(Prólogo)

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Una tarde de marzo de 1993, en Moscú, Rusia. Una niña terminaba de recoger los materiales de su pupitre que se ubicaba en el recóndito del aula, un aula de un dichoso y prestigioso colegio de la capital. Su profesora, una mujer de mediana edad, borraba la pizarra mientras explicaba los proyectos de la semana; esta niña, observaba cómo sus compañeros salían uno a uno con sus pesadas mochilas por la puerta ancha de aquel inmenso salón, mientras que se concentraban en su mayoría en el patio principal del edificio, y algunos cuantos en el campus con pelotas y sogas de saltar para jugar y practicar, mientras que algunos que ya no tenían otras responsabilidades eran recogidos por sus padres.

Aquella niña de primaria, salía de las instalaciones del colegio después de que el guardia la dejara salir. Se sentaba en una banca laminada en la parada de autobús, y esperaba serena la llegada de su madre, quien trabajaba de manera matutina como secretaria y asistente de un magnate de San Petersburgo.

Observaba su reloj de bolsillo que su madre le había regalado una navidad anterior. Eran tan sólo cuarto para las cinco. Se limitaba a girar la mirada a las grandes avenidas vacías, y veía cómo los semáforos tornaban constantemente del verde al rojo. Suspiraba aburrida, mientras que notaba cómo el colegio se vaciaba lentamente. Hasta quedar sólo ella y cuatro alumnos más que seguían jugando.

Eran las 6:34pm, la niña estaba desesperada, pues ya se había hecho tarde y su madre aún no aparecía; estaba cansada, exhausta y hambrienta. Abría su lonchera, y apreciaba aquél pan con crema de cacahuate y melaza. Su estómago rugía como bestia, pero lo guardaba de nuevo en aquella bolsa plástica, para esperar a su madre para la cena.

Observaba los autobuses detenerse e irse por aquella desértica avenida. Y el sol comenzaba a ponerse.

Una pelirroja se sentaba a su lado, con las mejillas rosadas, una piel blanca y pálida como la porcelana, de muchos lunares y pecas, y de ojos grisáceos. Ésta sonreía al colgar sus pies del asiento y balancearlos como columpios, mientras que sus comisuras se arqueaban delicadamente ya que había algo de frío y estaba temblorosa. Parecía una muñeca con su uniforme limpio y su postura recta, propia e impecable.

­­­­­­­­­­­­-Parece que no han venido por ti- Preguntaba aquella niña un tanto despistada por su entorno.

-¿Eso crees?, no lo había notado -. Decía con sarcasmo aquella rubia que llevaba ya unas cuantas horas esperando. La pelirroja sonreía avergonzada por su impertinente e inapropiada pregunta, y se acercaba más a ella en el asiento para demostrar calidez y educación.

-Discúlpame. No te había visto antes en el colegio -

-Soy nueva. Mi madre y yo nos mudamos a este vecindario hace un mes -

-¿Trabajos externos? - la rubia asentía. -Mi padre también. Él llega puntual siempre, o a veces... cuando su tiempo es demandante, suele enviar a un chofer por mí pero, esta vez salió de viaje a Alemania, y ya es algo tarde. -

-No te conozco, pero tu rostro me parece conocido - Decía la rubia mientras fruncía el ceño, interrumpiendo la conversación con poco interés.

-Estoy en taller de música y gimnasia. Creo que nos hemos cruzado en cafetería alguna vez. ¿Cuál es tu nombre? - la pelirroja le cuestionaba mientras estiraba la mano para ofrecer un delicado y cordial saludo. Pero la rubia se mostraba algo confundida por dicho comportamiento y no correspondía, sólo observaba aquella delicada mano extendida.

Corazón de Zanahoria (FanFic de t.A.T.u)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora