D I E Z

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Al día siguiente despertó con los ojos terriblemente hinchados y amoratados, no era bueno llorar antes de irse a dormir. Aparte de haber iniciado el día con ojos de berenjena, su boca poseía un amargo sabor que se intensificaba cuando pasaba por su cabeza el problema con Mark que parecía ir creciendo con las horas.

Seguía sentido, no iba a negarlo, mas no estaba enojado. Su estado de enojo remitía en ser un chico sumamente destructivo, y él no había roto nada como para confirmar que estaba molesto. Sólo dolía, hace meses no tenía discusiones con Mark.

Recordaba el primer choque de ideas que tuvo con el canadiense, pero esa vez fue porque no le había contado todo, fue principalmente su culpa; Donghyuck había omitido el hecho de tener una familia, o por lo menos una madre, estricta en cuanto a lo que su religión dictaba, o cómo se la enseñaron a ella.

Ahora volvía a tener ese sentimiento de escasez. Mark le hacía falta.

Quitó las sábanas de su cuerpo para poder levantarse e ir a darse una buena ducha matutina, debía arrancar el rastro de lamento. Llorar no arreglaría sus problemas, pensó durante la noche, pero por lo menos le ayudaba a quitar el nudo en su garganta.

Limpió su cuerpo y cabello. Cuando estuvo listo, salió del baño con la toalla puesta en su cintura. Quería dejar de pensar en el tema de Mark, ahora sí parecía un maniático. Tenía que ir a la escuela y no podría prestar atención a las clases si continuaba repasando la discusión con Mark.

Buscó su uniforme para dejarlo sobre la cama, secó bien su cuerpo con la toalla que tenía en su cintura y sacudió su cabello húmedo. Se vistió para luego ir al baño y chequear bien su apariencia. Asintió convencido, siempre lucía bien.


—¿Qué piensas, Felix? —preguntó al salir del baño, su poster de Stray Kids estaba pegado en la pared—. ¿Crees que parezco un loco hablándote siendo que eres un trozo de papel? —buscó su mochila que estaba en el suelo, la levantó y la colgó en su espalda—. Tienes razón, gracias por el consejo.


Salió de su habitación bajando la escalera a pequeños saltos yendo a la cocina para desayunar. No había nadie, quizás se había despertado muy tarde. Se encogió de hombros para abrir las puertas de la despensa, ahí encontró galletas, las tomó.

Fue hasta la puerta, descolgó sus llaves y salió de la casa para después cerrar con seguro. En cuanto se dio vuelta soltó un gran bostezo, estaba tan cansado que no quería hacer nada.

Abrió el paquete de galletas mientras caminaba, comenzó a comerlas con lentitud, la misma lentitud con la que sus pies se movían sobre el pavimento. Siguió bostezando, incluso con las galletas dentro de su boca, después de todo, nadie estaba viéndolo.

El sonido de una bocina hizo que se exaltara y tirara el paquete de galletas al suelo, el cual miró con tristeza. Gruñó volteándose para ver al incompetente que se había dignado a hacer semejante acto de crueldad contra él y sus pobres galletitas rellenas. Un mal presentimiento le estaba indicando que se trataría de él.



—Piérdete—le dijo a Kunhang agachándose para recoger el paquete de galletas. La ley de cinco minutos, por supuesto era la de cinco segundos, sólo que Donghyuck la había modificado un poquito—. Has hecho que las tirara.

—Vas tarde, creí que podría llevarte a la escuela—. El pelinegro se inclinó sobre el asiento del copiloto.

—Quiero llegar tarde, ni te molestes—. Donghyuck sonrió con falsedad y continuó con su trayectoria, pero era seguido por Hendery en su auto a una lenta velocidad.

Mom, i'm gay too (Markhyuck)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora