Chapter 2 - Seconds of peace.

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Hugo.
Un día nuevo acababa de empezar.
Me sentía bien conmigo mismo, enérgico y alegre como cada mañana, con la pequeña diferencia de que esta vez mi felicidad estaba justificada. Había logrado sacarle a Axel lo que lo había estado preocupando por tantos días seguidos. Al parecer su madre había comenzado a estar más encima de él de forma obsesiva sin dejarle ni siquiera un respiro. Aunque fuese su padre, Andrés también estaba pasándolo mal, era su abuelo al fin y al cabo y todos en nuestro círculo de amigos sabíamos lo unidos que ellos dos estaban.
Estaba tan agobiado con toda la situación que me había pedido que quedáramos más seguido y yo había aceptado a los escasos segundos de decirme aquello. Era lindo recordar la expresión que puso cuando le respondí de forma afirmativa, era adorable y no era la primera vez que tenía esa opinión respecto a él. Andrés era un chico bastante tierno si lo conocías bien. A veces llegaba a actuar un poco tímido y se ponía nervioso por cualquier tontería, en esos momentos yo aprovechaba para molestarlo y siempre lograba que su estado de nerviosismo se acentuara. Me lo pasaba como un niño pequeño cuando lo picaba de esa forma.
Abrí mi armario, una vez me puse en pie, y cogí unos vaqueros azul desgastado, unos calzoncillos negros y la primera camiseta que alcancé, una de color morado con la palabra "Hopeless" en ella.
La tarde anterior quedé con Axel en que nos veríamos hoy a las nueve para desayunar juntos y como una persona puntual, había madrugado para que me diese tiempo de sobra.
No tardé ni diez minutos en ducharme, secarme el pelo con la toalla y perfumarme. Estaba casi listo para salir a la calle, lo único que me faltaba era ponerme mis Vans blancas con una línea negra en cada lateral y, por último, asegurarme de que llevaba conmigo las llaves de casa y la cartera.
Finalmente, salí de casa a paso normal encaminándome hacia el lugar en el que íbamos a vernos antes de ir a la cafetería que quedaba frente a su antiguo instituto.
Llegué cinco minutos antes de lo acordado y me quedé esperando allí durante un rato, un largo rato a decir verdad, porque se hicieron las nueve y diez y aún no se había presentado. No es que fuera algo novedoso en él, la puntualidad no era lo suyo y aunque no me gustaba demasiado esperar, no importaba cuando se trataba de Andrés.
Cinco minutos más pasaron y pude encontrarme con su rostro apenado, con las palmas de sus manos unidas rogando por mi perdón.
— Te has tomado tu tiempo. —le dije como saludo y supe que se sentía culpable por hacerme esperar.
— Lo siento, siempre me pasa igual.
— Está bien, no hay problema —le sonreí restándole importancia al asunto—. ¿Ha pasado algo en tu casa?
— No, no. No te preocupes, es que siempre se me echa el tiempo encima.
— Ya veo, ya. —le sonreí pareciéndome algo característico de él.
— Bueno, vámonos.
Asentí en silencio y caminé a su lado empezando una nueva conversación en lo que llegábamos, lo cual fueron como unos cinco minutos más o menos.
Nos sentamos en una de las mesas que se encontraban en la terraza, siendo atendidos al momento por el camarero.
— ¿Tú qué vas a querer? —le pregunté primero a él esperando a que pidiera él antes.
— Para mí un Colacao y unas porras.
— Pues yo quiero un café con leche y una tostada con mantequilla.
— ¿Media o entera? —Dejó de apuntar en la libreta justo en el momento de preguntar aquello.
— Entera.
El hombre desapareció por la puerta de la cafetería, devolviendo ahora mi atención a mi amigo. Estuvimos charlando acerca de cómo habíamos despertado y un poco sobre cómo había huido Andrés de su madre en cuanto la vio justo después de salir de su cuarto y cuando quisimos darnos cuenta nuestros desayunos ya se encontraban sobre la mesa.
Empezamos a comer y el silencio se hizo entre nosotros, pero lo que me resultaba extraño es que Axel desviase la mirada justo en el momento en el que hacía contacto visual con él y lo descubría mirándome. No le di real importancia, por lo que continuamos comiendo tranquilos y conversando de vez en cuando.
Justo cuando habíamos acabado, ambos nos levantamos casi al mismo tiempo como si fuésemos a pelearnos por pagar, pero no lo hicimos, cada uno pagó su parte y nos dimos la vuelta.
— ¿Vamos al parque que está aquí al lado?
Escuché su voz y asentí sonriendo echándole un breve vistazo a su rostro, se veía más tranquilo ahora.
Andrés caminaba en dirección a un banco que quedaba junto a los columpios y a mí no se me ocurrió otra idea que romper hielo con uno de mis comentarios tontos.
— Axel, ¿quieres que te columpie? —Empecé a molestarlo agudizando la voz como si fuese un niño pequeño.
— Pero, ¿qué dices? —Arqueó una ceja, mirándome raro.
— Venga, si lo estás deseando. —seguí insistiendo con la tontería.
— ¿Deseando columpiarme?
— No, que yo te empuje mientras lo haces.
Una estruendosa carcajada salió de mis labios y él se unió a la broma a los segundos de yo empezarla.
— Si me columpias tú, seguro que acabo embarcado en algunos de esos balcones. —señaló unos balcones a lo lejos en el edificio que teníamos enfrente.
— Axel... te estás columpiando...
Ambos volvimos a reír por el comentario tan apropiado mientras nos acomodamos contra el respaldo del banco.
Entre risa y risa la mañana transcurrió rápida, de las nueve pasaron a ser las dos de la tarde y ambos tuvimos que despedirnos para volver a nuestras casas, cosa que no me apetecía en absoluto después del día tan bueno que había pasado.
Esa noche no me había resultado difícil conciliar el sueño.

Mi única ilusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora