CAPÍTULO IV.

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Sara Campos.

No sé realmente como sentirme, cerré la puerta detrás de mí, y me tope de frente con paulo, que me tomó entre sus brazos y comenzó a besarme desesperadamente.

- ¡Tranquilo! – le dije.

- Lo siento bebe, no puedo controlarme, no sé si es el bronceado o el efecto del mar, pero te vez increíblemente sexy hoy. – sonrío y me dio un beso más.

Mientras nuestros labios se enredan, no puedo dejar de sentirme mal por todo, primero por ese beso sin explicación, por lo que siento ahora, por dejar a Victoria, por tener a Paulo aquí y encima de todo, Valentina se ha comportado tan..., infantil estos últimos días.

- ¿Victoria? – preguntó desesperado.

- Está durmiendo.

- Sácala, te necesito mi vida. – apretó levemente mi pecho. – Tengo un mes sin estar contigo, ¿sabes lo que eso significa?

- Paulo, no estoy de humor para nada, de verdad.

Dije, pero mi mente por otra parte, pensaba que quizás estar con él, ayudaría de alguna manera posible a quitarme está confusión estúpida de la mente.

- ¿Vamos a tu habitación?

- ¿Qué? – dijo confundido. – Acabas de decirme que no.

- ¿Quieres o no?

Ni siquiera lo pensó, tomó mi mano y me arrastro aprisa, hasta llegar a su habitación, abrió con desesperación y me empujo dentro, luego comenzó a besarme, como si el mundo se fuera a evaporar en un minuto, me levanto la blusa, deslizo mi short, y me tumbo en la cama, comenzó a besar mis pechos desnudos, que se habían puesto firmes y duros por la estimulación, luego metió sus dedos en mi entrepierna, sin previo aviso, lo que ocasionó que doliera un poco, luego sin más estimulación, que sus propias ganas, metió su pene dentro de mí, ni siquiera disfrute del famoso orgasmo, porque Paulo, había terminado muy aprisa, lo cual sinceramente, suele enfadarme, ahora que lo pienso, sólo que tenido un orgasmo con él, en dos ocasiones, la primera porque estábamos muy borrachos y eso ayudaba a que su movimiento fuera más lento, pero me daba la pauta de poder sentirlo, la segunda fue porque recién empezábamos, él muchacho se tenía que esforzar, pero después de tantos años, de un hola y adiós, creo que ha dejado de ser prioridad para él, que yo pueda sentirlo, da igual.

- Mi vida, fue increíble. – sonrío.

- Claro. – dije y giré.

Ahora me siento peor, llevó de nuevo mi dedo indicé a mis labios y susurró "Victoria".

- ¿Qué dijiste? – preguntó.

- No nada cariño. – dije sin verlo.

- Podría jurar que escuche un nombre. Bebe, fue muy bueno estar contigo, pero se te olvido algo importante.

- ¿Qué? – está vez giré para verlo.

- No saludaste a mi amiguito. – dijo señalando su pene.

- ¿Es en serio? – pregunté molesta.

- ¿Qué? – dijo como si, lo que acabará de decir fuera algo malo.

- ¡Eres un idiota!

Me metí a la ducha y me cambié a prisa, salí de ahí, claro que Paulo ni siquiera se dio cuenta de lo imbécil que fue, los hombres la mayor parte del tiempo, usan solamente una cuarta parte de su hemisferio para pensar, no tengo duda de ello.

"Sin limites"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora