Siento el veneno dentro de mí, comprimiendo mi columna y provocando que sienta calambres que me recuerdan al crepitar del fuego en una hoguera. Mis entrañas se pliegan sobre sí mismas en una danza de nauseas y vacío que amenazan con implosionar.
Mis vísceras se pudren, se encogen, no quieren estar ahí, se hunden e intentan llegar al suelo. El corazón pesa, duele, tanto que se comprime y condensa como si el peso del universo recayera sobre él, intentando que se suelte de mi pecho y se hunda creando un profundo cráter.
¿Qué te duele? - Me preguntó
La vida es lo que me duele. - dije mientras notaba mi voz quebrarse- No soy nadie, no soy nada, solo una sombra de lo que quizás podría haber sido si mi salud mental no fuese absolutamente nefasta.
Vives rodeado de gente, pero en realidad vives completamente solo. Algunas de esas personas están en tu vida... pero ¿para qué?, desde tan cerca pueden hacer mucho más daño.
¿Pero si me protejo de todo qué sentido tiene?
Quizá no sea cuestión de protegerme de todo sino de protegerme de mí misma, pero en esta orgía de epilepsia, dudas y dolor yo me dejo ir, me dejo caer y me hundo hasta lo más profundo del abismo. Total, ya lo estoy perdiendo todo.
