhtémoc y yo soy Aristóteles, no somos Emilio ni Joaquín. Y aquí —llevó una de sus manos a su mejilla—. Eres tú quién me importa —y pasó sus dedos por su nuca, siguiendo el camino de cabellos que ya había conocido, el cual se estaba volviendo familiar a su tacto.

Sus dedos tocaron puntos estratégicos en la nuca de Joaquín y lo acercó un poco más. Ahora él se acercó, moviendo el cuello para adelante y tomando los labios del castaño con los suyos. Sus labios eran delgados pero carnosos, la extraña y hermosa combinación que hacían contraste con los suyos. Su corazón se agitó por un momento mientras lo besaba. Sintiendo como Joaquín le seguía el beso y continuaba moviéndolos.

Joaquín olía a lavanda y flores, no estaba seguro de qué, pero siempre olía a eso. Había percatado eso cuando lo había abrazado la primera vez, cuando sus personajes lo hacían.

Todo era porque sus personajes lo hacían, su quinto ensayo del beso había sido por eso. Sus abrazos. Y ese constante choque de puños. Se sentía algo diferente al estar con alguien. Mientras no grababan, se sentía algo distante, diferente a una amistad, pero tan fuerte como una. Era raro, sentía que podía confiar en él, aun cuando le había confiado un secreto, se sentía bien a su lado, confiado de que no divulgaría algo o echaría algo a perder a propósito. A veces se sentía abrumado con todo lo que había que hacer, principalmente el seguir un personaje que se parecía mucho a su propia persona.

Se sentía bien haciendo de Aristóteles, se sentía como en su propia piel, se sentía propio. Pero hacerlo cuando tienes que interpretar un personaje con novio, cuando de por sí ya tienes novia se sentía diferente. No raro malo, raro distinto.

Joaquín se separó del beso y ahora fue él quien habló:

—¿Está todo bien?

Emilio miró por un momento a Joaquín, detenidamente, su chamarra blanca cubría sus hombros, casi siempre descubiertos por las sudaderas que usaba, y lo hacían ver más brillante, sus ojos marrones tenían un brillo en las esquinas de ellos, que combinaban con sus pestañas delgadas y alineadas, muy finas. Sus mejillas seguían rojas y sus orejas también se estaban tiñendo cada vez más.

Censura [Emiliaco]Where stories live. Discover now