Un profundo silencio envolvió la habitación por completo. El rostro sereno de Steve se contrajo en una expresión de desaprobación que terminó convirtiéndose en negación. Incluso si intentaba mantenerse tranquilo, no pudo. Aquella inesperada revelación hizo que se pusiera de pie y mirara a Gray de un modo directo.
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— No puedes estar hablando en serio.
Gray posó su triste mirada en él y tras sonreír de una manera sumamente rota, enclaustró la vista. — Desde su muerte, he dejado de bromear. ¿Porque lo haría ahora? Creo que nunca he tenido la voluntad tan firme como ahora. Durante toda mi vida he estado muy ciega... Pero ahora veo la situación con suma claridad. Y debo advierte algo, Steve.
El capitán América mostró un gesto contrariado y meditativo cuando escuchó a la joven. En ese momento sentía un nudo de preocupación en el pecho y aunque intuía aquello que ella iba a decir, asintió ligeramente mediante un mecer de cabeza. — Te escucho. — frente al asentimiento, Gray enfatizó una sonrisa juvenil, dulce... Una sonrisa que Steve había añorado desde hacía tiempo y que hubiera deseado proteger en ella.
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— Incluso si tratas de detenerme, lo haré. Conseguiré la gema con tu ayuda o sin ella. En el fondo sé que sabrás que esto es lo correcto. El mundo necesita a Ironman. Tú necesitas a Tony Stark.
De nuevo, un profundo silencio acalló cualquier sonido que pudiera existir entre ambos.
— Niega cuanto desees lo evidente. Pero si Peggy hubiera sido suficiente, no estarías aquí. Tony llenó esos vacíos en tu corazón que nadie más pudo. Solo acéptalo. Acepta ese inmenso amor y el abrupto vacío que dejó su partida... Y te prometo que todo mejorará. Él volverá.
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