Cuatro gigantes de madera,
fuertes columnas de vida,
que en el patio me vieron crecer
hasta que pude volar un día.Veranos de sombra y chicharras me regalaron sus densas copas. En las siestas con la abuela me arrullaba el roce de sus hojas.
Fueron casa, refugio, escondite,
torre del vigía que serio esperaba
a primos y tíos los domingos
mientras brasas crepitaban.Otoño huele a las hojas
que el abuelo rastrillaba,
invierno era la poda
que sus brazos amputaba.Podarlos era lluvia
de aserrín y gruesas ramas,
el cielo se descubría,
el patio se desnudaba.Hoy quedan solo dos,
pero mi recuerdo vigente
reúne a los cuatro Álamos
para treparlos nuevamente.