Llegamos a la casa de mis abuelos, y lo primero que noté al llegar fue que había demasiados autos. Eso significaba que habían venido mis tíos y tías, junto con sus hijos. Eso me molestaba mucho más, ya que había tres primas las cuales odiaba demasiado, pero no entraré en detalles sobre eso, ya que ni siquiera merecen que las odie.
Bajé del auto y esperé junto a la puerta de la casa, me negaba completamente a ser la primera en pasar. Fui detrás de mis padres y todos tenían sonrisas en sus rostros mientras nos decían "bienvenidos". Miré a mi abuela y justo cuando ella me miró su sonrisa se desvaneció mientras dirigía su vista a otra parte.
—Iré al baño —le dije en susurro a mi madre.
La casa de mis abuelos era realmente grande para esos dos viejos, había cerca de catorce habitaciones de los cuales solo utilizaban cuatro. Había una especie de sótano donde estaba el baño y otra habitación repleta de muñecas, peluches y un montón de cosas viejas. Me gustaba ir ahí, ya que yo era la mayor de todos mis primos y a ellos les daba miedo bajar solos al baño, ni siquiera mis abuelos entran en la habitación. Era en el único lugar de la casa de mis abuelos en el que me sentía a gusto.
Bajé hasta la habitación de las muñecas, entré y dejé la puerta ni abierta ni cerrada, miré a mi alrededor y pude ver que todo seguía en su lugar. Hace algún tiempo había acomodado una vieja mesa y una silla en el centro de la habitación para poder sentarme. Un día sin permiso de nadie tomé las cosas de limpieza de mi abuela para tener el lugar limpio, estaba llena de polvo por falta de uso. Las muñecas y peluches estaban en el piso y por todas partes, algunos incluso rotos, pero había un muñeco que era el que más me gustaba. Le puse el nombre de "Jack" porque me recordaba a Jack Skellington de la película "El extraño mundo de Jack". Tenía la piel blanca, cabello negro y ojos del mismo color, sus ropas eran todas de color negro con algunos detalles en blanco. Era mi favorito de todos los demás. Cada vez que estoy ahí hablo con él, me gusta hacerlo porque me parece algo divertido. Pensé miles de veces llevármelo a casa pero mis padres se darían cuenta al instante. Senté a Jack en la mesa y yo en la silla, dejándolo frente de mí.
—¿Cómo has estado en mi ausencia? —Le pregunté, pero tuve que responderme a mi misma en mi mente con otra voz—. ¿Aburrido? Yo igual, pero no te preocupes, algún día voy a sacarte de este lugar para llevarte a mi casa.
Puse mi mochila sobre la mesa y saqué una de mis libretas para hacer garabatos en ella mientras hablaba con Jack. No se qué pensarían mis padres si me vieran hablando con un muñeco de porcelana, pero creo que a la vez me entenderían, no tengo un hermano con el cual poder platicar y mis primos son demasiado infantiles para mantener una conversación coherente.
Mientras seguía hablando con Jack, uno de mis bolígrafos rodó por la mesa y cayó al piso mientras seguía rodando hasta una caja, ni siquiera con mis grandes reflejos pude detener la caída del bolígrafo. Me levanté de mala gana para recogerlo, pero la caja hasta la que había rodado llamó mi atención, estaba abierta. No recordaba haberlo hecho antes ya que no me interesaba lo que tenían dentro. Me arrodillé y tomé el bolígrafo, me quedé así para ver lo que estaba dentro de la caja pero sin tocar nada. Pude ver un mantel de color negro arrugado y algo que parecía ser una especie de grabadora pequeña, pero lo que verdaderamente llamó mi atención fue un libro que estaba al fondo de la caja. Tenía la tapa de color rojo obscuro, pero no tenía el título ni el autor, no tenía nada en realidad en la portada. A mi en realidad me gusta mucho leer y ver un libro ahí fue como encontrar el oasis en pleno desierto.
—Mira Jack. Un libro —dije alegre—. No digas eso como si fuera aburrido porque no lo es, un libro te abre las puertas a un mundo lleno de aventuras y te hace olvidar la realidad. Voy a tomarlo.
—Tú no vas a tomar nada —mi abuelo yacía en la entrada de la habitación con brazos cruzados—. Vete de aquí.
Lo miré seria, pero a la vez asustada. Nunca habían ido a ese lugar antes cuando yo estaba.
—¿Cómo supiste que estaba aquí? —Me levanté mientras le sostenía la mirada.
—Vine al baño y escuché voces viniendo de aquí, eso no es muy normal.
Tomé mis cosas y rápidamente las metí a mi mochila. Estaba muy molesta y triste a la vez, habían descubierto mi pequeño escondite y no me dejarían volver a entrar en él. Pasé molesta por un lado de mi abuelo y subí hasta donde estaban todos, ellos me miraron como si nunca lo hubieran hecho, creo que era porque lágrimas de ira recorrían mi rostro. Evité sus miradas y sólo caminé hasta la puerta principal, mis padres me llamaban por mi nombre pero simplemente los ignoré y salí de la casa.
Empecé a correr lo más lejos que pude y hasta que mis piernas se cansaran, detestaba estar en ese lugar y ahora que me quitaron lo único que me hacía feliz ya no tenía por qué volver a poner un pie en esa casa. Me detuve cuando mis piernas dieron todo lo que pudieron y me senté en la orilla de la calle a tomar un respiro, estaba sudando y el calor no me estaba ayudando en nada.
—Como quisiera que de menos haya una brisa fresca, todo el viento que sopla es muy cálido también —hablé conmigo misma.
Casi como si hubieran obedecido a mis plegarias, una corriente fría de aire pegó en todo mi cuerpo, el cabello se me despeinó pero eso no me importó en absoluto.
—¿Te encuentras bien? —La voz de un chico me sacó de mis pensamientos.
Giré la cabeza para poder ver de quién provenía la voz. Pude ver un chico de cabello negro que estaba de pie detrás mío, su cabeza estaba cubierta por la capucha de su chamarra negra y tenía las manos en los bolsillos de la chamarra. ¿Quién usa una chamarra en pleno medio día con la capucha puesta? Y peor, de color negro.
—Sí, lo estoy —respondí mientras me levantaba para estar a su altura.
—Creí que te pasaba algo, seguro tienes calor —me sonrió.
—Pues sí, un poco —correspondí a su sonrisa—. ¿Y tú? ¿No tienes calor?
—No, en realidad no lo siento. ¿Quieres que te traiga agua? Parece que estuviste corriendo por mucho tiempo.
—No gracias, no te molestes con eso —sus ojos me llamaron la atención—. Lindo color de ojos.
Sus ojos eran de un color avellana, demasiado claros, eran casi amarillos pero seguro que por la luz solar daba ese aspecto. Nunca había visto ese color de ojos en mi vida.
—Gracias, los heredé de mi padre, pero él falleció hace ya algunos años —desvío la mirada ligeramente mientras su expresión se ponía seria.
—Lo siento —me sentí avergonzada.
—No te preocupes, ya es cosa del pasado —volvió a mirarme y a sonreír —. El color de tus ojos también es muy interesante.
El color de mis ojos eran grises, es un color muy inusual también, pero lo que pasa con los ojos de color gris es que dependiendo de la luz que haya se ven de distintos colores, aveces azules o verdes.
—Es verdad —reí ligeramente.
—¿Tus padres tienen ese color de ojos? Yo no recuerdo haber visto ese color antes.
—No, mi madre y mi padre tienen los ojos de color marrón. De donde heredé mi color de ojos fue de mi abuelo.
—Entiendo.
—¡Ángel! —Me giré y pude ver el auto de mis padres con ellos dentro. Mi madre era la que me gritaba—. Sube.
—Ángel. ¿Ese es tu nombre? —Me preguntó el chico.
—Es extraño ¿Cierto? —Me burlé.
—Lo encuentro muy inusual, pero se escucha bien en una mujer —extendió una mano hacia mí a modo de despedida—. Fue un gusto conocerte, Ángel.
Correspondí a su gesto y le sonreí y él hizo lo mismo, pero mis padres volvieron a llamarme más desesperados, solté su mano y me subí rápidamente al auto.
—Hey, ¿Cuál es tu nombre? —Pregunté por la ventanilla del auto.
—Leandro. Mi nombre es Leandro Parnell —dijo antes de que el auto de mis padres avanzara dejándolo atrás.
ESTÁS LEYENDO
Soy un "No-Humano".
Science FictionÁngel Taylor, una simple chica cualquiera de cualquier parte del mundo. En ella nota ciertas habilidades cuando cumple los dieciséis años, habilidades que ella no poseía cuando era más pequeña. Pronto sin quererlo y sin que fuera su decisión escucha...