Capítulo 4- Los Extraños

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En un bar un tipo presumía sus cicatrices, estas eran extrañas, se ramificaban por toda su espalda y tenían un tono violáceo, pero lo interesante era el cómo había adquirido dichas marcas. Contaba todo entusiasmado que mientras salia por el campo a buscar cierta clase de hongos para sus alucinógenos viajes el cielo empezó a cerrase con nubes muy oscuras, pero en lugar de guarecerse de la lluvia que se aproximaba decidió proseguir con su tarea de búsqueda, de pronto de la nada un rayo tan veloz como atronador lo impactó directamente en la cabeza destrozándolo en pedazos. En ese instante varios escépticos lo cuestionaron, le gritaban que todos los fines de semana aparecía para contar lo mismo y que nadie iba a creer en sus patrañas, que un ser humano no puede reconstruirse de la nada, hasta el punto de querer agredirlo. Pero él firme continuaba con su relato y les decía que mientras ningún ser vivo con capacidad visual observase este hecho, un rayo podía caerle a una persona y esta podría reconstruirse y volver a la vida sin más. 

Los parroquianos estaban divididos entre los que ya conocían a la perfección dicha historia y los que la habían escuchado por primera vez y le prestaban atención pero aún así entre el grupo de los que sí estaban escuchando unos extraños discretamente seguían cada palabra que el fanático de los hongos relataba. Los que ya lo conocían sabían que al final para reafirmar su historia remataba quitándose la ropa y enseñando las cicatrices y estás eran muy llamativas porque marcaban perfectamente una ramificación violácea por toda la espalda que surcaba todo su cuerpo y se resaltaba con un tono del mismo color pero fosforescente en las uniones de cada extremidad, era impactante ver a un hombre delgaducho de piel clara con esas cicatrices que surcaban su cuerpo, pero aún así para los escépticos eran patrañas.

Después de unas horas de beber nuestro mágico amigo, mágico es una forma de llamarlo porque hasta ahora nadie podía demostrar tal milagro, caminó hacia a calle buscando un taxi dejando atrás el bar con todas esas personas que si le creían o no ya no importaba, lo que a él le importaba es llamar la atención y nada más. Cuando caminaba zigzagueante y estando a punto de cruzar la calle para tomar el taxi del lado opuesto y dirigirse a quien sabe dónde, porque el vivía hacia el otro lado, se le acercó una mujer de piel muy blanca, con facciones casi angelicales y un hermoso cuerpo; entonces lo cogió del brazo y sólo le dijo: -Cuéntame más, necesito saberlo todo hasta el detalle más absurdo que hayas obviado en tu historia- le dijo enlazando el brazo del borrachín con el suyo tratando de caminar junto a él.

De pronto el estado de embriaguez de nuestro mágico amigo fue opacado por la excitación sexual que le producía tan bella y rubia mujer y empezó a contar la misma historia que repetía siempre en el bar; ella lo escuchaba con mucha atención matizando el relato con un cigarrillo que segundos antes había sacado de su abrigo. De verdad lo escuchaba con atención y no solo con una atención fingida, en serio quería oír todos y cada uno de los detalles, pero la historia fue la misma que la de hace horas atrás, y con nada nuevo que aportase algún dato de interés a la historia ya escuchada. Entonces la misteriosa dama le propuso algo interesante, económicamente interesante, y ambos se enrumbaron hacia la piscina estatal que quedaba a pocas calles de ahí, ella lo quería ver desnudo y él sólo quería sexo o eso leyó entre lineas cuando la mujer le ofreció cien dolares a cambio de que le mostrara sus cicatrices, pero la condición era que tenia que estar en el agua para comprobar si no estaban pintadas, pero nuestro mágico amigo pensó que era una condición fácil de cumplir ya que si quisiera engañar a alguien se hubiera tatuado las marcas, pero todo era real tan real como su propia existencia, tan real como el peligro en el que estaba, nuestro amigo era hombre muerto.

Sus ojos abiertos sólo podían expresar el enorme dolor que sentía al ver como le desgarraban la piel desde la punta de los dedos de los pies y poco a poco muy lentamente lo despellejaban vivo, pero la situación era en extremo cruel, suplicaba que al menos lo maten y cumplan con su objetivo, logró contar a seis personas, la mujer que tanto lo atrajo lo estaba matando, pero el estaba cataléptico, indefenso y suplicante pidiendo sólo que se acabará esta terrible pesadilla quería morir pero no podía y peor aún soportaba el dolor sin poder defenderse; el humo del cigarro que lo acompaño junto con la joven dama lo había paralizado. Después de lograr su cometido los seis empezaron a comérselo, poco a poco parte por parte, no dejaron que ni una sola gota de sangre se desperdiciara, entonces desde las sombras apareció el séptimo diciéndoles: -Ya tenemos la piel, pero aún nos faltan muchas partes más, quien iba a pensar que un incidente así nos llevaría a un bocón como este, el maestro ya está cada vez más cerca pero necesitamos muchas más partes.

Yo No Soy Tu SalvadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora