El estacionamiento

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Aurora

Las grandes manos me sujetan con fuerza por las caderas, para inmovilizarme ante el ritmo frenético de sus embistes.

Aurora: ¡Termina!, ¡termina dentro de mí!

Lo incito jadeante, sabiendo que esas palabras mágicas logran que pierda el control. Brama arqueando la espalda por el poderoso orgasmo que sé, había estado retrasando para mi satisfacción, siempre piensa primero en mí, de los tres hombres a los que me he entregado en mi vida, sin duda Darío, es el mejor amante. Una vez que he drenado a mi hombre, me desplomo agitada, sobre el amplio pecho sudoroso provocado por el brutal encuentro sexual.

Disfruto de las caricias que le regala a mi espalda y del maravilloso aroma que nos envuelve, producto de la mezcla de nuestro éxtasis, al tiempo que nos relajamos.

Darío: Un día me vas a provocar un infarto. (Le propino un manotazo juguetón en el pecho, antes de bajar de él para recostarme a su lado aún entre sus brazos).

Aurora: ¡Tonto!, no lo digas ni de broma, ya me imagino la nota en primera plana: "Muere en motel por un orgásmico infarto provocado por su amante". (Me burlo sonriente, pero a él no parece hacerle gracia, hasta hace no mucho tiempo a mí tampoco me agradaba la palabra, pero no puedo tapar el sol con un dedo, que no la mencione, no significa que no sea real. Me giro para verificar la hora en el celular que se encuentra sobre el buró). Tenemos que irnos, tengo unos pendientes que hacer antes de ir por mi niña al colegio.

Darío: Espera, solo cinco minutos más. (Me abraza con fuerza y yo disfruto de la protección que me brindan sus fuertes brazos). Estoy cansando de esto, ya no quiero esperar hasta el siguiente miércoles a las nueve de la mañana para poder tenerte así, ¡mía! (Sus palabras me torturan, estrujan mi pecho, ¡no, no otra vez!, me remuevo de su abrazo, incómoda y dolida).

Aurora: Darío, ya hablamos al respecto. (Intento levantarme de la cama, pero apenas me siento en ella, me abraza por la espalda evitando la cobarde huida, acariciando con suavidad mi vientre y senos al tiempo que aspira el perfume de mi cuello de una forma dolorosamente tierna, mi visión se emborrona por las perlas salinas que escocen mis ojo, no se supone que esto doliera, se supone que los amantes disfrutan del placer que se entregan, unas cuantas horas egoístas y sin remordimientos, sin complicaciones, sin despedidas dolorosas, sin añoranzas torturantes, sin amor...).

Darío: Este no era el plan, estoy consciente de todo lo que hay en juego, pero ¡te amo! Y sé que tú sientes lo mismo, aunque te niegues a admitirlo, sé que no puedes dejar de pensar en mí cada día, ansiando las ganas de volver a tenerme dentro, de salir a cenar, al cine o de viajar juntos como cualquier pareja normal, lo sé porque yo siento lo mismo.

Aurora: Darío, por favor. (Replico suplicante, no quiero escucharlo, sus palabras, la necesidad que emanan arden como ácido sobre la herida abierta, pero no se detiene).

Darío: Ya no soporto compartir la cama con Liliana y muero de celos en cada reunión al ver a Fernando abrazarte con posesividad cuando es en mis brazos donde deseas estar, es aquí a donde perteneces.

Aurora: Sabes que no podemos hacerles esto, Fernando es un excelente esposo, excelente padre, tú lo conoces, es tu amigo.

Darío: ¡Sí! Y porque lo aprecio es que he soportado nuestra situación por tanto tiempo, pero ya no puedo más. ¡Mírame! (Me gira el rostro para capturar mi alma con sus pupilas). Dime que no sientes lo mismo, dime que no me amas, que no detestas las manos de Fernando sobre tu piel.

Aurora: Sabes que sí (confieso en un susurro). ¡Te amo! (Besa mi rostro con ternura, avivando el tormento en que se han convertido los días sin él, la profunda soledad en compañía de mi esposo, los castillos en el aire que me he formado en contra de mi conciencia, el amor insano que me negaba a admitir pero me fue imposible sentir).

No sé suponeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora