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Las hojas de los árboles meciéndose, el viento sopla suavemente, y todo parece estar en total calma, el perfecto escenario para tomar una siesta, recostarse en el pasto y tratar de echar una siesta

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Las hojas de los árboles meciéndose, el viento sopla suavemente, y todo parece estar en total calma, el perfecto escenario para tomar una siesta, recostarse en el pasto y tratar de echar una siesta. Pero todo aquello queda opacado al sonido del primer disparo, una advertencia o probablemente un simple juego para alejar a algún animal que había osado pisar terreno donde no era bienvenido.

Un par de risas después del disparo confirmaron la segunda suposición, un par de hombres con rifles se carcajeaban al ver a un pequeño felino correr despavorido hacia alguna dirección lejos de aquellos dos guardias, a sus espaldas, una lujosa y grande mansión de estilo japonés se imponía al pie de una de las múltiples montañas de Japón, algunos árboles de cerezo conservaban a duras penas sus últimas flores de color rosado del año, la primavera estaba por acabar y ahora serían las únicas testigas de todo aquel escenario que se planteaba frente a ellas.

Y sin previo aviso, ambos hombres fueron aplastados por un árbol que, curiosamente flotaba justo encima de sus cabezas desde hacía un buen rato, las verdes hojas se mancharon de carmín, un pequeño charco de sangre salió de debajo del árbol, y pronto aquel ambiente calmado dio paso al infierno.

Los disparos se escuchaban de todas direcciones, los guardias que anteriormente se encontraban ocultos entre la maleta y las sombras salieron de sus escondites y abrieron fuego hacia aquella mujer que, a paso lento, se acercaba a la puerta de aquella lujosa mansión, sin importarle ser atacada.

Para sorpresa de muchos, las balas parecían detenerse en el aire, como un escudo protector rodeando a aquella peliverde de curiosa máscara. Sus pasos eran dados con un par de zapatos de tacón blancos, de lo poco que su máscara no ocultaba de su rostro, podía notarse un tono pálido amarillento, como si estuviera gravemente enferma o, mejor dicho, preocupada.

Le habían quitado lo que más amaba y, para colmo de males, no pudo hacer nada para evitarlo, su molestia apenas era comparable con su preocupación; quería a su pequeño de vuelta, y no importaba si debía matar a toda esa banda de criminales, ella iría a por ellos de ser necesario, porque eso es lo que hace una verdadera heroína.

Las balas no tenían efecto, y dudaban que lo tuvieran, pero ese era su trabajo, proteger a los dueños de aquella casa japonesa, por ello, muchos de ellos se despojaron de sus armas de fuego y decidieron atacar con sus particularidades. Pero no fue hasta que aquella extraña mujer levantara su mano para tocar la puerta que decidió defenderse y atacar.

Nadie supo en qué momento había pasado todo, pero tan rápido como un rayo, cada una de las balas que segundos antes habían disparado, fueron a dar contra sus cuerpos, y como si nada le importase realmente volvió a su labor; encontrar a su hijo. Al abrirse las puertas del recinto, Inko pudo notar el terror en los ojos de los de todos los presentes, miró de reojo buscando indicios de su pequeño Izuku.

Al no encontrar nada útil, Inko suspiró escuchando los gatillos de más armas siendo tirados en su dirección y por un momento, parecía que el tiempo se había parado, pero un pestañeo después, cada bala y explosivos dirigidos a la mujer rebobinaron sus pasos y, con una tremenda fuerza psíquica, la mayor matanza al único clan sobreviviente de los yakuza estaba a punto de ser hecho trizas por una sola persona. 

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⏰ Última actualización: Jan 05, 2020 ⏰

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