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 "El hombre llega hasta donde la mujer lo permita", fue lo que le dijo una enfermera la primera vez que Helena fue a urgencias. No le había dicho como se había roto la nariz, pero aquella amable mujer parece no necesitaba palabras para entender el infierno en el que ella estaba viviendo.

Esa fue la primera vez que él se atrevió a lastimarla; su excusa durante semanas fue la misma: "Tuve un accidente".

La única que no le creyó fue Mia, que aunque despistada era perceptiva y sabía que ese "accidente" tenía nombre de hombre.

***

5 años atrás

-A mí no me engañas- le retó – Te conozco lo suficiente para saber que el causante de esa nariz rota es Raphaelo.

Helena le miró neutral.

-No vale de nada negármelo, Helena, sé que eso no fue causa de un accidente. Fuiste muy torpe cuando niña y nunca te llegaste a lastimar de aquella manera.

Helena apretó los puños, sentía que en cualquier momento empezaría a llorar.

-Solo fue un error- le defendió- él no quería hacerlo, sabes que me ama; pero lo hice enojar, y se molestó mucho- bajó la cabeza y trató de retener las lágrimas- Prometió que no lo volvería a hacer.

Mia la miró con horror, como si no pudiera creer que lo que salía de la boca de Helena fuera cierto.

-Cuando un hombre golpea por primera vez y se le perdona, es muy probable que lo vuelva hacer- dijo segura- Tenemos que levantar una denuncia y alejarte de él.

Ahora fue Helena quien la miró con horror.

-No voy a denunciar a mi esposo- habló con convicción- Me prometió que no lo volvería a hacer y yo le creo.

***

4 años atrás.

Estaba limpiando la sala cuando tocaron la puerta; no se tomó el tiempo de revisar por la mirilla, pero al abrir la puerta deseó haberlo hecho. Mia había llegado de sorpresa y por la expresión de su rostro estaba enojada.

-Tengo meses tratando de comunicarme contigo- trató de pasar pero el cuerpo de la rubia le bloqueaba el paso.

Helena bajó la mirada avergonzada.

-Raphaelo no quiere que te siga viendo. Debes irte de mi casa - le dijo sin mirarla.

Mia soltó una risa burlona.

-¿Tú piensas acatar esa estúpida orden?

Helena no la miró y Mia supo entonces que ella ya la estaba acatando.

-Mírame, Helena- le pidió con la voz entrecortada mientras que su interlocutora seguía sin mirarla.

-Por favor, mírame y dime que no harás caso a la orden de tu marido- la tomó del brazo tratando de hacerla a un lado para entrar al apartamento.

Helena hizo un gesto de dolor, cosa que no pasó desapercibida para Mia.

-Muéstrame o me veré en la obligación de hacerlo.

No tenía fuerzas para discutir, la realidad era que necesitaba ser consolada. Hizo pasar a Mia y sin protocolo alguno tomó las orillas de su sudadera para sacarla de su cuerpo.

Mia ahogó un gemido, no podía creer lo que veía; marcas purpuras adornando la antes piel inmaculada de los brazos y torso de Helena.

Se acercó a ella observando fijamente su rostro. El maquillaje no era suficiente para cubrir aquellos cardenales.

-Él no quiso, pero es que soy tan torpe- dijo en un susurro.

-¿Acaso te estás escuchando?- preguntó ya sin importar que su voz sonara estrangulada – Por favor, Helena, reacciona. No me digas que te dijo de nuevo que no lo volverá hacer- Helena asintió lentamente- No puedes creerle.

Se restregó las lágrimas con rabia.

-Vístete, nos vamos inmediatamente a la jefatura- le pasó su sudadera pero Helena dio un paso hacia atrás.

-¡No!, Raphaelo lo prometió, no lo volverá hacer- Cambiará, te lo aseguro.

Y por más que Mia insistió no logró convencer a Helena.

***

Meses atrás.

-¡Te dije claramente que no quiero hijos!- le gritó Raphaelo.

-Yo deseo tenerlo- suplicó en un susurro. Por un momento pensó que tal vez la noticia alegraría a su esposo.

La agarró por el cabello estrellándola contra la pared.

-Si yo digo que no tendremos hijos, tú obedeces- ordenó antes de atestar el primer golpe.

-¡Por favor! mi hijo- gritó mientras trataba de detener los golpes- ¡Raphaelo, detente!

Pero él no lo hizo, siguió golpeándola hasta dejarla inconsciente.

Cuando despertó desorientada una mano acariciaba la suya.

-Hola, bonita- fue el saludo de su mejor amiga, quien se encontraba con los ojos rojos y unas notorias ojeras bajo sus ojos.

-¿Mi bebe?- fue su única pregunta.

Mia no respondió, se levantó de la silla donde paso la noche velando por ella para acomodarse en la cama con Helena.

-Quieras o no, vamos a denunciarlo.

-¿Dónde está mi bebe?- volvió a preguntar.

-Está claro que él no cambiara, él no te ama- puso su mano en el vientre de Helena ignorando la pregunta de ella –Esto debe hacerte reaccionar- no quería decirlo, sabía lo ilusionada que había estado Helena con aquella noticia.

-Afuera hay unos oficiales que vienen a pedir tu declaración.

Para decepción de Mia, cuando dichos oficiales entraron lo hicieron junto a su marido que tenía una mirada de tristeza.

-Cariño- se acercó y dejó un beso casto en sus labios- Por fin has despertado- Helena no supo que responder –Ya le dije a los oficiales que fuiste asaltada llegando a casa.

Mia trató de refutar, pero para su decepción Helena sólo terminó de apoyar la versión de su esposo. 

Demasiado TardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora