La fiesta

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Antes de nada, quiero pediros un favor, sé que poca gente lo hace pero necesito que leáis al final del capítulo el apartado en negro que he puesto, lo agradecería.
Ahora sí espero que os guste el capítulo ❤️

*Narra Natalia*

— Cuatro con noventa y cinco. — Pidió el cajero del supermercado al hacer las cuentas de las cervezas y las patatas fritas de bolsa que se me había antojado.

— El cambio y el ticket. — Extendí la mano y me colocó en ella el cambio.

— Gracias. — Nos despedimos del cajero.

Salimos de la tienda y fuimos dirección a la parada del autobús por qué Pablo no quería perderse y se sentía más seguro yendo en autobús.

— Más te vale que me pagues el billete eh. — Protesté.

— ¡Que si hostia! — Se quejó.

Subimos al autobús y nos sentamos al final, había poca gente pero la que había eran jóvenes de nuestra edad y además que nunca había visto. Temía por las cervezas de cristal no era la primera vez que se me rompía alcohol en el autobús.

— Oye, ¿si te hago una pregunta serás capaz de responder sin ponerte a la defensiva y sin huir? — Soltó Pablo de repente.

— ¿Y eso a que se debe? — Se me escapó una carcajada.

— En serio Lacunza, ¿Puedo? — Su rostro estaba muy serio.

— Si, supongo. — Volteé los ojos y encogí los hombros.

— ¿Qué ha pasado con Alba? Des de que entró en el instituto has cambiado, no eres la misma de siempre. — Me miró a los ojos y yo ffrunci el ceño intentando entender aquello.

— A ver machote — Me reí, pero a él no se le veía muy contento. — Bueno vale, no te pongas tan serio... —

— Me besé con Alba. — Solté de mí boca con un nudo en la garganta bastante grande, me aparté un poco mi flequillo para rascarme la ceja y perder de vista a Pablo.

— ¡¿Qué has hecho que?! ¡Oh Dios mío Lacunza estas loca¡ ¡Como cojones has podido hacer eso?! — Lo tenía enfrente, la distancia que nos separaba era un metro por lo menos, pero en ese momento se me encaró de una manera que casi me come la cara.

Con sus gestos alzando los brazos como si estuviera pidiendo a Dios un milagro y sus gritos que me ponían nerviosa tuve que calmarle los humos.

— ¡Sht! ¡¿Pero te quieres callar?! Todo el autobús se va a enterar, ya lo último que me faltaba. —

—¡¿Pero cómo quieres que reaccione Lacunza?! ¿Has oido lo que acabas de decir? — Sigue nervioso, su mandíbula llegamos al suelo, no paraba de moverse.

— ¿No me has pedido explicaciones? Pues aquí las tienes, sabes que nunca doy explicaciones a nadie de nada. — Refunfuñé.

— ¿Pero cómo que no quieres que te las pida? Si llevas dos semanas por lo menos súper rara. ¿Por qué no me lo has dicho antes? — Cruzó los brazos y frunció en ceño.

— Pues por qué nunca cuento nada y siempre me lo callo. — Miraba por la ventana mientras me arrepentía de muchas cosas.

Odiaba las noches de Diciembre, tres semanas antes de Navidad y fin de año. Las luces de las farolas pasaban a gran velocidad por la ventana, prácticamente no se apreciaba los pósters,, tampoco los coches no muchos menos las personas que pasaban por las calles.

Suspiró y no dijo nada nada. Así que pensé que era hora de soltarlo todo. Pablo comenzaba a ser mi mejor amigo y si no empezaba a confirmar en el, ¿Con quién iba a ser sino?

No te escondas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora