Capítulo 5 - Muerte

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Un silencio que sobrecogía se diluía por toda la montaña, el cofre del auto estaba intacto y el enorme brazo de la mole se fue fundiendo con el lodo y ya todo parecía un terrible aluvión que desafortunadamente había aplastado un auto con personas inocentes dentro; entonces el pobre muchacho que minutos antes había sido relegado al cofre del auto logró escapar salvando su vida o mejor dicho escapando de este terrible ataque. Caminaba por las montañas frías y de vegetación escasa, típicas de los andes, caminaba con un único objetivo: Encontrar a su padre y matarlo.

Hasta el momento divagaba la razón de su objetivo, pero como él ya había aprendido la lógica y la razón, mucho menos la locura y el desenfreno, ni nada de lo ya aprendido guiaba a nadie en este nuevo mundo. De pronto hacia lo lejos divisó a una anciana que caminaba arrastrando una gruesa y enorme rama, a la distancia se notaba que el enorme pedazo de árbol era pesado, pero le serviría para calentar su hogar y preparar sus alimentos. Cautamente disminuyó la velocidad de sus pasos y se acercó sigiloso, mientras más se acercaba la enorme y pesada rama empezaba a tomar otros matices como si la cercanía la hiciera cambiar de forma revelándole la verdad de su falsa observación.

Ni rama, ni pedazo de madera lo que aquella débil y lenta anciana arrastraba era un enorme brazo de un ser que él jamás había visto, pero se notaba que dicho brazo de piel muy reseca y marrón que se iba descascarando de a pocos, la cual parecía formar una gruesa corteza había sido arrancado de un cuerpo descomunal. Entonces como si el mero hecho de describirla hubiese llamado su atención te miró fijamente y soltando el brazo corrió hacia lo profundo de una quebrada lanzando alaridos y dando brincos torpes. Recuperado de la impresión y sin entender que había asustado a dicha mujer siguió caminando con rumbo al lugar donde fue criado y protegido. Aquella cueva dónde sólo duró un año desde su nacimiento hasta el día que fue abandonado a su suerte ya entrando a la adolescencia.

El encuentro había sido producto de la mera curiosidad y el asombro, porque a quien no se le ocurriría investigar una cueva en donde el llanto incontrolable de un bebé salía y no calmaba ni de día ni de noche. El viejo haciendo caso omiso al temor de su esposa cogió una hoz y con una linterna se fue a explorar dicha cueva pensando que alguna mala mujer había abandonado a un bebé a su suerte dentro. Lentamente, paso a paso y tragando mucha saliva se adentró en la cueva llegando a una especie de caverna con una luz que brillaba tenuemente en el centro. Se acercó más y más; de pronto al alumbrar con su linterna dio un brinco hacia atrás del susto que se llevó al ver a un bebé atrapado hasta su cintura con rocas translucidas que emanaban un luz tenue y verdusca; pero lo que más lo impresionó es ver como ese bebé en medio del llanto se tragaba dichas rocas como si fuesen de gelatina.

¿Un niño? ¿Trajiste a un bebé? No, no, puedes, no debes, al menos explícame bien de dónde salió- le decía nerviosa la mujer al viejo cuando el viejo llegó a su casa cargando a un bebé desnudo entre sus brazos.

-Tranquila es indefenso, lloraba desnudo en aquella cueva- le dijo el viejo, señalando a una colina al oeste de su propiedad.

Pensar en haberse encontrado a un niño y en las circunstancias tan extrañas como se le había encontrado era confuso hasta intimidante, pero ahí estaba desnudo y risueño sobre el mueble de la sala protegido por los cojines. Era realmente un niño abandonado a su suerte por una mala madre y si fuera así por qué en una cueva, o tal vez era un mal presagio, un niño mágico, una maldición; se planteaban muchas suposiciones. Después de discutir y pensarlo por horas, la mujer cogió una manta envolviendo al bebé con ella y se lo puso a la espalda decidida a entregarlo a las autoridades para que se hicieran cargo de él; a los pocos minutos de salir volvió a entrar por la puerta con el rostro pálido y enajenada.

-¿Qué pasó? Ya ves que tampoco pudiste abandonarlo- le dijo el viejo sentando interrumpiendo la lectura de su periódico.

- Es como si una fuerza misteriosa me hiciera volver sobre mis pasos y me trajera de nuevo a la casa, peor aún es como si este niño supiera a dónde lo estoy llevando y me hiciera volver- le dijo la mujer en un tono seco pero con mucho asombro.

-A mi también me pasó lo mismo en la cueva, iba a salir corriendo, bueno salí corriendo pero cuando llegaba a la salida de la cueva me volvía por mis propios pasos y regresaba corriendo al mismo punto, así como diez veces, hasta que me convencí que no podía escapar de este niño- le respondió emitiendo un suspiro de resignación.

Y todo era cierto, nada podían hacer ya que cualquier intento de abandonar al pequeño los hacia volver hacia el mismo punto de partida de tal forma que sus movimientos inconscientes parecieran que ellos mismos lo habían decidido. Se sabían atrapados por el carisma de aquel pequeño, no había otra palabra para explicar la alegría que les producía no alejarse del pequeño, entonces luego de pensarlo toda la noche decidieron quedárselo. 

Yo No Soy Tu SalvadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora