Capítulo 1. La (a)tormenta(da).

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Vacío: 10.m. Abismo, precipicio o altura considerable.
12.m. Falta, carencia o ausencia de alguna cosa o persona que se echa de
menos.​
Vacío. ¿Cómo puedo echar de menos algo que nunca he tenido? Y sin embargo siento el
hueco de un vacío que no se llena. ¿Soy yo? ¿Cambiará esto algún día?
Vacío. Me encuentro en el bloqueo, en una habitación donde solo logro escuchar mis pensamientos y ellos tampoco dicen nada. En el abismo, en una caída eterna donde no alcanzo el fin sino el impulso que me atrapa en el fondo con más fuerza.

•La tormenta•

-¿Estás despierta? -Los rayos de sol atraviesan los huecos de la persiana, adentrándose en mi piel. Me cuesta abrir los ojos debido a la luz y no logro ver la pantalla del teléfono, pero consigo identificar la voz de Tarai al otro lado.
-Am... -Hago una pausa. Estoy tan dormida que realmente no sé si estoy dormida o despierta-. -No sabría que decirte...
-No tienes ganas de ir a clase ¿verdad? Yo tampoco... ¿Por qué no nos quedamos en tu casa?
Y por más que eso me encantaría, no puedo seguir faltando a clase si quiero tener una mínima oportunidad de progresar en la vida.
-Tarai... Hoy no por favor... -Realmente no quiero escucharla en este momento así que cuelgo el teléfono y hago como si no la hubiera escuchado, a pesar de que sé que no puedo alejarme de ella.
Pongo todo mi esfuerzo en levantarme de la cama. Realmente me acosté tan tarde que he dormido menos de dos horas... ¿hora y media, quizás?.
Me levanto de la cama, todo el cuerpo me pesa y sigo medio dormida. Me detengo unos segundos debido al mareo que siento después de levantarme de la cama tan rápido pero continuo mi camino hacia el baño. Paro frente al espejo, mirando con detenimiento cada detalle de mi reflejo.
Mi tono de piel no es del todo claro ni del todo oscuro. Mi pelo es largo, probablemente demasiado después de años sin pasarme unas tijeras, si me viera mi madre seguramente me lo cortaría a traición. También es rizado, pero no un rizo bonito de los de anuncio, no, sino un rizo de esos indomables de los que mejor llevar recogido. Ahora está atado en un moño prácticamente deshecho, los mechones caen por mi cara y a penas se mantiene en su sitio. Mis labios son

gruesos, aunque ahora están más hinchados de lo normal después de dormir y mi maquillaje del día anterior está completamente corrido. La imagen es lamentable. Después de una ducha y de varios intentos por peinarme el pelo, decido dejarlo suelto pero con un moño en la parte de arriba que me quite los mechones de la cara. Cómodo, mono, y sin esfuerzo.
Me siento en mi cama en ropa interior, al menos una decena de prendas de ropa están desperdigadas por la habitación. Muy grande, muy pequeño, muy apretado, muy arrugado, demasiado arriesgado, demasiado incómodo... Finalmente y después de varios minutos de intentos fallidos me pongo los mismos vaqueros rotos y holgados de siempre con una camiseta blanca bastante grande para mí, recojo mi bolso, situandolo en mi hombro derecho, tomo una pera que me comeré de camino y salgo de mi casa.
Cierro de un golpe mi vieja (pero querida) camioneta roja, la cual tanto tiempo y dedicación me costó conseguir y la que es mi pertenencia más preciada a pesar de los años que pueda tener y enseguida me arrepiento del golpe que le he dado y de pronto me encuentro a mí misma pidiendo perdón a mi camioneta. Subrealista. Acto seguido me dirijo a la entrada de la universidad.
-Bienvenida a Indomita High de nuevo Joana. -Me susurro a mí misma con sarcasmo.
Al poner un pie dentro de ese edificio me detengo unos segundos y siento un arrepentimiento instantáneo. Quizá un día más en casa no habría supuesto un problema y quizá debería haber escuchado a Tarai ya que ella siempre acaba teniendo razón, pero ya no hay vuelta atrás, o puede que... No, no esta vez. En algún momento tendré que afrontar las situaciones incómodas y no me voy a echar atrás esta vez. Cruzo la puerta de entrada y sigo replanteándome las decisiones tomadas hasta el momento y repasando el plan del día mentalmente. En mi cabeza creo miles de planes para las diferentes situaciones que podrían presentarse en mi camino de aquí a mis clases.
Mi pulso se acelera y mi respiración es fuerte. Bajo la mirada, pretendiendo ser invisible, si no les veo a ellos quizá nadie me verá a mí.
Alcanzo mi taquilla sin ningún contratiempo hasta que...
-Buenos días Jeni. -Dice una voz familiar posicionándose en frente de mí.
-¿Jeni? ¿En serio Shelley? -Respondo alegremente. Las dos nos reímos. Shelley como siempre, me dedica una gran sonrisa. Es una chica unos centímetros más bajita que yo. Su pelo es rubio y ondulado, un poco más abajo de sus hombros, siempre perfectamente peinado, sus ojos son oscuros y su maquillaje, como todo su aspecto, es impecable. Ella es amigable, divertida, extrovertida, inteligente... Es el tipo de persona que podría hacerse amiga de cualquier persona, y nunca la verás

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