Extra 3. El primer segundo te amo.

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Habían pasado dos semanas desde que habían estado solos en el cine. Ahora empezaban a tener cuidado con sus sesiones de besos. En el cuello de Joaquín habían aparecido un par de marcas después de esa noche, que habían sido un problema que callar en las grabaciones, ya que estaban grabando lo último de la novela, los últimos días; y no tenía forma de ocultarlas y no había caso en hacerlo. Su suegro ya había hecho comentarios sobre lo mismo, lo que hacía que Emilio riera nervioso y se tallara la parte trasera de su cuello, donde él lo había besado, y que Joaquín se sonrojara, tratando de ocultarse tras de su ropa.

De todas maneras, sus sesiones no se cortaban por completo, incluso cuando trataban de mantenerse al margen; ninguno podía decir que no disfrutaban la cercanía, o cuando Emilio se acostaba mientras Joaquín se sentaba sobre de él, besándolo y moviéndose. Amaban estar tan cerca, estirar un poco sus dedos y poder tocarlo; incluso tocar pequeños puntos que no se les deja a todos, como la espalda baja, las costillas o el ombligo.

Estaban cerca de sus tres meses de relación, habían llegado a algún lugar, aunque Joaquín todavía no sabía a dónde, se sentía bien estando al lado de su novio, naturalmente, pero una cosa no dejaba de dar vueltas en su cabeza, una pequeña frase que su novio había soltado desde el día de la cita. Una frase que, aunque había sido dicha como un comentario sin importancia, a Joaquín le importaba. Él sí creía sentirse así, enamorado. Creía estar enamorado de Emilio. Y quería estarlo.

Y quería que Emilio lo estuviera de él. Sabía que quería eso, como quería unos pingüinos tras un día largo de grabaciones; sabía que no podía exigirle que su novio estuviera enamorado de él como él lo hacía, pero sí podía imaginarlo así.

Recordaba cuando comenzó a sentir cosas por él, no había sido mucho después de que sus propios personajes se conocieran, se llegaran a hacer amigos y llegaran a compartir sentimientos, aunque Aristóteles no lo diría. Los capítulos cada vez eran más difíciles de grabar, no quería equivocarse y ponerse en ridículo de Emilio, aunque todavía no estaba seguro de por qué, pero sabía que se ponía a mirarlo más que cualquier otro; recordó la escena en la que lo rechazó.

La banca se sentía fría bajo sus jeans, el frío traspasaba la tela de mezclilla blanca y sentía las lágrimas en sus lagrimales. Lo malo de eso, no sabía si eran lágrimas de Temo o suyas; puesto que la escena y el diálogo de Aristóteles había sido acertado, había sido certero para su propio sentimiento; sabía que sentía algo por él ese día, cuando, tras grabar la imagen se acercó y lo rodeó con los brazos.

—Está bien, te ama, yo sé que lo hace —no sabía a qué se refería, pero quería quedarse en sus brazos mucho más, no sólo por una escena. Enterró sus dedos en la playera de Emilio y acomodó su cabeza en el cuello de su coprotagonista.

Y lloró, no tenía un motivo, razón o un por qué; pero lo hizo. Y lo hizo en frente de la persona que no quería que lo viera así.


—¿Qué sucede? —su novio estaba sentado en el suelo de su habitación, la espalda contra la puerta del armario y lanzando una pelota de goma a la pared enfrente de él—. Tienes una sonrisa de nostalgia, ¿qué piensas? —dejó la pelota a un lado y lo miró.

Parpadeó un par de veces, reenfocando su vista en su novio, con los primeros botones de la camisa abiertos y su cabello despeinado, era distinto a su salida del cine, más relajado, menos sensual. Sonrió un poco y cerró los ojos, una lágrima furtiva salió de su lagrimal.

—¡Hey! ¿Qué pasa? —su novio se levantó rápido y gateó hasta los pies de la cama, donde se encontraba su rostro, pasó sus manos por sus mejillas y limpió la lágrima ahí. Acunó un poco su sonrisa con su palma y le sonrió.

Censura [Emiliaco]Where stories live. Discover now