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Y de ese modo en cómo Antonio recordó la primera vez que María lo llamó "Tomatito" no pudo evitar recordar también, la última.

Recordaba muy explícitamente aquel día lluvioso, si, podía decirse que no era un buen día. España había quedado en el suelo, en una posición vulnerable. Muy pocas veces él se encontraba así, la mayoría de las veces era él quien hacía que las personas se sintieran de ese modo, vulnerable. Pero allí se encontraba él, siendo sometido por una mujer, quién apuntaba la espada que tenía como arma en su cuello.

-María, no tienes que...- Comenzó España, pero no pudo terminar ya que fue abruptamente interrumpido por la nombrada.

-¡No, claro que no tengo qué! Debo...- Pudo exclamar. La mujer apretó más el puño de su arma, para empezar a hacer presión en el cuello del contrario. Quién cuidó de ella tantos años, al que podría llamar padre, pero en ese momento tan solo era el hombre que no quería darle su independencia, el que estaba siendo apuntado con un arma ya manchada de sangre de los suyos.- ¡Estoy cansada! Cansada de ver a mi gente esclavizada y en condiciones mugrientas, deplorables. ¡¿No lo entiendes?! ¿No puedes entender el dolor y el sufrimiento que tú me causas?.

¡Pasé todos estos años admirándote, crecí junto a ti, en tu casa, con tu gente, te quise, maldita sea, te amé! Para cuando me di cuenta, no veía antes la realidad, no quise creerlo, solía pensar "No, Tomatito sería incapaz de hacerme esto, él sería incapaz de lastimarme." Pasaron días, meses, años. Pasé noches despierta en las que dudé, lloré, hasta que pude darme cuenta. No puedo estar al lado de alguien que me daña, y sobre todo daña a mi gente.- Sentenció María, llena de rabia, sobre todo dolor. Pudo llegar a presionar un poco más su arma contra España haciendo que la presión maltratara la piel de este, un hilo de sangre llegó al pecho del mismo confirmando el daño.

Ella tenía razón, aunque quisiera negarlo él había sido de lo peor. Mientras la ocupaba distrayéndola enseñándole sus costumbres, su religión, su casa en general. Solía recibir nuevos españoles quiénes solían buscar más que nada, esclavos, mayormente mujeres, podía imaginar todas las cosas desagradables que les hacían, pero las ignoró, incluso sabiendo que su colonia pudo haber sentido aquel dolor. No solo lastimó a su gente, también llegó a lastimar su tierra, siendo esta muy fértil en cosechas y metales, sobre todo el oro, cosa que también llegaba a lastimarla, a pesar de saber los horrores que hacía y lo que conllevaba, él nunca se lo dijo.

La lluvia se hacía cada vez más fuerte, ambos se encontraban más que empapados, manchados de lodo. España quién no sabía que podía decirle a su colonia, sentía su cabeza dar vueltas y pensó tristemente que solo le quedaba una cosa por hacer.

-Está bien, si esto es lo que quieres, lo tendrás. Me rindo.- Vociferó España. María lo observó directamente a los ojos, tratando de ver si de alguna forma le estaba mintiendo y él, él solo le sonrió. María sintió sus ojos acuosos e inmediatamente soltó el arma para caer de rodillas en su mismo sitio.

-Tomatito...- Susurró María, quién ocultó su rostro entre sus manos sintiendo como sus lágrimas se mezclaban con la lluvia. España, quién luego de que la mujer dejara de apuntar, se levantó y caminó ahora a su ex-colonia. Agachándose pegó su pecho contra la fémina quién cuando lo sintió fue inevitable que más lágrimas salieran. Así formando un abrazo España lloró en silencio.

 Así formando un abrazo España lloró en silencio

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⏰ Última actualización: May 05, 2019 ⏰

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