Seis.

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Mateo

Cuando Victoria llamó a la puerta de casa, dejé en el sofá el mando de la Wii y me acerqué a abrirle dejando a mi padre y mi hermano jugando al Mario Kart en el salón.

- Buenas tardes.- Sonrió, y esta vez si que le devolví la sonrisa.

- Hola.

Me quité del medio de la puerta y dejé que entrase antes de subir con ella a la habitación.

- Traje más información.- Informó mientras yo bajaba la cartulina casi acabada de encima de mi armario. Asentí y me senté a su lado en la cama, dejando todos los materiales sobre el colchón. Sacó de su mochila una carpeta con hojas y hojas de información acerca del tema y las dejó a mi lado.- Puedo ir escribiendo mientras recortás las fotografías. 

Asentí con la cabeza y agarré algunas de las fotos para empezar a cortar. Ella se concentró en escribir la nueva información, mordiéndose el labio y apartando su pelo con la mano. Nunca me había fijado en las pecas que tenía en la nariz.

Bajé rápidamente la vista al papel cuando mi mirada chocó con la suya y seguimos a lo nuestro un rato en silencio.

- ¿Tenés hambre?- Inquirí pasadas las seis de la tarde, porque yo si quería bajar a merendar algo. Negó con la cabeza y sonreí, convencido de que mentía.- Tengo alfajores.

- Está bien.- Sonrió y dejó lo que estaba haciendo para ponerse en pie y bajar conmigo hasta la cocina.

Emi y mi viejo estaban tomando leche con chocolate, y el mayor nos ofreció un poco cuando nos sentamos a la mesa. Puse el plato con los alfajores sobre la mesa, notando como mi hermano miraba mal a Victoria y ya no sabía como sentirme al respecto.

Es verdad que la chica no era tan horrible como me pareció en un principio, pero no dejaba de ser muy consentida, y el tipo de gente que no haría muy buenas migas con alguien de barrio. A veces se mostraba amable, pero otras se portaba como la típica chica rica, sobre todo en los caminos hacia su casa. La verdad es que me confundía mucho con su actitud.

El sonido del celular de mi padre me sacó de mis pensamientos y todos le miramos cuando lo cogió. La chica frunció el entrecejo y rodé los ojos automáticamente. Seguro en su casa le habían enseñado que atender el teléfono en la mesa era de mala educación.

- ¿Si? No te preocupés, Dan, avisá a Gastón. Ahora voy.- Dijo cuando descolgó, poniéndose en pie después de escuchar lo que sea que le hubiera dicho su interlocutor.

- ¿Pasó algo?- Pregunté antes de darle un mordisco a un alfajor, mientras que los otros dos le miraban expectantes.

- Mauro, que ha vuelto a meterse donde no le llaman.- Informó largando un resoplido mientras se ponía la chaqueta.

- Voy contigo.- Apunté poniéndome en pie. La última vez que mi amigo se peleó, no salió muy bien parado.

- No, Matu, tenés que quedarte a cuidar de Emi.- Ordenó firme.

- Voy a ir, pa.- Insistí acercándome a coger mi chaqueta.- No pienso quedarme en casa si le ha podido pasar algo a Mau.

Miré un momento la mesa donde Victoria seguía sentada con Emilio y me fijé en que me miraba conmovida, como si nadie de su clase social hubiera estado dispuesto a hacer algo así.

- Yo puedo quedarme a cuidar de Emilio, Pedro.- Se apresuró a decir cuando se dio cuenta de que la miraba. Le sonreí agradecido y acto seguido miré a mi hermano, que bajó la cabeza resignado. Sabía que no le hacía gracia quedarse con Victoria, pero estaba dispuesto a hacerlo para que yo pudiera ir a ver a mi amigo, y eso solo fue una muestra más de la clase de persona en que se estaba convirtiendo Emi. Le miré enternecido y me regaló una sonrisita cuando subió la cabeza.

Barrio; Trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora