II

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Entró con desgano al apartamento, no se imaginó que volverlo a ver iba a revolucionar su interior. Tuvo tantos deseos de regresar y escapar con él, más no podía. Como le había mencionado en su relato, ella hizo una promesa ante el altar: amarlo y estar con él hasta el final de sus días.

Entró a su recamara, tiró su bolso en la cama antes de ir al baño y pararse frente al espejo. Se quitó las gafas y tomó del mostrador una tira de algodón y una crema. Debía limpiar su rostro, a Raphaelo no le gustaba verla maquillada (pero era necesario que lo hiciera cuando salía de casa). Con delicadeza, casi en trance empezó limpiar su rostro; mientras pasaba la tira por su piel, esta revelaba lo que con tanto esfuerzo ella trataba de esconder.

Antoni le dijo que la veía más hermosa, pero ella sabía que si la veía sin aquella capa de maquillaje pensaría lo contrario.

Trató de concentrarse en su tarea, obligándose a olvidar la mirada lastimada de él y repitiendo religiosamente lo que sus padres le decían cada vez que ella pensaba abandonarlo todo: "Hiciste una promesa ante Dios", y ella, como la mujer devota que siempre había sido la cumpliría.

***

Preparó con esmero la cena como cada día lo hacía. Raphaelo era de carácter fuerte y con facilidad se enojaba si no encontraba todo en su sitio cuando él llegaba.

Estaba concentrada preparando una ensalada cuando el teléfono empezó a sonar; no debía ser adivina para saber que quién llamaba era su mejor amiga.

-Buenas tardes- respondió con voz monocorde.

-Romina me ha querido sonsacar el motivo por el cual ha tenido que mentir y le he dicho que es porque fuiste a ver a mi hermano- fue la respuesta de quien llamo. Así era ella, no saludaba, no preguntaba cómo se encontraba, iba directo al grano.

-Tu hermano... ¿Ya llegó a la casa?-cambió rápidamente el tema.

Escuchó el bufido de parte de su amiga.

-Está destrozado, ¿te lo dijo, cierto?- no recibió respuesta por lo que continuó.

-Él siempre te ha amado y ahora se reprocha el hecho de que seas una "Feliz mujer casada".

-Por favor, Mia, hoy no estoy para sarcasmos- pidió con voz cansada.

-¡Por favor, nada!

-Baja la voz que Antoni te puede escuchar.

-¡Pues que me escuche!, estoy harta de ver esos golpes en tu rostro, estoy harta de saber que no puedes ver a tus amigas periódicamente, estoy harta que vivas en ese infierno con el hijo de puta que se hace llamar tu marido. ¡Joder, Helena!, reacciona. Él no te ama y si alguna vez hubo amor ya se esfumó.

-Mia...

-Tú nunca lo amaste. Sólo estabas confundida, extrañabas a mi hermano y pensaste que Raphaelo sería un buen partido, pero resultó ser todo lo contrario.

¿Crees que me gusta ver como ocultas tus ojos con gafas oscuras hasta en el más nublado de los días o que te pongas esas poleras de mangas largas en días calurosos? ¿Crees que me gusta eso? ¡Dios!, ¿Dónde quedo tu amor propio?

-Mia, por favor, tengo que terminar la cena antes de que llegue Raphaelo.

-Claro, como el inútil ese tiene esclava.

-Mia, debo cerrar- suplicó nuevamente mientas retorcía con nerviosismo el cable del teléfono y miraba temerosa la hora en el reloj de pared.

-Helena, juro que si hay una próxima vez te llevare obligada a las autoridades.

-Mia, él tiene muchos contactos, sería una pérdida de tiempo hacer algo.

-Hasta que fuiste iluminada y comprendiste que lo que vives merece ser reportado- Mia le hablaba con crueldad pero estaba harta de ver a su amiga lastimada, y por más que ella le obligara a ir a las autoridades Helena siempre se negaba.

Cuando su hermano regresó supo que él estaba decidido a declararse, y cuando él le confirmó que la quería ver y decirle todo lo que sentía pensó que tal vez ella abandonaría a Raphaelo, pero tal parecía que el miedo no la dejaba hacer una nueva vida con alguien que la amara de verdad.

-¡Por favor, Helena!, piensa las cosas bien, quiero seguir conservando mi amistad contigo, me da miedo que seas otra cifra en la lista de femicidio.

-Tengo que colgar, Mia- le dijo ella con su voz ahogada por el llanto.

-¡Helena!- pero ella colgó, no tardaba en llegar Raphaelo.

Demasiado TardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora