“El amor es el sentimiento supremo. Amar no se trata solo de afinidad, o de química entre dos personas, el amor es sentir respeto, conexión, libertad al estar junto con otra persona. El amor es una unión no material, sino espiritual. No se trata de demostraciones físicas, sino afectivas, emocionales. Uno puede decir que ama cuando siente tantas cosas por una persona que no puede ni describir lo que siente, solo sabe que de ese modo se siente bien, feliz y de ese estado no quiere salir jamás.”
Era exactamente eso lo que sentía Sam por Castiel. Corría el año 1996 cuando ellos se conocieron en la secundaria. Castiel habia llegado a la ciudad y le había tocado la misma clase que Dean, el hermano mayor de Sam. Habia estudiado toda su vida en la casa por lo que cuando ingresó en el instituto lo pusieron con jóvenes cuatro años menor que el. Ellos se llevaban nueve años de diferencia, su familia no aceptaba su romance, solo su hermano los apoyaba. Era el responsable de cuidarle la espalda al castaño ya fuera cubriendo sus huidas de la casa o trayendo a Castiel para “hacer trabajo en equipo". Ambos cansados de la situación huyeron de casa para ir a vivir juntos una vez que Sammy cumplió la mayoría de edad. Los padres de Castiel tenían una casa en las afueras de la ciudad. Era una cabaña de madera ubicada entre un río y el área forestal.
Pasaron tiempos difíciles la primera vez que llegaron a la cabaña, poner un pie dentro significaría la total independencia puesto que al no ser aceptados por los padres de Sam, y vistos mal ante la sociedad, no contaban con mucho apoyo. Fue estresante los primeros meses, una vida juntos era complicada, muchas veces llegó a pensar en que había errado al tomar la decisión tan importante que era irse a vivir con su pareja. Sus ahorros se habían ido en comida y mantenimiento de la casita a la que ahora llamaba hogar al no reconocer otro lugar como tal, a veces discutían por eso, el menor le decía que todo estaría bien pero Castiel sabía que siempre había sido optimista, en cambio él miraba a la realidad de frente, recibiendo los golpes de la vida, a veces le molestaba como Sam quería ver el lado bueno de todo.
-¡No hay lado bueno, Sam! – le gritó una vez – por favor ya madura, estamos casi en quiebra y no podemos gastar en… tonterías – dijo apuntando a un lindo florero con flores hermosas; había tenido un pésimo día en su horrible trabajo mal pagado y llegó estresado además de cansado. La cara triste y la expresión de cachorro regañado que puso el más alto en ese momento lo hicieron darse cuenta de lo duro que había sido.
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– Lo siento, yo… lo lamento, Sam – se acercó para abrazarlo – son unas flores hermosas
Y así pasaba seguido hasta que la vida mejoró para ellos, consiguió un mejor empleo, Sam consiguió uno también, no eran ricos pero tampoco batallaban tanto como antes, eran felices. Se tenían el uno al otro y eso era lo que a Castiel lo hacía seguir cada día: pensar en Sam.
