CAPÍTULO IV

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-¡Ana, ya despierta! Dios hay que ordenar todo, ¡esto es un desastre!- corrió Mary por la sala quitando los juguetes dispersos en la alfombra. Me desperté al instante saltando y sentándome sin saber qué había pasado.

-No te preocupes amor, solo va venir a recogerme, no creo que entre- dijo Charles saliendo de la cocina cargando al bebé risueño.

¿Qué estaba pasando? Mire a mí alrededor y note que ya era de mañana, los niños estaban terminando su desayuno en el comedor, Walter Junior comía sus cereales sin quejarse, Mary se movía como loca acomodando las cosas.

-¡La Tía An ya se despertó!- dijo Ben de cuatro años dirigiéndose a Ana y dándole unos cereales en su mano.

-Gracias Benito- dije recibiendo su regalo y viendo como corría a su asiento, me levanté y me dirigí a la cocina por un vaso de agua mientras lo tomaba acomode el sillón sacando la cobija que había llevado la noche anterior.

-Ben, termina tu cereal, que en cualquier momento llega Frederick Wentworth-gritó Mary mirando por la ventana.

Escupí el agua apenas la escuché y me atore, comenzando a toser.

-¡Dios santo Ana! ¿Estás bien?- dijo Charles acercándose y dándome palmaditas en la espalda.

Asentí con mi cabeza alejándome, tratando de calmar mi tos nerviosa. Cuando de repente escuche detrás de mí.

-¡Frederick, te esperábamos! Pasa, estás en tu casa- dijo Mary abriendo la puerta.

Charles se acercó para saludarlo y los niños lo siguieron saltando.

-Gracias- le escuche decir con esa voz única que él tenía y al instante mi corazón saltó alocado. Mis manos comenzaron a sudar, mi respiración se agito y cerré los ojos pidiendo desaparecer.

¡Estaba en bata! Con mi ropa de dormir que era un polo largo y unos pantalones sueltos grises. Puse mis manos en la cara y trate de limpiarla con mis manos por si había alguna legaña, esperaba que no se viera algún rastro de maquillaje corrido.

¡Mi cabello! No tenía como estaba, seguro que las ondas que me había hecho ayer habían desaparecido, me lo trate de acomodar peinándolo rápido, cuando escuche a Mary decir.

-Claro, nos encantaría almorzar juntos. Le diré a mi hermana Ana, está en el comedor, la llamaré también,- dijo Mary contestando algo que él le había dicho.

"Gracias Mary" pensé.

-Ana ven- me dijo jalandome a la sala. Y sentí como todo ocurrió en cámara lenta al voltear. Él había cambiado. Estaba diferente, era una versión mejor del Frederick que había conocido.

Se había arrodillado y le estaba hablando a Walter Junior, este le enseñaba su cicatriz pequeña. Mientras que él se había remangado y le enseñaba otra marca que se veía en su brazo. No la había notado o no la quería mirar. Trate de caminar a paso seguro, si me concentraba en caminar sin tropezar y respirar seguro que estaría bien.

La luz de la ventana sacaba reflejos castaños a su cabello rubio, lo tenía mejor cortado que como lo recordaba, sus ojos estaban atentos al niño y sonreía, era la sonrisa genuina, eso no había cambiado, esa sonrisa era la que hacía que una punzada de dolor apareciera en mi pecho.

Aunque se mantenía flexionando sus piernas me di cuenta que su contextura había cambiado. Estaba más musculoso, seguro por las caminatas en sus viajes y por los ejercicios de alpinismo y buceo. Vestía con unos Jeans oscuros, una camisa azul que se estrujaba a sus brazos y pectoral bien formado y un Cárdigan en la mano. Tenía al famoso viajero Frederick Wentworth en la sala, no lo podía creer, después de tantos años.

De repente él alzó su mirada, y entonces deje de respirar. Todo desapareció alrededor nuestro, las voces de los niños se acallaron y sentí como todo mi corazón reconocía a su dueño perdido. Él se quedó quieto, observándome, sus ojos azules se habían agrandado un poco ¿o me parecía? ¿Estaba asombrado? Mis latidos se aceleraron demasiado que temí que me diera algo en ese momento. La sonrisa que había tenido segundos atrás desapareció y se incorporó dejándome ver toda su altura. Barriendo su mirada a mi vestimenta, enviando electricidad a mi cuerpo, hasta llegar de nuevo a mis ojos.

Mary dijo algo que no escuche, no me podía mover. Y Charles contestó.

-No creo que la conozca Mary, Frederick te presento a Ana mi cuñada. Ella se está...-

-La conozco- dijo sin apartar la vista de mí.

¡¿Qué?! -Soltaron Mary y Charles al mismo tiempo. –Ella nunca lo mencionó- dijo Mary pensando en voz alta.

A mal tiempo, pues hizo que Frederick cambiará su mirada, sus ojos se apagaron, lo sentí, lo había decepcionado de nuevo. El aparto mi mirada.

-Fue cuando estuviste en el internado Mary, en tu último año.-dije rápido, pero el daño ya estaba hecho.

Charles interrumpió cambiando la conversación diciendo que se le haría tarde para su compra y que debían irse. Frederick contestó algo, demostrando gran seguridad en sus planes mirando su reloj. Este se despidió de Mary, de los niños y ella. Frederick lo siguió despidiéndose de los niños y de Mary y también salió. Yo ya no existía en su vida, lo sabía. Lo bueno era que ya había pasado, ya había pasado me repetía una y otra vez, lo peor ya había pasado.

Mientras Mary hablaba de nuevo, yo no podía escucharle. Se habían encontrado. Después de largos y dolorosos años se habían visto y habían hablado, si se podía decir eso al intercambio de palabras. ¡Cuánto había soñado con ese momento! En sus más salvajes sueños él se habría acercado y la besaba con fiereza diciéndole que nunca la había olvidado, nunca lo dijo en voz alta porque tuvo miedo, sabía que eso solo ocurría en las novelas, nunca en la vida real. En Ocho años podían haber pasado mil cosas, más la distancia y el querer del olvido. Èl había continuado con su vida, había madurado, cambiado. Y no había pensado en ella. Para mí, ocho años era ayer, era nada comparado al pasado, a los sentimientos que habían tenido. ¿Cómo saber qué era lo que Frederick pensaba de ella? ¿Cómo ver qué había en su corazón?

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⏰ Last updated: May 06, 2019 ⏰

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Juntos en un Sueño (Pausada)Where stories live. Discover now