1.

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No sabía muy bien el tiempo que llevaba allí, ya que su consciencia iba y venía, haciendo que la oscuridad nuble su mente una y otra vez.

Lo único que podía distinguir con claridad era el dolor que sentía en sus muñecas, lo cansado que estaban sus brazos y el aroma a sangre y suciedad que se extendía en el ambiente. No sabía dónde estaba, ni como rayos había llegado allí.

Recordaba muy bien que se habían adentrado en un bosque con Inuyasha y los demás, pero caminaron por horas, sin poder encontrar una salida. Casi como si estuvieran moviéndose en círculos. Una neblina había comenzado a envolverlos, y desde allí, no recordaba nada más.

¿Qué había sido de sus amigos? ¿Y de Inuyasha? ¿Se encontrarían bien?

Con algo de esfuerzo intento mover sus brazos, pero fue en vano. Solo podía darse cuenta como los tenia extendidos sobre su cabeza, tomados por una gruesa y fría cadena por sus muñecas. Sus piernas ardían, ya que se mantenía en pie sobre sus puntas, o eso intentaba hacer.

Con mucha dificultad comenzó a abrir sus ojos, sintiendo como una punzada de dolor atravesaba su cabeza de lado a lado.

Una presencia sumamente maligna, pero que ella conocía muy bien, se hizo presente detrás suyo, haciendo que se quedara helada. Su corazón comenzó a latir con rapidez, y el pánico inundo sus venas. Era Naraku.

-Kaghome – Susurro en su oreja, haciendo que un escalofrío recorra su espalda – Veo que ya has logrado despertar – Giro sobre ella, colocándose frente a su rostro.

- Naraku – Susurro, con mucho temor. ¿Qué haría ahora? Necesitaba ayuda, ya que no tenía ni su arco ni sus flechas para defenderse.

- Ahora que estas consciente, podremos comenzar a jugar – Sonrió con esa mueca maligna, que demostraba pura maldad, resentimiento, locura.

En un último intento de desesperación, comenzó a mover sus manos para poder escapar, pero solo consiguió que finos hilos de sangre comenzaran a bajar por sus brazos.

Miro hasta donde su vista alcanzaba, intentando saber dónde se encontraba, pero fue en vano.

Era una habitación completamente arruinada, donde solo había una puerta, pero estaba lejos de ella. Ni por obra de Kami podría alcanzarla. Además, no podía irse si no sabía dónde se encontraban sus amigos. En especial, su amado hanyou.

-¿Dónde están mis amigos? – Le pregunto siseando entre dientes. Era verdad que sentía un leve temor, pero no dejaría que ese ser repugnante la amilane - ¡Contéstame!

- Por ellos no te preocupes, siguen perdidos en el bosque, con algún que otro demonio de poca monta – Giro sobre ella, mirándola sin parar, haciendo que un nuevo frio recorriera su cuerpo. ¿Qué tenía planeado? – Mejor dime, ¿No quieres saber dónde se encuentra tu amado Inuyasha? – Al escuchar su nombre dicho con tanta provocación, con tanta malicia, su corazón volvió a latir con rapidez y su respiración se cortó. El poco temor que sentía hasta ese momento, se convirtió en terror y desesperación.

INUYASHA.

-¿Qué... Que la has hecho? – Tartamudeo con pánico.

- Tranquila. Aun no le hice nada – Volvió a pararse frente a ella, sonriendo como siempre. Con locura – No sería divertido si tu no lo vieras – Se corrió a un lado y las puertas que estaban frente a la azabache se abrieron, dejando ver a su preciado hanyou, totalmente herido, atado de pies a cabeza.

- Inu... Yasha – Susurro impresionada, mientras las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas, ¿Qué le había pasado? - ¡Inuyasha! – Grito removiéndose, intentando zafar de ese agarre para correr a su lado, pero lo único que lograba, era lastimarse aún más. Estaba muy mal herido, se podía ver en su rostro, que también estaba manchado y sucio.

CALVARIO.Where stories live. Discover now