Puedes confiar en mí

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Castiel no sabía mucho acerca de los sentimientos humanos. Sin embargo, estaba muy seguro de algo: estaba enamorado de Dean Winchester.

La sensación en su estómago, sus piernas temblando y sus manos inquietas indicando nerviosismo. Los "Te necesito" que Dean le decía cada que estaban cerca, cada que Dean lo besaba a escondidas y le decía: "Mi ángel", con ese tono tan dulce. El palpitante latir del corazón del cazador lo volvía loco, sus alas se erizaban ante cada latido. Pensaba en él todo el día y la noche, y pese a los muchos defectos que tenía el cazador, le gustaba.

Todas esas cosas y más podían indicar mínimamente que estaba enamorado. Pero no era solamente eso.

Castiel comenzaba a desarrollar emociones, sentimientos y era un enorme problema al ser un buen soldado, el cielo no podía permitirse perderlo. Además, un ángel no puede enamorarse. Ellos no podían saber si había algo entre ellos, por las runas en las costillas de Dean, además de que los ángeles no podían saber y ver todo.

Pero Castiel no cedería y lucharía con tal de defender a su nueva familia: Sam, Dean, Jesse y Bobby.

Esperaba que Dean correspondiera sus sentimientos con la misma intensidad. Eran pareja oficialmente, pero ¿Los sentimientos eran los mismos? ¿La misma fuerza, con toda la intensidad? ¿Daría todo por él, como él mismo estaba dispuesto?

- Dean Winchester es tu kriptonita- Le afirmó Rai esa tarde, luego de varios días desde que hablaron con respecto a Jesse- es tu perdición... Y cuando te des cuenta de lo que eso realmente significa para ti, será muy tarde...

Pese a la dureza de las palabras del arcángel y fingiendo que no le afectaban, Castiel presentía que se harían realidad, pero siguió con su rutina en la casa de Bobby.

Al no poder dormir, Castiel se quedaba junto a Dean a velar por su sueño, pero cuando sentía que Sam estaba inquieto, lo cuidaba también. Incluso a Bobby, sabía lo importante que era para los hermanos. Y entre ratos, revisaba que Jesse siguiera durmiendo. Lo arropaba si veía que tiraba la sábana o la almohada. Entendía sl verlo porque los hermanos querían protegerlo y él lo haría también.

Jesse estaba inscrito en la escuela primaria del pueblo. Bobby lo hizo, dijo que era importante que el niño siguiera con sus estudios. Y Jesse estaba feliz en la escuela, había hecho nuevos amigos y cuando no había un caso que resolver, Sam o Dean iban por él a la salida de clases.

Sam le preparaba un sándwich de almuerzo y se aseguraba que llevara todo lo que necesitaría ese día, además le ayudaba con la tarea.

Dean jugaba con Jesse, a lo que fuera. A los piratas, a las escondidas, las atrapadas, con unos carritos que Bobby le obsequio. A veces Dean le enseñaba como debía mantener en buen estado a Baby, los dos llenándose de aceite y Cas con un chasquido de desos los limpiaba antes de que entrarán a la casa.

Cin Bobby hablaban de muchas cosas, el horrible clima, el pay que la esposa del cazador preparaba y la nostalgia que le daba al mayor, la tristeza que lo invadía. Jesse entonces lo abrazaba, lo abrazaba con fuerzas.

Cuando Jesse salía de clases y Sam iba por él, pasaban a la heladería. El mayor pedía uno de vainilla y el menor uno de chocolate. Con Dean iban a comprar hamburguesas o pay. O ambas. Bobby iba por Jesse cuando los chicos iban de cacería y de camino a casa pasaban a la dulcería.

Un día, Sam y Dean habían ido a una cacería y Bobby fue llamado por su amigo Rufus para que lo ayudará a enterrar un cadáver.

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