Una mañana; al sentir los rayos del sol sobre su cabeza. Y percatarse de que el calor lo mantenía agobiado. Decidió al fin pararse, para así, desatarse de aquel sopor cotidiano.
Era claro que, aunque aún no se diera cuenta. Había olvidado ya lo que se encontraba soñando, antes de percatarse del abrir casi automático de sus ojos al amanecer.
Algo cotidiano, sí. Eso mismo implicaba verse envuelto en una rutina casi anotada sobre un papel; aquel chico. Tenía una estrepitosa habilidad para perderse en aquel mundo lleno de colores bestiales y abrumadores.
Al sentir, la superficie fría del árido piso, decidió abrir aún más su ojo derecho, aquel que extrañamente comenzaba a dolerle cada minuto más.
—Quizás, se deba a alguna enfermedad. —se dijo, alzando una mano para apretar aquella tenue molestia.
Pues noches anteriores, recordaba con esclarez el haber sobre esforzado la vista. Y posiblemente también se debía a sus pocos cuidados personales. Y al llegar sobre la mesa redonda de su sala, dio un sobresalto al verse nuevamente sobre un tremendo desastre en aquella superficie.
Había un sin fin de trastes regados por todas partes, moscas cernidas sobre la comida ya caducada. Lamentándose por el desorden, viro su principal dirección a la cama desecha de la sala contigua a la que vivía, pues en aquel entonces el espacio escaseaba con gran rotundez.
Y camino confiado, pues ya era más que normal ver tanta basura por todas partes. Más que claro se encontraba su precaria situación, pero nunca abrió la boca para clamar alguna queja por lo que vivía.
Así que se acostó, pensando en lo mucho que extrañaba el despertar al lado de sus padres, aquellos que, irremediablemente tenían que salir a trabajar día a día.
E intento volver a rememorar aquel sueño indefinido que tanto aheleó terminar antes de pararse. No sabía cómo describirlo, pero en serio le causaba una gran melancolía no poder recordar. Pues parecía ser algo mucho más hermoso de lo que nunca antes llego a imaginar.
—Era como si, estuviera atrapado dentro de algo inexplicable. Algo grandioso –AHHH— se quejó con la almohada grisácea que tenía a su lado posterior. Pues muchos días llegaba a olvidar lavar algunas prendas y aún más en específico.
Olvidaba lavar las prendas que adornaban todo el conjunto de su cama, y todo lo demás. Por eso, se la pasaba arrastrando los pies con cara de pocos amigos. Guiado meramente por un funesta irritación de salir. E eso incluía, batallas consigo mismo por la falta de ánimo de dirigirse a la escuela.
—LEVANTATE, AHORA MISMO—
La madre, enfurecida por ver la holgazanería de Yahvé, le dio una patada a la colcha con estrepito furor, como si estuviera totalmente decidida a machacar a golpes las telas. Para compensar la impotencia que sentía con su hijo por no cumplir con sus responsabilidades diarias.
Yahvé dio un salto, parpadeando atónito por la tonalidad rojiza adornada en el rostro de su madre.
Quería disculparse, con aquella típica cara de abstinencia que desde niño comenzó hacer cada que no cumplía con alguna orden impuesta. Pues ya estaba más que acostumbrado a mantenerse regido por los gritos e insultos de su familia. De su madre más seguido que de cualquier otro.
Por eso, con una carita arrepentida, se agacho para recibir directamente la furia de su progenitora, aquella que solía reflejar una furia y frustración reverberantes. Pero que, quizás se mantenían justificados por su espantoso pasado, aquel que llego a vivir en sus noches más funestas.