Capítulo tres- "El otoño en mi interior"

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El otoño ha llegado a mí.
«¿Pero cómo?», se pregunta Emma a cada instante.
El "cómo" es algo que aún no va a poder averiguar, debido al hecho de que no sabe nada acerca de sí misma.
«Yo lo único que deseo en este mundo es que no te rompas.»
Sus palabras le vienen a la memoria.
-Y yo lo único que deseo es poder sentirme libre... -va pensando mientras se da una relajante ducha, con la que pretende deshacer todos los pensamientos que le acechan día a día.
-Creo que voy a ir a pasear un poco... Lo necesito... -habla como puede.
Esa falta de libertad, el hecho de reprimir tanto... le causan tal dolor, que a menudo no puede controlar sus lágrimas.
Sentirse como mariposas atrapadas en un vaso, cual peces en una red... así es como lleva identificando su dolor desde hace años.
Y sabe el motivo, lo sabe; pero no es capaz de hacerle frente.
«¿Podrán esas mariposas, sin apenas aire, romper todas sus ataduras, escapar de ese lugar en el que están atrapadas, recuperar las alas y volar libremente?
¿Podré yo romper mis propias cadenas, esas que me están haciendo guardarme tantas cosas para mí misma? ¿Lo lograré algún día? ¿Tendré la oportunidad de saborear la libertad?»
Sale de su piso, ese que va recogiendo tras ella cierto halo de tristeza y a la vez de esperanza.
Al llegar a la calle, siente un escalofrío. «Será por la llegada del otoño.» piensa.
Comienza a caminar hacia ningún sitio en concreto.
El presentimiento no se quita de su cuerpo. Pero además, esa sensación ha dado paso a un atisbo de inseguridad y desesperanza. «Lo que me faltaba ya.» se dice a sí misma.
Mientras va paseando por un camino solitario, ve a lo lejos a un niño pequeño llorando.
Comienza a caminar más rápido para llegar hacia él, pues no ha dudado ni un segundo en ir a preguntarle qué le ocurre.
-Cariño, ¿qué te pasa? ¿Por que estás llorando? ¿Estás bien?
Sé que no soy nadie para preguntarte nada; pero mira, ¿ves ese camino de ahí? Pues justamente estaba paseando por ese lugar cuando te he escuchado llorar. Y no he podido evitar acercarme a ti.
Mi vida, no te preocupes. Puedo ayudarte si te has perdido o con lo que te haya pasado. -
la inseguridad y la desesperanza continúan en su mente, pero al menos ha aparecido en ella un poquito de confianza. La confianza de que puede ayudar a ese chiquillo.
Le sonríe tiernamente. Parece que tiene instinto materno.
-Es que... estaba jugando en el parque con mis amiguitos del cole y... se han ido corriendo...
No sé por qué me han dejado solo... -su inocencia de niño se hace presente. Tiene la cara llena de lágrimas, lágrimas que han sido testigo de un momento injusto.
-Mira, cariño, quizás han ido a sus casas a por chuche. ¡Puede que tuviesen hambre y se les haya olvidado avisarte! ¡No te preocupes! ¡Seguro que regresan! -no quiere hacerle un drama de todo aquello.
-Cariño, si quieres puedo quedarme aquí contigo a jugar un ratito. O te puedo llevar a tu casa. ¿Vives muy lejos de esta zona? -
-No, mi casa está cerca de este parque. -sus hipidos no cesan. No llega a comprender por qué sus amigos lo han dejado allí solo.
-¡Estupendo! Pues si te apetece, podemos ir juntos hasta ella. -
-¡¡Vale, muchas gracias!! - le contesta dándole un beso.
-De nada, corazón. Lo hago encantada. -le da un abrazo.
-Por cierto, ¿cómo te llamas? Yo me llamo Emma. -
-Qué bonito. Me encanta ese nombre. Yo soy Alejandro. -
-Jajaja. ¿Te gusta? A mí, si te soy sincera, también jajajaja. -le guiña un ojo.
-Aunque el nombre de Alejandro... -hace una pausa-. ... es precioso. Para niño es uno de mis favoritos. -le sonríe.
-¡Gracias! -
-Bueno, ¿y tienes muchos amiguitos? -ya de camino a su casa.
-Sí. Pero de vez en cuando, me peleo con ellos. Por eso suelo venir a este parque, para estar solo. -Emma reconoce esa sensación.
Puede ver esa mirada de desesperanza en sus propios ojos, porque es la misma mirada que su hermana tenía durante los momentos de recreo.
-¿Sabes? -le dice acariciándole el cabello.
-Cuando tenía tu edad, también solía irme a un parque que había cerca de mi casa para estar sola. -le llegan reminiscencias de su infancia. Recuerdos que desearía que algún día, al fin, se esfumaran; como las olas se esfuman al llegar a la orilla de una playa.
No hablan más durante todo el trayecto.
-Ya está. Ya hemos llegado.
¡¡Mamá!! Por fa, ¿puedes abrir la puerta? Soy yo. Me ha acompañado hasta aquí una muchacha muy buena y muy simpática, porque Diego y Samuel me han dejado solo...-
-Ay, ¡hola, hijo! ¿Qué tal? Perdóname por no haber ido a recogerte, por favor. Entre una cosa y otra se me ha olvidado. -es una mujer con el pelo pelirrojo y corto, que, si no me equivoco, le llega un poco a los hombros.
Una mujer que parece también reprimir sentimientos; cosa que no ha pasado desapercibida en ella.
Una mujer a la que no le echaría más de treinta años.
Una mujer con un rostro bonito; con unos ojos en los que se podría nadar.
Según el subconsciente de Emma, la mujer más guapa del mundo.

~CUANDO ME ENCUENTRE~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora