En la universidad no me concentraba, mis compañeros me molestaban por ser un poco retraído; casi no hablaba con mis compañeros me eran muy indiferentes a excepción de Dulcinea, ella era muy compleja, tenía una sonrisa en verdad impresionante, ojos demasiado expresivos, ella no era muy alta y tampoco muy agraciada pero la esencia que poseía era un tanto extraña a la de las demás, eso era lo que tanto llamaba mi atención. En cierta ocasión conversamos sobre lo que más nos gustaba, ella me había mencionado que tocaba el saxofón, de verdad era un músico excepcional. (Ya que alguna vez la había visto tocar a las afueras, cerca del jardín lleno de tulipanes rojos) Siguiendo la conversación pensaba comentarle mi amor por aquella mujer, pero me resultó un poco estúpido, así que le hablé sobre los poemas e historias que me gustaban escribir, ella me dijo -¡Es sorprendente!-. Yo no entendía por qué la sorpresa, sentía que la poesía era algo sin importancia, posteriormente me comentó que no tenía dicha facilidad, ella se acercó lentamente a mi oído y con una voz angelical me preguntó - ¿Podrías componer una canción o un poema? - Sorprendido exclamé ¡Claro! Ella sólo sonrió, recogió su pequeña mochila, me dio un ósculo en la mejilla y pasó a retirarse, quedé atónito.
Por fin había llegado mi amada, había mucho viento, esa noche tomé asiento en el balcón de mi apartamento y le comencé a hablar sobre Dulcinea, como siempre no recibí una respuesta, por primera vez en mucho tiempo antes de dormir no sólo pensé en esa mujer, sino también en Dulcinea...
Había llegado el fin de semana me desperté muy temprano, eran las 5:10 a.m. aún se alcanzaban a ver los luceros por mi ventana, una corriente de aire entró por ella, comencé a sentir escalofríos, de inmediato salté de la cama, corrí por mi libreta y me puse a escribir, no sabía qué era lo que redactaba, pero en la mente solo tenía una partitura hecha por Dulcinea. Salí de mi alcoba, tomé una ducha, después me dispuse a hacer una caminata; en la alameda, las hojas de los árboles se movían con una armonía realmente bella, sentir aquel viento era lo más cercano a volar, pero todo se complementa con el amargo pero exquisito sabor a café. A lo lejos se escuchaban aplausos, como todo ser humano curioso me conduje hasta allí, realmente era demasiada gente no podía admirar a lo que aplaudían con tanto entusiasmo, pasaron unos minutos, la gente comenzó a dispersarse, en el centro estaba una chica de espaldas, conozco esa espalda –Pensé de inmediato- ¡Dulcinea! De inmediato recibí respuesta, una inmensa sonrisa invadió mi rostro, ella correspondió mi gesto, mientras nuestras miradas estaban en una conexión sin igual, fue como ver a través de los ojos de un universo temporal, ella me preguntó entusiasmada - ¡¿Qué haces aquí Franço?!- Mientras me preguntaba comenzaba a observar como sus mejillas se tornaban de un rojizo adulador; le dije que me gustaba salir a caminar por mero deleite sólo que lamentablemente no pude escucharla, no te preocupes -Dijo- mientras yo pensaba en lo mucho que me hubiese gustado escucharle tan de cerca, vi cómo tomó asiento en aquel banquillo y mirándome me dijo, te dedico esta canción para mi sorpresa era la canción Bésame mucho.
Mi sorpresa fue tan exuberante que una lagrima de felicidad corrió por mi mejilla al deleitarme con tan grata melodía, sin darme cuenta la gente nos rodeaba, era asombroso, ella postrada en su banquillo mientras yo lloraba frente a ella, gente aplaudiendo el acto, la escena fue simplemente perfecta.
Ya dispersa la gente, ella se acercó a mí, me preguntó ¿Por qué lloras? ¿Toco tan mal? Solté una risilla inocente y con un nudo en la garganta dije –No es eso, simplemente me encantó, de verdad, - ¡Gracias! - ella volvió a tornarse rojiza, de inmediato una extraña sensación rodeó mi cuerpo, momentos después nos encontrábamos abrazados, comenzó a llover, únicamente nos miramos sonriendo. Decidimos dar un paseo, mientras la gente se cubría de la lluvia en un quiosco un tanto amplio con rostros meramente desconcertados por lo que observaban, ella y yo caminábamos disfrutando de cada árbol, charco, gota, pisada, risa, juego, pero lo mejor fue deleitarnos con nuestras esencias Aquel momento era en verdad lo más cercano a lo magistral.
Ya estaba oscuro, sin darme cuenta ya habían transcurrido unas seis horas, eran aproximadamente las 22:35. Sentados debajo de un árbol de cerezo con el tronco húmedo, Dulcinea estaba acurrucada en mi hombro cuando de pronto abrió los ojos e hizo mención que tenía que irse, se levantó, la abracé por última vez pero cuando iba a darle un ósculo en su mejilla por alguna razón la trayectoria de mis labios terminaron dando en la comisura de los suyos, apenado por la acción me disculpé, ella rechazó dicha disculpa, tomó mis manos mojadas por la lluvia llevándolas a su rostro cálido, lentamente se acercó de tal forma que sus labios quedaron a unos centímetros de los míos, mi corazón bombeaba demasiado rápido...
Ya era de madrugada, estaba en mi balcón, no podía dejar de pensar en el rose de aquellos labios tan pequeños y sutiles, no podía pensar en nada más que en aquellas palabras que me dijo antes de retornar a su casa - Quiero caminar contigo Franço - mientras soltaba mi mano; esa noche estaba mi amada observando desde lo alto, comencé a conversar expresándole mis emociones, en el fondo yo sabía que esa gran mujer entendería lo que estaba pasando con Dulcinea o ¿Tú qué opinas?
Entré a mi apartamento me conduje a mi habitación, cerré la ventana, corrí las cortinas y me recosté en mi cama con el único pensamiento aquella noche ¿No estaré soñando?