capítulo 18

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— Entonces tú y Mimi... ¿qué sois? —preguntaba Ricky mucho más consciente y con menos alcohol en el cuerpo.

— Buenas amigas. —respondía sonriente Patri.

— Pero foll...

— Ricky, Mimi te necesita, es urgente. —aparecía Alfred algo agobiado cortando la conversación entre el mallorquín y la morena.

— ¿Qué? ¿Dónde está? —se anticipaba Ana alterada.

— Venid.

Ricky, Ana y Patri siguieron asustados al catalán. El tono y la cara con la que Alfred había interrumpido aquella conversación les preocupó, sobretodo a la canaria que conocía a la perfección el carácter relajado del moreno. Alfred les guió hasta la esquina donde Mimi y Miriam se habían retirado a hablar hace una media hora, la granadina estaba sentada en el suelo, ocultando su rostro entre su pecho y sus rodillas, y respirando con bastante dificultad.

— Eh, eh, Mimi... —hablaba Ricky preocupado— ¿Qué ha pasado?

Mimi al escuchar la voz de su amigo, levantó su cabeza para mirarle, dejando al descubierto su rostro empapado en lágrimas.

— Sácame de aquí, por favor... —susurró entre sollozos.

Ricky asintió y con la ayuda de Ana que escuchó esa breve conversación, levantaron a Mimi y apoyaron su peso sobre el mallorquín, quien la agarró bien de la cintura para ayudarla a salir de allí.

— Me la voy a subir a la habitación. —dijo Ricky mirando a Ana.

— Claro, voy con vosotros. —soltó Ana sin dudar.

— Ana creo que no es buena idea, puede que se agobie, dejémosla con Ricky y mañana ya la vemos nosotros. —apuntó el catalán con pena, haciendo que la canaria asintiera dándole la razón.

— Avísame con lo que sea Ricky, por favor. —pedía la canaria.

Ricky sonrió a modo de afirmación. Despidiéndose con una mirada de Ana, Patri y Alfred, cargó con la granadina y se dirigió a la salida de aquella sala. No tardaron mucho en llegar a la habitación que Mimi compartía con la gallega, ya que solo tenían que llegar al ascensor y este haría el trabajo por ellos. Ricky decidió no hablar en el trayecto, pues no sabía muy bien que decir o cómo enfrentar el aparente ataque de ansiedad de su amiga, así que simplemente decidió acompañarla en el dolor que parecía sentir en ese momento y no dejarla sola.

— Vale, siéntate aquí. —habló suave Ricky acompañando a Mimi hacia la cama. La granadina le hizo caso y segundos más tarde se secó las lágrimas con el trozo de papel que Ricky se había encargado de coger del baño— ¿Estás más tranquila? —preguntó frotando la espalda de la rubia con cariño, quien asintió a modo de respuesta— ¿Quieres agua o algo?

— No, estoy bien, gracias. —le sonreía apenada.

— ¿Me quieres contar lo que ha pasado?

— Mejor mañana, ¿vale?

— Vale. —la sonrió comprensivo— Tiene que ver con Miriam, ¿verdad? —Mimi le miró rápidamente y asintió mientras sus ojos se volvían a aguar— Vale, vale... Tranquila... No pasa nada. —hablaba apresurado el mallorquín para evitar que su amiga volviese a llorar mientras la abrazaba contra su pecho.

— Pff... Es que la he cagao... —sollozaba la rubia frotando con sus manos su rostro— La he cagao muchísimo y soy consciente de ello, pero también ella se ha hecho una idea equivocada de todo y no me ha dejado explicarla ... — decía apenada con un toque de resquemor.

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