Lo Que Hemos Olvidado [gay/yaoi]

→Lo que el viento se llevó

Odiaba la temporada de exámenes.

Papá nos exigía una nota promedio a los tres, no teníamos que ser los mejores, pero si sacábamos una nota mas baja que el promedio asignado, el castigo no sería lindo.

Y, desde hacía una semana, estaba como un desquiciado estudiando para mi examen final de álgebra.

Había escrito todas las fórmulas y posibles preguntas en una hoja de papel que parecía haber formado parte de mi mano a este punto.

Ethan me había ayudado a estudiar también, pero si yo era malo en álgebra, él era peor.

Y ahí estaba, sentado en la pequeña mesita que había en el patio delantero de la escuela, con los ojos fijos en la hoja y mi pierna rebotando en el suelo.

—Elliot, ¿podrías calmarte? —preguntó Ethan fastidiado y solté un pequeño «sh» para que se callase—. No tienes remedio. Saldrás bien, tienes casi una vida estudiando eso.

—Déjame —musité—. ¿No deberías estar estudiando tu también? Estamos en época de exámenes.

—Ya yo estudié lo que considero suficiente —rodó los ojos—. El único que parece un maldito chihuahua a pesar de haber estudiado toda la semana eres tú.

—Es porque no me siento seguro.

—Nunca te sientes seguro.

Iba a responder algo, pero la campana de entrada me cortó, causando que mi ansiedad aumentase —si es que eso era posible—, y por accidente solté la hoja, la cual voló al instante a causa del viento.

Maldije por lo bajo y corrí tras ella, hasta llegar a uno de los laterales de la escuela.

Lo tomé rápidamente, y lo apreté contra mi pecho.

Estaba dispuesta a darme vuelta e irme, pero un quejido me hizo volverme.

Fruncí el ceño al ver al chico en el suelo y a Rick —uno de los conocidos matones de la escuela—, golpeándolo.

Le hice una seña a Ethan para que esperara y me acerqué cuando Rick tenía al chico contra la pared.

Tomé su mano —la cual había cerrado en un puño para otro golpe—, y la doblé hacia atrás, escuchándolo soltar un quejido.

El chico cayó al suelo, me imaginaba que por cansancio, dolor o mareo.

Enojado, tomé a Rick de la camiseta y lo agité, viendo su rostro perder el color al verme.

—¿Qué demonios crees que haces? —gruñí, viéndolo balbucear sin excusa—. No quiero volverte a ver golpeándolo ni a él, ni a nadie de nuevo o te las verás conmigo, ¿está claro?

—E-está claro, está claro —dijo y, al instante en que lo solté, salió disparado dentro de la escuela.

Suspiré y me volví hacia el chico que estaba sentado en el suelo.

Sus ojos azules estaban llenos de lágrimas y me observaba detenidamente, el color purpúreo de su rostro comenzando a aparecer.

Pareció darse cuenta que lo observaba y bajó el rostro, secando sus lágrimas mientras evitaba soltar quejidos por el dolor que parecía producirle.

—¿Estás bien? —pregunté, tendiéndole la mano para ayudarlo a levantarse, lo cual hizo soltando pequeñas quejas de dolor—. Deberías ir a la enfermería.

Sus ojos se cruzaron con los míos y me , analizó lentamente, como si estuviese perdido. Parpadeé confundido y él pareció darse cuenta porque al instante apartó la mirada, sonrojado.

Que chico tan raro.

—E-estoy bien —balbuceó, jugando con sus dedos—. G-gracias por..., por ayudarme. Nadie nunca lo hace.

Fruncí el ceño.

—¿Esto ocurre seguido? ¿Por qué?

Bajó el rostro y se encogió de hombros.

Suspiré.

—Bueno, no creo que vuelvan a tocarte en un tiempo —sin pensarlo mucho llevé mis dedos a su barbilla para levantarle el rostro y le sonreí, tratando de calmarlo un poco—. Cuídate, ¿vale? Tienes un rostro muy lindo como para que hayan moretones en él.

Le sonreí una última vez y, soltándolo, me despedí con la mano para correr donde estaba mi hermano con cara de fastidio.

—Será mejor que te apresures, defensor de los inocentes, porque vas tarde a tu examen —dijo y sentí el color irse de mi rostro.

Mierda.

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¡Capítulo dosssss!

El tan esperado primer encuentro ha pasado en un capítulo cortito.

Como dije, algunos capítulos no serán muy largos igual que la historia en general.

Igualmente, espero que les esté gustando esta precuela tanto como a mí.

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