Roses del presente.

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La mañana era fría, encendí un cigarrillo mientras realizaba la odisea de regreso a la universidad, la gente pasaba a un costado mío diciendo -¡Buen día joven!- Yo sólo les respondía -Igualmente- antes de llegar a una cafetería que se encontraba en la esquina de la calle escuché un -¡Qué haces!- mi cara se tornó de mucha sorpresa, era Dulcinea, -fumando un cigarrillo- Contesté, su rostro se veía agitado al parecer corrió para alcanzarme -¿No sabes el daño que te provocas?- estaba desconcertado, -Sí, el cigarro daña mucho tus pulmones- me sentí regañado así que pasé a liquidar mi cigarrillo, ella me sonrió –No quiero que te esfumes antes de compartir nuestros caminos- de inmediato me sonrojé, le abracé y di un ósculo a sus labios, la tomé de la mano sugiriendo que compráramos un café para aquel frío, asintió con la cabeza, pasamos a la cafetería, tomamos asiento en una mesa para dos cerca de la ventana, llego una chica muy atenta a atendernos, ella pidió un chocolate caliente y yo un café negro sin azúcar, mientras llegaba nuestra petición, me preguntó -¿Qué tal tus sueños?- la pregunta me desconcertó, así que contesté que no había podido dormir por estar pensando en lo sucedido en aquel árbol de cerezo, ella me sonrío como nunca, me plantó un ósculo, -Franço me gustas mucho y ¿Qué pensaste? ¿Quieres entrelazar nuestros caminos? - mi semblante de emoción fue casi inmediato no pude evitar reír de emoción - ¿Entonces? - me preguntó nerviosa, -¿Tú qué crees?- antes de que ella hablase le plante un ósculo de nuevo, a partir de ese momento daría inicio una mezcla homogénea un tanto curiosa.

Nuestro día siguió... fue realmente extraordinario, compartir con Dulcinea era tan sencillo, sentía una conexión embriagadora, mis pupilas se dilataron en todo momento; tuvimos clases normales como de costumbre con la diferencia de que ahora éramos un par de caminos formando una sola vereda o como la gente normal le llama Novios dicho término nunca me ha gustado ya que a mi parecer dicho término se utiliza cuando las personas se encuentran comprometidas para hacerse acreedores al matrimonio Dulcinea de alguna forma compartía mi percepción a ese término, nuestra noche la pasamos en aquel árbol en donde nos dimos nuestro primer ósculo...

Nosotros parecíamos pequeños infantes emocionados, hubo momentos en silencio, pero éste no fue incomodo ya que cuando pasaba, nos veíamos a los ojos, a consecuencia nos perdíamos en el universo que estos guardaban, pasaron varias horas, pasé a dejarla a su apartamento cuando ella me dijo –Ya es tarde ¿No quieres quedarte conmigo esta noche?- Sabía que era buena hora para irme y llegar a mi hogar, pero a decir verdad cuando hizo esa pregunta me entraron muchos nervios, de esos que no sabes si es miedo o emoción -Claro, eso me encantaría- le dije sonriendo.

Su apartamento tenía un estilo un tanto asiático-oriental, un incienso se quemaba cerca de una de sus ventanas, poseía un olor muy peculiar, pero era agradable, me hacía sentir tranquilo, Dulcinea dijo -Siéntate sin miedo, no muerdo- yo solo reí un poco, tomé asiento en un sillón muy peculiar tras de mi Dulcinea hizo lo mismo, comenzamos a besarnos lentamente, mi cuerpo no podía ocultar su emoción cuando se recostó sobre mí, mis manos comenzaron a bailar sobre su rostro, progresivamente fueron bajando a sus hombros mientras desprendía lentamente aquel vestido azul, mis manos siguieron su danza nocturna hasta llegar a su cintura y lentamente se condujeron hasta sus ingles, ambos nos encontrábamos en un éxtasis inconcebible, mis manos le hicieron el amor mil y un veces a su cuerpo al ritmo del humo de incienso, nuestros corazones, esencias o almas eran una sola.

