1. LA CITA A CIEGAS

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10 AÑOS ATRÁS (2008)
Martes, 03:00 P.M.

El cielo seguía nublado luego de la fuerte lluvia que había empapado las calles de la ciudad. La helada brisa se colaba entre las personas que, siempre apresuradas, abarrotaban los cruces peatonales entre maniobras para esquivar los charcos. 

En medio de tanta algarabía, Kate apremiaba el paso hacia el Bohemian café. Aquel establecimiento que solía llamar su atención todas las mañanas camino a la academia de arte, al que nunca se atrevió a entrar, pero había puesto primero en su lista de pendientes. El que hacía esquina a dos cuadras de su departamento y expedía un exquisito aroma a chocolate y avellanas que bien sabía hacerle agua la boca. Kate nunca imaginó que la razón para hacer tiempo y visitarlo algún día, sería una forzada cita a ciegas que había orquestado su mejor amiga.

Revisando su reloj de muñeca se percató de que llegaría tarde.

La puerta del café sonó al abrirse, y una vez dentro, Kate cerró su paraguas dejándolo junto a la entrada para no empapar el local. Se atusó la melena castaña apartándosela del rostro, y sacudió de su abrigo un par de gotas residuales mientras chequeaba el no haberse mojado más de la cuenta.

Un pausado suspiro dio paso a una sonrisa, mientras sus avellanados ojos se tomaban el tiempo para detallar el lugar: Piso y techo de madera, paredes color crema con sutiles decorados florales en tonos sepia. Sencillas y comunes mesas cuadradas que, variando la cantidad de asientos, se distribuían de manera espaciada por el local. Manteles color crema, lámparas que hacían juego, y una barra al fondo donde las grandes máquinas de café eran protagonistas. Envases contenedores mostraban los croissants del día, y tras una pequeña vidriera, las tartas más provocativas que Kate hubiese visto en su vida, siendo la de brownie la que le flechase a primera vista.

El establecimiento había resultado más acogedor y elegante de lo que se apreciaba desde la calle, y definitivamente más agradable de lo que Kate había imaginado. El exquisito olor a chocolate y avellanas la tenía totalmente embriagada cuando la campanilla hizo eco y una pareja que recién entraba al lugar tropezó con Kate haciéndole trastabillar. Se había quedado atravesada junto a la puerta.

—Disculpen —musitó apartándose rápidamente, recordando la verdadera razón por la que se encontraba en aquel café. Suspiró mirando alrededor, pasando de rostro en rostro sin tener idea de a quien buscaba. Ansiosa por encontrar respuesta a las incógnitas que le habían estado martillando la cabeza toda la mañana, se giró hacia el otro extremo del café esperando tener más suerte. Al no recibir señal alguna pensó que la habían embarcado, pero a medio suspiro, sus ojos colisionaron con dos grandes esmeraldas que le hicieron mirar una segunda vez. Quedando atrapada en una irresistible fuerza magnética que le invitó a sostenerle la mirada al atractivo dueño de aquellos ojos verdes, quien, de corta y rubia cabellera bien peinada, parecía igualmente interesado en ella. La intensidad de su mirada le aceleró el corazón, y dejándola sin armas la hizo sentir desnuda.

—¿Kate?

Una masculina voz le llamó por su nombre, pero no provenía del rubio. Decepcionada, se obligó a cortar la conexión con el adonis de ojos verdes para centrarse en un atlético y enorme chico que, de rojizo y rizado cabello, le saludaba con la mano desde una mesa no muy lejana.

Suspirando lanzó una última y fugaz mirada hacia el rincón donde se encontraba el atractivo joven, forzando una sonrisa antes de acercarse finalmente al pelirrojo.

—¿Steve? —preguntó recordando el nombre que le había dado su amiga. Y recibiendo un afirmativo movimiento de cabeza, se sentó frente a él—. Kate Howard. —Se presentó ofreciéndole la mano mientras ampliaba educadamente su sonrisa, la que se desvaneció cuando este le tomo dicha mano y plasmó un beso en sus nudillos con galante actitud.

UN ÚLTIMO CAFÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora