– ¡Quitad el tablón! ¡Pondremos rumbo al oeste! –Bramó el capitán antes de volver a dulcificar su voz tan grave. –¡Ah! Señor Rowland, ¿por qué no acompaña a la señorita Smith a mi camarote? Tú y yo tenemos mucho que hablar, querida. –Jane se crispó entera al escuchar esto, el camarote del capitán era el último sitio en el que querría estar.
– Y vosotros, llevad a los prisioneros a las celdas hasta que desembarquemos. –Ordenó el señor Griffin. Isabella comenzó a gritar protestando.
– ¡¿Cómo se os ocurre encerrarme en un sitio tan mugriento como este?! ¡Es inconcebible! ¡Sois todos unos cerdos, unos ladrones asquerosos!
– ¡Oye tú! ¡Cállate de una vez si no quieres convertirte en la fulana de cubierta! –En ese momento Isabella se calló inmediatamente ante la amenaza.
Desde el suelo Jane observó cómo se llevaban a los prisioneros. Entonces unas botas negras aparecieron delante de ella, repiqueteando contra la madera, eran del tal Rowland. Sin decir palabra, la agarró con fuerza del brazo a Jane y la levantó.
– Ten cuidado, niño. Esta tiene agallas. –Le avisó el hombre que tenía un corte en el brazo.
El muchacho no contestó y se llevó a Jane a la fuerza por la cubierta hasta que llegaron a la puerta del camarote. Allí fue cuando Jane reaccionó y se resistió a moverse.
– Si te resistes, será peor. –Susurró el chico suavemente. Pero Jane continuó moviéndose hasta que escuchó el sonido de un cuchillo. –Por favor...
¿Acaba de decir... por favor? Se preguntó Jane. En cuanto dejó de forcejear, Rowland empujó a Jane al interior del camarote, donde ya estaba el capitán esperándola.
– Señorita Smith, un placer saludarla. –La saludó con amabilidad. Jane apretó los dientes, notando su intento de persuasión tan evidente.
– No puedo decir lo mismo. –Jane respondió con los dientes apretados.
– Oh vaya, qué encantadora ¿Sabe por qué está aquí?
– No tengo la más remota idea.
– Bueno iré al grano. Me interesa la joya que lleváis al cuello.
Sin poder evitarlo, Jane acarició su colgante y lo miró. Sin duda era una piedra preciosa deslumbrante, algo que alguien como ella no podría permitirse, pero tampoco pensó en que podría interesarle a alguien hasta ese punto.
– Sólo es un colgante con una piedra pintada. Como pirata, habréis visto millones de rubíes y diamantes de verdad. –El capitán sonrió.
– Así es, es verdad, varios de los barcos que asaltamos están llenos de tesoros con joyas extraordinarias.
– ¿Y por qué os fijáis en los simples abalorios de una sirvienta? –El capitán se levantó de la silla con una sonrisa y se acercó a ella.
– Eso es porque para mí, es más que un simple abalorio. –Jane se llevó una mano al colgante.
– Puede que sea más que eso, pero fue un regalo muy importante para mí y no voy a dejar que me lo arrebaten.
– ¿Quién dijo nada de robar? –el capitán sonrió ampliamente, mostrando su diente de oro– Yo iba a proponeros un trato. En cuanto lleguemos a tierra, no os obligaremos a volver a nuestro barco, podréis iros junto al resto de tus compañeros. Y a cambio, me entregaréis el collar.
Jane lo pensó unos instantes. Si aquel collar podía comprar su libertad, entonces estaba dispuesta a darlo con tal de sobrevivir. Pero quedaba un cabo suelto en aquella propuesta.
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Una historia de piratas
AdventureJane Smith es una huérfana que trabaja de acompañante de la hija del duque Carrey, tras zarpar el barco en el que viaja junto a su ama, Isabella Carrey que viajaba para encontrarse con su prometido unos piratas asaltan el barco ¿Cuál es el secreto q...