Desperté, me encontraba abrazándola, solté un suspiro, esa noche fue realmente bella, besé su mejilla, me levanté de la cama; mientras preparaba el desayuno aquella mañana pensaba -Dulcinea es magnífica, es lo que tanto he estado buscando- Terminé el desayuno, fui al baño a tomar una ducha, al estar buscando cayeron unas pastillas que decían "Daytrana parche" alguna vez escuché ese nombre, metí las pastillas donde se postraban antes de mi descuido y me dispuse a tomar mi ducha, mientras me sumergía en la bañera recordé que dichas pastillas pertenecían a los antipsicóticos -¿Por qué Dulcinea usa esas pastillas? ¿Está mal de sus facultades? Yo la veo y la siento como una persona normal; ¡Que rayos! Estoy confundido- Pensé. Salí de la bañera desconcertado, ella estaba rondando en la cocina - ¡Buenos días Franço!- dijo con una cara de satisfacción que no conocía, -Muchas gracias por el desayuno, ven siéntate a mí lado- Tomé asiento mientras la veía pensaba –Se ve tan normal, ¿Le pregunto? Pero... sí se enfada ¿Qué hago? - Se levantó de la mesa diciendo – ¿Estas bien, Franço? Parece que viste un monstruo- -Estoy bien- Contesté, sólo que no dejo de pensar... -¿En qué Franço?- -En lo bello que fue anoche- Le dije; ya eran las 12:45 del día, tome mis cosas, le di un ósculo en los labios para después retirarme a mi hogar.

Había pescado un resfriado, ya habían pasado unos tres días de la última vez que vi a Dulcinea, mientras vagabundeaba por mi sala se escuchó la puerta, para mi sorpresa era ella, me dio un abrazo, no dijo nada hasta después de invitarle a entrar - ¿Estás bien? Tengo días tratando de localizarte, fue un caos dar con tu casa- le sonreí posteriormente comencé a contarle lo que me había ocurrido, así mismo dije que ya me encontraba mejor, - ¿Quieres comer algo? - Pregunté, asintió con la cabeza; al terminar de comer charlamos de diversas cosas sobre la relación –Sabes a veces siento que tú has perdido el interés en mí- su afirmación me dejó boquiabierto, -¿Por qué piensas eso Dulcinea? ¿Qué te hace decir dicha afirmación? - Le pregunté impaciente a su respuesta, -Pues quizá sean ideas mías, pero tengo esa sensación- Desde ese momento sentí que algo iba mal; cambiamos de conversación, tuve ganas de ir al sanitario así que me levanté de la mesa para cubrir dicha necesidad. Al salir del baño Dulcinea se encontraba en un llanto inusual, me le acerque - ¿Por qué lloras? - -Porque no sé qué pasa con nosotros, acaso ¿Ya no me quieres? ¿Quieres a alguien más? ¡Dímelo!- -Por favor Dulcinea cálmate, no veo la razón por la que piensas eso, yo no te he dado razones para hacer dichas conjeturas- Solo volteó a verme, nos miramos fijamente a los ojos y no pude evitar abrazarla, al parecer después de esto se tranquilizó, ya era un poco tarde -¿Quieres quedarte a dormir?- Me respondió con una sonrisa -¡Claro, me encantaría!- Estuvimos a la luz de las velas esa noche, nos abrazamos y nos quedamos dormidos en unos sueños bienaventurados.

***

Mientras Franço dormía, merodeaba por la habitación, de inmediato vi un baúl cerca de la cama, estaba cerrado con llave -¿Qué guardará Franço en esta cosa?- Pensaba, estuve buscando la llave durante unas dos horas, sin hacer el menor ruido para no despertarle, cerca de su ventana había una cajita, la tome y al abrirle ahí se encontraba la llave, llegue hasta el baúl, introduje la llave -¿Qué tendrá, por qué tiene llave?- Me preguntaba mientras abría el baúl, sólo había papeles, saque cada uno de ellos y me dispuse a darles lectura...

"Hola, sabes me haces mucha falta, mis días sin ti no son iguales amada mía, tampoco he visto a Dulcinea, pero tú eres la única que no me deja solo en las noches, gracias por estar y cuidarme, te amo".

- ¿A quién rayos le escribe? ¿Por qué no me ha dicho nada sobre esto? - Seguí leyendo...

"Sabes... Como tú no hay ninguna, eres una mujer exorbitantemente bella, estar contigo por las noches en estos días de enfermedad, conversando y amándonos son efímeros, eres increíble, por cierto, tengo un poema que darte... Bueno, espero verte de nuevo".

"Espero te haya gustado el poema que con lágrimas en los ojos te escribí, no sabes cómo te amo, creo que no habrá otra mujer a la que yo ame con esta demasía".

Solté una lágrima, - ¿Qué significa esto? Cada una de estas cartas, notas o lo que sean están firmadas por -Franço acaso me ha estado engañando- Pensaba, no pude aguantar más, tomé mi ropa, me vestí, volví a dejar los papeles y la llave en su lugar, salí de su apartamento, llorando, con un enojo incomparable.

Un sublime error.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora