One way or another blondie
Minnesota 1983
Castiel tenía una vida demasiado monótona y rutinaria, no era conformista pero ya no tenía ánimos de buscar algo más. Su día fue lo que le sigue a malo, por poco y lo despiden por un pequeño error del que ni siquiera fue culpable, estaba tan estresado ahora que cualquier ser vivo y objeto inanimado sería victima de su mirada fulminante y para nada amigable. Para su mala suerte, o la de los demás, había muchas personas transitando el camino que siempre tomaba para regresar a su casa; quedaba cerca de su lugar de trabajo así que siempre iba caminando, era saludable y relajante, excepto esta vez que un hombre alto bloqueaba su camino avanzando como si anduviera por la plaza, bufó molesto.
-Oye, tú, gigantón – llamó su atención tocando repetidamente con su dedo la espalda de aquel hombre - ¿puedes caminar más deprisa? – vio la oportunidad y sin siquiera esperar una respuesta lo rebasó empujándolo con su hombro al pasar, su paciencia no llegaba a tanto.
“Que asco de día” pensó al llegar a la puerta de su departamento, la abrió y entró a la comodidad de su propio espacio. Suspiró cansado dejándose caer en su sofá, definitivamente había sido un día de lo peor, pero aún faltaban unas horas para que acabara, aún podía mejorar.
¿Gigantón? ¿en serio lo habían llamado de gigantón?, cierto que a algunas personas eso era considerado una ofensa, Sam estaba más allá de eso y tenia motivos para no empezar una discusión... primer motivo: se encontraba demasiado tranquilo, segundo motivo: quizá el sujeto que le había dicho gigantón no estaba en sus mejores días y tercer motivo... bueno no había tercer motivo pero las discusiones no eran muy del castaño.
El más alto caminó hasta la parada a esperar su ómnibus para llegar a su casa.
Se quitó los zapatos al entrar y colocó un disco de Elvis mientras se frotaba la sien. Se sirvió un vaso de wiskey y se sentó a descansar.
Al cabo de media hora y al sentir que se estaba quedando adormecido se levantó y se preparó la comida, luego de comer se duchó y se fue a dormir para estar descansado al otro día y rendir más en su trabajo.El ojiazul se había quedado dormido en el sofá, cuando despertó la espalda le dolía, miró el reloj que llevaba abrochado alrededor de la muñeca y solo pudo murmurar un “maldita sea" cuando vio la hora, era tarde en la madrugada, se levantó del incómodo sofá y caminó arrastrando los pies hasta su habitación. Al ver su cama tirarse y dormir se había vuelto una necesidad, pero tenía que cambiarse primero. Se puso su pijama, ni siquiera supo si la playera se la había puesto al revés pues no se molestó siquiera en prender la luz cuando entró a la habitación y a decir verdad no le importaba, solo quería dormir, se quitó el reloj y se metió entre las cobijas, a los pocos minutos ya dormía profundamente.
El siguiente día fue más su día, despertó a tiempo para no llegar tarde a trabajar. Se detuvo a comprar un café en un carrito frente a una tienda de rosquillas, le pareció divertido que eligiera exactamente ese lugar para poner su negocio. Vio a lo lejos al sujeto alto del día anterior, además de la altura su cabello era algo característico así que lo reconoció, pensó en ir a disculparse pero creyó que tal vez el tipo ni lo recordaba. Suspiró y siguió su camino.
El castaño se dirigía al despacho de abogados donde trabajaba. Tomaba todos los días la misma ruta, compro el café y un periódico para leerlo una vez llegara a la oficina.
Se quedó pensando en aquel hombre, realmente sentía que debía disculparse pero no era la única razón, Castiel nunca lo admitiría abiertamente pero a veces se fijaba en hombres y no solo en mujeres, sabía que hoy en día eso era bastante normal pero eso no le quitaba la sensación de ser juzgado a cada lugar al que iba, sería peor si alguien se enteraba. Se detuvo un momento a beber de su café mientras disimuladamente miraba al hasta ahora desconocido irse en otra dirección, se preguntó a dónde iba, supuso que a un lugar elegante porque iba vestido formal, lo cual lo hacía lucir muy bien por cierto, y su cabello acomodado detrás de las orejas en un peinado sofisticado; tan sumido estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que empinaba cada vez más el vaso hasta que el café casi caliente mojó su barbilla y parte de su ropa, su corbata se había arruinado ahora. Alejó rápidamente el recipiente y murmuró “¡Maldición!”, miró su reloj, aún estaba a tiempo, volvió a voltear hacia donde se había ido el más alto pero ya no lo encontró. Suspiró, se dio la vuelta y retomó su camino hacia su trabajo.