Capítulo 5

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La primera vez que había asistido a un desfile de modas, tenía nueve años. Mi madre ya llevaba bastante tiempo haciéndose cargo de la empresa de mis abuelos, pero yo no me daba demasiada cuenta, siendo tan pequeño. Para mí era normal verla en televisión, y que viajase y trabajase tanto.

Cuando era aún más pequeño, quería trabajar en lo mismo que ella porque la veía dibujar y pintar durante largos períodos de tiempo. A veces bosquejeaba en grandes y costosas camas de hotel (generalmente París) conmigo acurrucado a su lado y el desayuno enfriándose a un costado, y decía cosas como "Sólo tengo que terminar esto, y tú y yo pasaremos el resto del día de compras, ¿qué te parece?". A mí me encantaba, porque recibía ropa, juguetes y dulces a cambio de portarme bien.

Mamá no quería descuidarme ni que me criase otra persona, así que yo viajaba con ella y me educaba en casa, de manera que pudiese viajar tanto como ella lo necesitase. Para no ser un inadaptado social, tuve permiso para inscribirme en todos los clubes que quise probar, y me mantuve sólo en los que realmente me gustaron: natación y baile.

Tenía amigos ahí, y también otros que eran hijos de amigos de mis padres, pero nada que pudiese echar demasiado de menos. Cuando cumplí los doce, mamá me informó que en unos meses nos iríamos a vivir de vuelta a Corea, donde ella, papá y yo habíamos nacido.

Yo estaba aterrado. Nunca había asistido a la escuela, y en Corea tendría que hacerlo por primera vez. No hablaba coreano porque habíamos dejado el país cuando yo tenía tres años, y en Corea tendría que aprender.

Mamá quería vivir en el mejor lugar pero que a la vez fuese adecuado para mí, así que cuando por fin viajamos para mudarnos y nos hospedamos dos semanas en el hotel Zhong, encontró lo que buscaba: las residencias Seongbuk-dong. Llegó a ellas gracias al dueño del hotel, el señor Zhong, quien era chino y tenía una cadena de hoteles por Asia que administraba desde Corea. Mi madre era una persona muy conocida e importante, así que fue atendida por él mismo e hicieron buenas migas. Un día, mientras almorzábamos con su familia, contó que había un par de casas a la venta en la colina, que era un lugar seguro para niños (su hijo teniendo un año menos que yo) y que, además, el colegio donde estudiaba su pequeño Chenle era buenísimo.

Contrario a lo que se pensará, yo no me pegué como lapa a Chenle. Sí, era el único chico que conocía en el país, pero me interesaba más acercarme a personas de mi propio salón y que fuesen aún más fluidos que él en coreano.

Pero todo fue un desastre cuando hicieron el acto de bienvenida por el inicio del nuevo año y presentaron a los pocos chicos que habíamos entrado. Mi madre y yo habíamos practicado mi discurso cientos de veces, aunque de todas formas mi pronunciación era algo tosca: Mi nombre es Lee Felix, tengo trece años y vengo de Australia. Por favor, cuiden de mí.

Cuando vi muchas caras sonriéndome desde las gradas y yo me reí, fue que mi mirada se cruzó con la suya.

Mamá siempre decía que mi alma gemela no estaba en Australia. No a mí directamente, pero cuando el tema surgía entre sus amigas. Yo la había escuchado varias veces, y mi maestra particular me había enseñado sobre el asunto en Biología.

Por mi cuenta, había leído muchísimos libros con ese tópico. Me imaginaba a mí mismo tomando de la mano a mi alma gemela cuando fuese mayor, dándole regalos y dejando que eligiese la película que veríamos en el cine. Había aprendido que llegaría un punto donde podría percibir sus emociones como si fuesen mías, y yo alucinaba creando miles de escenarios en mi cabeza.

Nada me preparó para encontrar a esa persona siendo tan joven en un lugar que me aterraba, donde no tenía amigos ni conocidos, ni siquiera un lugar al que llamar "hogar" porque todavía se sentía desconocido.

DECERNERE [Changlix]Where stories live. Discover now