Como tantas otras historias, comienza con ella. Mira por la ventana del tren. No es la típica escena de novela en la que las gotas resbalan por el cristal, ni se trata de una bella puesta de sol que se acerca junto con el horizonte. Ella se siente "neutra". Ahora no hay nada malo que le abrume, pero tampoco nada bueno que celebrar. Aunque también podría celebrar la neutralidad. Al fin y al cabo es uno de los pocos respiros que le da su retorcida cabeza. Ella se sentía tan simple en cierto modo, y aún así, de alguna manera, sabía que era tremendamente compleja. Una vez más, no hablo de una complejidad literaria que hace que un personaje se torne repentinamente interesante. Ella era rara de cojones, pero estaba aprendiendo a abrazar esa fracción de sí misma que era en parte producto de vivencias que se negaba a dejar atrás. ¿Quién no se ha agarrado a un recuerdo dañino? Es casi intrínseco al ser humano. Como la canción sombría lo es al día triste.