Andrés.
Últimamente mis días eran demasiado grises.
Hacía casi un mes y medio desde que murió mi abuelo, el padre de mi madre.
Todos estábamos muy bastante hundidos por lo sucedido e intentábamos pasar el mayor tiempo posible juntos para apoyarnos y que la familia estuviese más unida que nunca, pero mi madre siempre tenía un hueco en su día a día para echarme en cara que me pasaba casi todo el tiempo jugando a videojuegos con mis amigos y que nunca tenía tiempo para ellos, cuando eso no era para nada cierto.
Sí que era verdad que pasaba gran parte de mi tiempo jugando con mis amigos, pero esa era mi forma de entretenerme y evadirme de los problemas que cada día parecían acumularse, pero ella nunca lo veía de la forma en que yo lo hacía.
Debía admitir también que en estos días, los videojuegos tampoco me ayudaban del todo a distraerme, pero sí lo hacía cuando jugaba en cooperativo con mi mejor amigo, Hugo, o incluso cuando nos uníamos a una partida nosotros dos con otros dos chicos más de nuestro círculo. El caso era que me animaba mucho siempre que Hugo estuviese en la llamada.
Dejé de pensar en ello y decidí levantarme de la cama con la idea de comenzar un nuevo día de videojuegos, no quería pensar demasiado en nada y me apetecía mucho echar unas cuantas partidas a lo que fuera que jugara.
Encendí el ordenador, bostezando y estirándome en lo que aparecía mi fondo de pantalla, para justo después abrir Discord y ver que mi mejor amigo ya estaba conectado. Pulsé en el icono de llamada y él respondió al instante.
— ¡Hey, Axel! ¿Qué tal? —me habló tan animado como de costumbre.
Axel era algo así como mi apodo, era el seudónimo que utilizaba para todo por así decirlo, incluso para comunicarme con mis amigos. Todos los que nos juntábamos teníamos uno, aunque los que más hacíamos uso de él éramos Hugo y yo.
— Bien, ¿y tú, amigo mío? —contesté con voz cansada.
— Muy bien también —Él, sin embargo, respondió de forma enérgica—. ¿Seguro que estás bien, Axel?
— Sí, claro... ¿Por qué preguntas?
— No sé, tal vez sean cosas mías pero te noto la voz algo apagada.
— Imaginaciones tuyas, Enzo. —dije aquello más animado para que no pensase de más.
— Está bien, si tú dices que son imaginaciones, lo creeré así —Hugo solía hablar con ese deje bromista que tanto me hacía reír—. Bueno, ¿jugamos?
— Claro. ¿A quién le toca decidir juego hoy?
— A ti, cabezón.
Me quedé unos segundos callado sin saber qué responder a aquello y finalmente respondí con un simple "De acuerdo."
Dos horas y cinco minutos duramos jugando esta vez.
Yo que no quería pasar de la hora, pero como siempre el tiempo pasaba volando cuando se trataba de pasar tiempo en el ordenador junto a mi compañero de juegos. Me despedí de él y tan sólo colgar la llamada, ya volvía a notar ese peso sobre mis hombros.
Antes de salir de la habitación, vi en el escritorio el nuevo juego que me había descargado y pinché en él para probarlo por primera vez, tan sólo le eché unos treinta minutos y la impresión que me dio al jugarlo era incluso mejor de lo que esperaba.
Cansado de tanto tiempo frente a la pantalla, me levanté del asiento y salí de mi habitación encontrándome con mi madre, quien empezó a gritarme de la nada.
— ¡Hasta que te dignas a salir del cuarto! —Fue lo primero que ella pronunció y no tardó en seguir con lo mismo de cada día.
— ¡Te pasas las horas ahí encerrado sin comunicarte con nadie de la familia!
Me quedé en silencio para evitar discutir, mientras seguía oyéndola detrás de mí hablándome en el mismo tono de voz.
— ¡Deberías dejarte de tanto juego y buscarte un trabajo!
Me dirigí en dirección a la puerta para salir de casa, dando un portazo para a continuación bajar las escaleras corriendo. Necesitaba un respiro, me vendría bien un poco de aire y despejar mi mente dando una vuelta sin compañía.
Tan pronto como abrí la puerta del portal y salí al exterior, choqué con alguien que interrumpió que siguiese mi camino.
— Perdo... —Estaba en el transcurso de disculparme con la persona a la que había, prácticamente, atropellado cuando mis ojos enfocan al dueño de aquellos ojos castaños.
— Tío, Axel, ten más cuidado.
De nuevo ese tono bromista. ¿Es que a él no le impresionaba nada?
— E-Enzo, ¿qué haces tú aquí?
— Desde que dejé de jugar contigo no sabía muy bien qué hacer en casa y he acabado pensando que estaría bien pasarme por tu casa y que saliésemos juntos a dar una vuelta.
Me quedé unos segundos en silencio pensando que era impresionante que hubiese elegido un momento como este para venir a mi casa
— ¿A dónde ibas tan rápido?
— Pues... —negué con la cabeza y encogiéndome de hombros no pudiendo darle una respuesta concreta.
— Axel...
Volví a prestarle atención y sus labios volvieron a moverse para hablar.
— Te pasa algo, ¿verdad?
— No —contesté como si fuera algo evidente y como si la propia pregunta me ofendiera—. ¿Por qué?
— Porque llevas actuando distante ya varios días y no siendo tú mismo. Estoy seguro de que algo te pasa, con las prisas con las que has salido, cualquiera pensaría que te sientes muy a gusto en tu casa.
Me quedé inmerso en mis pensamientos, sabiendo que no podía seguir negándolo más.
— Andy... —me llamó de esa forma que apenas usaba para referirse a mí.
Apoyó su mano en mi hombro izquierdo y sentí mi corazón acelerarse, dejándome como un manojo de nervios.
— E-En... Hugo...
Hugo.
Tanto tiempo siendo amigos y esa era la primera vez que le llamaba por su nombre.
Sentí mis mejillas calentarse por el hecho de haber pronunciado su verdadero nombre, provocando que esa sonrisilla adorable se asomara en sus labios.
— Axel, no me digas ahora que te pongo nervioso.
La expresión que dibujó en su rostro me hizo gracia, ya que trató de sonar seductor pero terminó siendo de chiste.
— Pero, ¿qué dices, pringao'?
Él empezó a reírse y yo junto a él.
Ambos decidimos comenzar a caminar, alejándonos de mi casa y de mis propias preocupaciones ahora que Enzo estaba a mi lado.
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Mi única ilusión
FanfictionAndrés y Hugo son dos amigos que se gustan desde hace un tiempo. Ambos comparten la misma afición, los videojuegos, gracias a la cual mantienen una estrecha relación. Todo parece torcerse en la vida de Andrés, el más joven de los dos, cuando, por ca...